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Llegamos a la estación de Atocha, en Madrid, en el momento en que están apeándose los viajeros del AVE procedentes de Sevilla, a eso de las dos y diez de la tarde. Martín Márquez, uno de sus ocupantes, comenta en el vestíbulo que la ocupación ... del tren venía a ser de la mitad de lo que es habitual en condiciones normales. David Bastidas, que confiesa que «quería quedarse en Sevilla», pero que justo estos días se está mudando a Madrid, coincidiendo con un espectáculo en el que participa, afirma que, en realidad, los vagones iban ocupados en una cuarta parte de lo normal. Bastidas también viene con el miedo de que su actuación no llene mucha entrada. Una pareja, ella, australiana, él, estadounidense, que viven en Sevilla, vienen desde la capital hispalense en ese convoy a Madrid para hacer turismo, ver a amigos e ir al teatro. La obra, de una compañía italiana y programada en el Teatro Valle Inclán, se ha cancelado. De todas formas, han decidido no suspender su viaje a la capital. Y coinciden con el resto de los ocupantes de ese AVE en que, si en otras circunstancias iría lleno, el de hoy iba al 50%.
En las salidas desde Madrid el panorama es parecido. En los trenes AVE, Alvia, entre otros, en dirección a Valencia, Alicante, Toledo y Puertollano, que parten a primera hora de la tarde, también hay muy poca gente. De acuerdo con el personal que controla la entrada y marca los billetes, la actividad ha bajado un 50% respecto a un miércoles normal, sin coronavirus de por medio.
Aunque en esas salidas se observa un fenómeno curioso y que se desaconseja: Marina y Alicia, por la suspensión de las clases universitarias, han decidido coger un tren de vuelta a la casa familiar, en Alicante; y Carmen, a quien le han suspendido la beca que desarrollaba en una gran empresa en Madrid durante dos semanas, espera un tren para volver a Cádiz con sus padres.
A ellas se unen una familia de Bogotá, todos sus miembros con mascarillas, que vienen a pasar sus vacaciones a España y están a punto de coger un tren a Alicante: «Nos dio como miedito, pero lo teníamos planeado», afirma Rubia Caballero, que no teme que su llegada a Colombia tras sus vacaciones españolas conlleve muchos problemas.
Más allá de la rebaja de la ocupación, que de acuerdo con el personal de un punto promocional de una marca de coches situado en la zona de salidas del AVE, puede haber llevado a que haya trenes de los que sólo se bajan «cinco pasajeros», la reducción de los viajes, por otra parte algo recomendado por las autoridades sanitarias para poner coto a la extensión del virus, tiene repercusiones en los negocios situados en la estación. Por ejemplo, en los puntos de comida rápida que salpican Atocha, prácticamente vacíos en hora punta, la hora de comer. El encargado de un establecimiento de bocadillos y bebidas, Gabriel Benavente, afirma que sus tres quioscos, prácticamente sin clientela hoy, reúnen entre 120 y 130 personas en un día normal. Además, asegura que la facturación estos días se ha podido reducir en hasta un 60%. En un puesto de una famosa cadena de sandwiches afirman: «Es hora punta, tendríamos que estar llenos, pero está vacío».
La dependienta del establecimiento de Loterías y Apuestas del Estado nos cuenta que también ha notado una caída de las ventas: el martes, en su turno desde las dos hasta las ocho y media de la tarde calcula que habrá tenido cien clientes menos del total de 500 que suelen acercarse a echar la quiniela o el euromillón, lo que supone un recorte del 20%.
En conjunto, la estación presenta bastante pobreza en lo que a trasiego de viajeros se refiere. Nos lo confirma una pareja de trabajadores de la seguridad. Y no es sólo por la bajada de viajes de larga distancia. También se reducen los viajes de los cercanías: «Antes no nos podíamos sentar y ahora no quedan asientos libres». La suspensión de las clases en todos los niveles educativos, el teletrabajo de quien se lo puede permitir y el menor movimiento que se percibe en la ciudad han vaciado todo tipo de trenes.
Juan Plaza, el taxista que nos trae de vuelta a la redacción confirma ese menor número de viajes: coger a un cliente hoy en Atocha cuesta dos horas de espera, frente a días normales, en que la espera suele rondar la media hora. Pero también confirma movimientos irresponsables y desaconsejados: los de estudiantes que se vuelven a casa por el parón de las clases.
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