Ciudadanos votan en las elecciones autonómicas y locales de 2019, que coincidieron con las europeas. M. HERREROS

Elecciones en La Rioja 2023

Tendencia clara, resultado incierto

Encuestas ·

Los sondeos de 2015 y 2019 acertaron al señalar la dirección del viento electoral, pero fallaron al estimar la representación de los pequeños partidos

Pío García

Logroño

Miércoles, 24 de mayo 2023, 02:00

Por motivos inexplicables, que quizá tengan que ver con un cierto paternalismo heredado de la dictadura franquista, ya no se pueden difundir encuestas electorales sobre los comicios del 28M. La Loreg (Ley Orgánica de Régimen Electoral General) lo prescribe en su artículo 69, pero ... no da ninguna justificación: «Durante los cinco días anteriores al de la votación queda prohibida la publicación y difusión o reproducción de sondeos electorales por cualquier medio de comunicación». En una entrevista publicada en el diario El País, el sociólogo José Juan Toharia, uno de los padres de las encuestas políticas en España, lo resumía de manera lapidaria: «No publicar encuestas a partir de determinada fecha es ridículo, aparte de tratar al votante como menor de edad». Sostiene Toharia que las encuestas, pese a la obsesión que despiertan en políticos y periodistas, en realidad mueven muy poco el voto. Su valor es otro: fotografían la sociedad en un momento dado y revelan tendencias. No son el oráculo de Delfos, sino una ciencia joven cuya materia prima es voluble y esquiva: las decisiones humanas, las fobias y las filias, los arrebatos.

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En contra de la intuición general, vale más una muestra de electores bien escogida, con un cuestionario apropiado, que andar preguntando descarnadamente por el voto a una miríada de ciudadanos. La sociedad americana comprendió esto de golpe en el año 1936, durante el enfrentamiento entre el demócrata Franklin D. Roosevelt y el republicano Alf Landon, gobernador de Texas. La revista Literary Digest organizó una macroencuesta con más de dos millones de electores. Mientras tanto, un joven doctor en Ciencias Políticas, George Horace Gallup, se limitó a preguntar a unos 5.000 ciudadanos. El gigantesco sondeo de Literary Digest predijo la victoria de Alf Landon y, sin embargo, para sorpresa general, fue Gallup quien clavó los resultados. Franklin D. Roosevelt logró una victoria aplastante (con más del 60% del voto popular). Aquella fue la primera y más sonora demostración de la importancia de «cocinar» bien una encuesta.

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Los datos crudos suelen ser indigestos y traicioneros. Todos los politólogos coinciden en señalar que la intención directa de voto es un mal predictor electoral. Lo importante (y lo difícil) es averiguar cómo se van a distribuir los indecisos: esos encuestados que esconden el voto o que todavía no lo tienen claro, pero que acabarán yendo a las urnas y decidiendo gobiernos. El propio CIS lo deja claro con un aviso: «Las respuestas a esta pregunta (¿a qué partido votaría usted?) no constituyen una buena previsión si lo que se pretende es acercarse a los resultados de unas elecciones próximas, ya que son muy altos los porcentajes de respuesta para las opciones 'No sabe' y 'No contesta'».

De eso se ocupa la estimación de voto y su posterior traducción en escaños. Ahí entra la famosa «cocina», que, pese a su mala fama, es imprescindible para acercarse cabalmente a la realidad. Si observamos los comicios autonómicos desde el año 2015 –fecha de la irrupción de la nueva política–, las encuestas han atinado con las tendencias generales: en 2015 GAD3 anticipaba que el PP perdía fuelle y asomaban con fuerza en el Parlamento los partidos jóvenes, y en el 2019 tanto GAD3 como el CIS señalaban que el PSOE crecía hasta acariciar el gobierno con la ayuda de Podemos y –quizá– del PR+.

Pero las circunstancias especiales de la comunidad autonóma, con un escaso número de diputados (33) y un listón de acceso al Parlamento alto (el 5% de los votos válidos emitidos, unos 8.200 sufragios) hace muy difícil el trabajo de las casas de encuestas, que necesitarían la precisión de un reloj atómico para atinar con números tan pequeños. Una tarea que se complica, además, ante la escasa trayectoria de partidos como Vox, que ofrecen pocos referentes históricos para encuadrar a sus posibles votantes. Eso sucedió en el año 2019. La encuesta de GAD3 para Diario LA RIOJA reflejaba una fuerte caída del PP y un avance notable del PSOE, lo que finalmente se produjo, aunque también auguraba la entrada por los pelos del PR+ y de Vox en el convento de La Merced. El CIS no contemplaba el ingreso de la extrema derecha, pero sí una representación cómoda, con dos o tres escaños, de los regionalistas.

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El PR+, a cuatro décimas

Las urnas, sin embargo, resolvieron que no había sitio ni para el PR+ ni para Vox en el Parlamento de La Rioja. Como en un juego de vasos comunicantes, esos huecos quedaron a disposición de los demás partidos y el PSOE sacó una cifra superior a la que le habían augurado los sondeos. Las encuestas, en realidad, habían fallado por poco. El PR+ sacó el 4,61% de los votos. Apenas le faltaron 700 papeletas para coger escaño. Vox sí que quedó más lejos, con el 3,86%.

Ese problema sobrevuela de nuevo en las elecciones de 2023. La tendencia parece clara: el PP crece y absorbe buena parte del voto de Ciudadanos; el PSOE retrocede, pero sin llegar a desplomarse. Solo en el mejor de los escenarios previstos por el CIS podría llegar a repetir gobierno, apoyándose en una izquierda vitaminada. De nuevo la clave reside en el comportamiento, casi impredecible, de los partidos pequeños: Podemos-IU, Vox y el PR+E. Los tres se mueven, con mayor o menor holgura, en la frontera del 5%. A Por La Rioja las encuestas lo sitúan, sin embargo, lejos de esa barrera. Cuatro monedas al aire que caerán el 28M y que, según como se alineen, pueden decidir el futuro gobierno de La Rioja.

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