El mundo buscaba claridad y estabilidad. En lugar de eso, la versión más caótica de Donald Trump azotó este miércoles (ya de noche en España) ... el comercio global con una receta arancelaria distinta para cada país, sacudiendo incluso con más fuerza a sus socios tradicionales. La nueva política de aranceles «recíprocos» del presidente de Estados Unidos -una falacia que no solo contabiliza aranceles, sino políticas monetarias, subsidios y regulaciones-, empieza con una base mínima del 10% a lo ancho del globo, pero se ensaña con los 60 países que considera «los peores ofensores» de EE UU.
A la Unión Europea , por ejemplo -«parecen amigos, pero son de lo peor», criticó-, le aplicará el 10% mínimo a partir ya de este sábado (día 5) y luego el 20% a partir del próximo miércoles (día 9). Sin embargo, mantuvo los impuestos globales del 25% a los automóviles, que según su polémico decreto entraban en vigor en la medianoche del miércoles al jueves. En el caso de China, los nuevos aranceles se suman a los existentes, alcanzando así un 54%, y también afectan a Vietnam con un 46%, país que los fabricantes chinos utilizaban para triangular sus exportaciones.
La caótica lista sin material de aclaración indicaba que Trump estuvo indeciso hasta el último momento. Las filtraciones que hablaban de una imposición homogénea de tres tramos sirvieron para calmar a los mercados bursátiles en las última horas del 'trading' del miércoles, pero dejaron a los inversores aún más impactados al tratar de entender la entelequia con la que desmantela por decreto la globalización.
Abrir «una época dorada»
Para el anuncio de la mayor traca arancelaria, Trump estrenó el Jardín Rosado de la Casa Blanca y reinventó su eslogan de campaña para darle un nombre «histórico» al evento de 'Make America Wealthy Again' (Hacer América Rica de Nuevo), convencido de que inaugura con ello «una época dorada» para EE UU. Bajo un cielo que no sabía si anunciar primavera o tormenta, le aguardaban sentados, junto a su Gabinete al completo, unos 150 empleados del sector siderúrgico y automovilístico, a los que ha prometido devolver con esos aranceles la bonanza robada por el comercio «injusto» al que cree se ha sometido a su país durante las últimas tres décadas.
Se trataba de vengar el «saqueo» y el «pillaje», que a su juicio ha acabado con la industria estadounidense y los empleos bien pagados que impulsaron a la clase media. La esperada sentencia para el comercio global tenía que cumplir tres requisitos, «big, broad and simple», anticipó la Casa Blanca (grande, amplia y simple).
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, advirtió al respecto que «siempre que no haya represalias» los porcentajes anunciados son el máximo a partir del cual se negociará con cada país, lo cual añade otra capa más de confusión e incertidumbre al asunto.
En su papel, la Casa Blanca negaba ser un mercadillo e incluso se erige como el gran nivelador que igualará el juego industrial para que los estadounidenses puedan competir en el tablero global. A la UE, por ejemplo, le acusa de «vetar prácticamente toda la carne avícola» y gravar los automóviles con un 10% adicional al 20% de IVA, mientras clama que EE UU solo impone un 2.5%. «En muchos casos los amigos son peores que los enemigos», protestó. «Un horrendo desequilibrio comercial que ha devastado nuestra base industrial y ha puesto nuestra seguridad nacional en riesgo», afirmó.
En base a esa amenaza para la seguridad nacional, el presidente ha invocado una ley de Emergencia Económica Internacional de 1977 que le da poderes para imponer medidas de tanto alcance que, de otro modo, corresponderían al Congreso. Pero, ante el caos reinante, algunos senadores de su partido contemplan sumarse a la oposición en una ley que niegue al presidente esos poderes excepciones para atraer las competencias comerciales.
Otras excepciones
Además de los automóviles, el arancel «personalizado» por país contempla otras excepciones a sectores que tienen un gravamen separado, como los artículos de acero y aluminio, el cobre, los productos farmacéuticos, los semiconductores, la madera, los metales preciosos, la energía «y otros minerales estratégicos no disponibles en EE UU».
El asesor comercial del presidente, Peter Navarro, abogaba por unos aranceles más estandarizados para cumplir el objetivo anunciado de recaudar 6 billones de dólares en una década con los que bajar los impuestos, para lo que debían ser aranceles homogéneos y permanecer en el tiempo.
A Trump siempre le ha gustado utilizarlos como arma de negociación con los diferentes países a los que amenaza, ya sea para forzarles a adoptar políticas migratorias, luchar contra el narcotráfico o firmar la paz de Ucrania. Como ha hecho, por ejemplo, con los llamados «impuestos de fentanilo», que gravan a Canadá y México con el 25% hasta que erradiquen la entrada de esa droga por sus fronteras con Estados Unidos.
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