Antonio Garamendi
Antonio Garamendi
«Para ser personaje hay que ser persona. Y es lo que intento: ser persona, con eso ya es bastante». Antonio Garamendi (Getxo, Vizcaya, 1958), el líder de los empresarios -de todos, de los más grandes pero también de los más pequeños, como le gusta ... recalcar- disfruta cuando está con su familia, pasea, navega o toca el piano con su hijo, que es músico. El presidente de la CEOE huye de la confrontación y de los extremos, de las palabras gruesas y de los insultos, pero, sin embargo, se ha convertido en la diana de muchos de los dardos lanzados desde el Ministerio de Trabajo, comandado por la vicepresidenta Yolanda Díaz, en lo que parece ya una guerra sin cuartel.
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-Los cruces de acusaciones entre el Gobierno y la patronal son continuos. ¿Se había vivido antes una situación de tanta tensión?
-La CEOE, los empresarios, no somos los causantes de que haya una distorsión en esas relaciones. Serán aquellos que, cuando hemos pactado unos puntos, luego no los cumplen. Nosotros sí cumplimos. Con la reforma laboral nos habíamos dado la mano y la íbamos a defender incluso aunque gobernara el PP. No la íbamos a cambiar. Es una sorpresa que una ley de tanto calado, que se supone que iba a dar estabilidad en el tiempo, se cambie de golpe por intereses políticos sin aviso ni nada… Nosotros no hubiéramos aprobado esa reforma. En ese sentido, nosotros no hemos fallado. Son otros los que han fallado.
-Se le ha comparado con Trump, con Milei, les han acusado de burlarse de los ciudadanos… ¿Cuál de los insultos o acusaciones que les ha lanzado Díaz les ha dolido más?
-¿Te digo la verdad? Ninguno. No voy a entrar en ese juego. Nosotros no entramos en descalificaciones y menos personales. En España sobran las descalificaciones. Pero estamos tristemente en una dinámica de descalificaciones personales cuando lo que tenemos que defender son las ideas, defenderlas con ganas, con criterio, pero con mucha educación y moderación.
-Dicen que algo no duele cuando viene de alguien a quien no se aprecia...
-No, yo tengo mucho respeto institucional, es clave. Las formas, las instituciones, hay que respetarlas, porque son la base de la democracia. Pero hay algo que sí echo en falta: que es la lealtad institucional. Todo el juego de radicalidad, de descalificaciones… desde luego en esta casa, mientras yo sea presidente, ni lo comparto ni lo apruebo.
-Asegura que ustedes no han fallado. ¿Ha fallado el Gobierno? ¿Les ha mentido?
-Nosotros hemos firmado una serie de acuerdos y los acuerdos están para cumplirse. Yo lo digo: ellos no han cumplido. Y eso genera un motivo de desconfianza. Para volver a firmar hay que saber que no te pueden cambiar las normas en medio minuto.
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-¿Le ha decepcionado también la actitud de los sindicatos?
-Yo pongo en valor siempre a los sindicatos, que muchas veces son denostados y sin embargo son fundamentales. Gestionamos la mayor infraestructura que tiene el país: que es la paz social. Con CC OO y UGT hemos llegado a grandes acuerdos y la vocación es seguir llegando. A nosotros no nos tienen que invitar a la mesa. Ni a los sindicatos. Somos los artífices de la mesa. Es nuestra casa. Pero cuando el árbitro se viste del equipo contrario, cuando el árbitro te dice: «Vas a salir a jugar pero pierdes 5-0», cuando te dan el final del partido, desde luego eso de diálogo social es relativo y por eso lo defino como un monólogo social.
-¿Se siente atacado por el Ministerio de Trabajo, por Yolanda Díaz?
-La realidad es que sí, yo he recibido críticas. Que si esto es una burla. ¿Una burla es decir tu opinión? Yo creo que no. Hemos recibido un ultimátum. Porque yo insisto: en democracia también se puede decir que no. ¿Por qué tenemos que decir que sí cuando pensamos que puede ser malo para muchas empresas, especialmente para las pequeñas, a las que les va a afectar mucho más?
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-¿Qué ha pasado con esa sintonía que exhibía con Yolanda Díaz? Parece que se ha pasado de una especie de luna de miel a un divorcio mal avenido.
-Nunca ha habido una luna de miel. Yo en ningún caso he descalificado a la vicepresidenta. Pero no comparto en absoluto cuáles son los criterios que ha utilizado el ministerio de Trabajo. ¿Qué dice ahora que vamos a volver a sentarnos? Me parece muy bien. Pero si te das cuenta, sigue estando el resultado final.
-El Gobierno y los sindicatos piden a la CEOE una señal, que diga claramente si acepta o no la reducción de jornada.
-Es que me encanta. El tema es genial. Es decir, vamos a negociar, vamos a ver cómo negociamos. Por cierto, necesitamos una señal de que aceptas esto. Bueno, entonces ya está acabada la negociación, ¿no? Es genial. ¿Y por qué no negociamos que son 44 horas? Insisto: Eurocopa. Vamos a jugar el partido. Vas a salir a perder cinco cero. ¿Pero por qué? No, espera, igual te dejo perder cuatro cero. Bueno, a ver, yo creo que cuando tú sales a una negociación, salimos a ganar todos. Y cuando digo salimos a ganar todos significa sale a ganar España, que es la que tiene que ganar. No tengo que ganar ni yo ni el sindicato ni el Gobierno. Tenemos que ganar todos y tenemos que ser responsables para que eso sea así.
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-¿Qué tendría que poner encima de la mesa el Ministerio de Trabajo para darle su apoyo?
-Lo primero que tiene que poner es la máxima de escuchar. Y la sensibilidad de la gente que realmente sube y baja las persianas todos los días. Pero también pido discreción. Ahora, si el final es «no, me tienes que decir ya que aceptas esto», ¿pero qué me estás diciendo? El momento en que yo te diga que acepto esto, ya a partir de ahí es igual. Si es que van a abrir en canal todos los convenios de este país de golpe. ¿Cuál es la confianza de gente que ha firmado un convenio antes de ayer y que en canal te lo cambian pasado mañana?
-¿Y si os ofrecieran retrasar su aplicación hasta que decaigan los actuales convenios y aumentar las horas extras?
-Son cosas de las que se están hablando. Efectivamente, hay muchas cosas que pueden paliar. En Francia hay un descuento, hay muchas más horas extras, están beneficiadas por la propia Seguridad Social. En Francia la jornada de 35 horas fue un fracaso. Y hay otros aspectos que tienen que tener presentes: las pequeñas empresas, las empresas con contratación pública, que resulta que están enganchadas en esas contrataciones y con las que el Estado no tiene ninguna sensibilidad. Y, sinceramente, tampoco entiendo que la vicepresidenta se dedique a recibir a las empresas que yo también represento no sé para qué. Ella sabrá, pero se sienten muy representadas en esta casa.
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-¿No le ha sentado entonces bien este puenteo?
-No, a mí ni me sienta ni me 'desienta'. Pero se equivoca si piensa que va a convencer a nadie porque quiera llamar. Que no piense que nos va a dividir. Es la primera vez que se está hablando de algún tema y, en paralelo a una mesa, en este caso el Ministerio de Trabajo se dedica a hacer fuegos artificiales.
-¿Comparte la CEOE el manifiesto de Cepyme en el que se acusa al Gobierno de intervencionismo, de injerencias, de estar cerca del comunismo?
-La gente está enfadada, preocupada. El mundo empresarial está con una sensación de inseguridad. Dicho esto, yo no lo hubiera escrito así. Todo esto se puede transmitir desde la moderación, que es lo que necesitamos en España: moderación.
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Antonio Garamendi defiende con ahínco en un escenario que se ha vuelto hostil que las empresas tienen que ganar dinero y crecer, tener cuantos más beneficios mejor, algo que ahora parece que se ve con malos ojos...
-¿Se está estigmatizando a los empresarios?
-No comparto los ataques que ha habido por algunos miembros del Gobierno. Ataques contra personas, con nombres, incluido yo. Eso en Europa no se había visto desde hace mucho tiempo. Y hay un tema que también es importante: las empresas tienen que ganar dinero y tienen que crecer. Sin embargo, ponemos todas las trabas para que no crezcan. No se entienden para nada los impuestos a la carta tanto a las eléctricas como a las energéticas. Esto del impuesto de patrimonio, de los impuestos de sucesiones, de los impuestos a las grandes fortunas… que realmente no recaudan, lo único que hacen es estar quitando el aliciente para que la gente venga a trabajar. Hay directivos a los que no les compensa estar en España.
-¿Defiende entonces que hay que quitar ciertos impuestos o rebajarlos?
-Por supuesto. Cuando hay unos impuestos equilibrados, se pueden pagar; cuando no, la gente sale corriendo.
-¿Percibe algún tipo de división en el seno del Gobierno?
-No voy a hablar de política, pero creo que las cosas son lo que parecen.
-Que el Gobierno se meta en empresas como Telefónica bajo la excusa de que son estratégicas, ¿le preocupa?
-Tenemos que estar vigilantes no tanto en que en un momento dado los gobiernos de turno puedan participar en una empresa si es estratégica, como en cuanto que quieran gestionar a su aire esa empresa, controlarla.
-Este año no tenemos presupuestos. ¿Qué problemas puede acarrear esto?
-Es una anomalía que está encima de la mesa y que no tiene mucho sentido habiendo pasado más de la mitad del año. Pero el problema ya no es que estemos sin presupuestos en julio, es que no están ni presentados. Si realmente queremos avanzar, es algo que es muy importante y echamos de menos.
-¿Puede el Gobierno aguantar si no consigue tampoco aprobar los presupuestos del año que viene?
-Ahí sí que no te puedo contestar. Lo que sí creo es que debe haber presupuestos. Es más, creo que incluso hay que presentarlos aunque no te los aprueben.
-De economía sí sabe, y mucho. ¿Va como un cohete la economía española?
-Sinceramente ni esto es un cohete ni tampoco está horriblemente mal. Depende. También es verdad que todo esto va por barrios: hay sectores que están yendo bien y hay otros, los pequeños, que están sufriendo más. ¿Las cosas van mal? No. ¿Las cosas van magníficamente bien? Van bien, pero para mí no es tanto que vayan bien o mal, como que hagan las cosas para que vayan a mejor. Porque si no las hacemos bien, las torcemos.
-Sé que aún es pronto, pero tengo que preguntárselo: ¿se siente con fuerzas para un tercer mandato?
-Tenemos dos años y medio por delante, vamos a seguir trabajando y Dios proveerá. Cuando toque, pues ya se verá.
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