Los países del Golfo Pérsico han encontrado en España el tesoro que estaban buscando desde el 'shock' de la pandemia para asegurarse un futuro con el que, más allá de los boyantes petrodólares que les proporciona el crudo, puedan dar salida a los miles de ... millones que acumulan por un negocio que con el paso de los años tiene un futuro oscuro. Nada peor para una economía que tener demasiada liquidez, demasiado dinero: son como ese conocido al que le ha tocado el Gordo de la Lotería y no sabe qué hacer con unas cuantías astronómicas que le pueden hacer perder la cabeza y llegar a arruinarse. En el caso de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Qatar, entre otros, ya se han percatado de que más allá de construir incomprensibles urbes con todo tipo de lujos y excentricidades, necesitan pensar en sus próximas generaciones. Y esa coyuntura pasa por invertir en la economía española. Más concretamente, en el sector energético. Aunque no es el único objetivo de las monarquías de Oriente Medio.
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El interés de los productores de petróleo por las energéticas nacionales viene de lejos, aunque el último gran asalto anunciado ha sido el de la eléctrica emiratí TAQA para hacerse con Naturgy. La primera compañía de aquel país muestra su intención de tomar el control de la histórica gasista. Lo ha anunciado medio año después de que la operadora saudí STC admitiera que quería entrar en Telefónica. En el primer caso, el Gobierno se ha mostrado tranquilo; en el segundo, ha llegado a renacionalizar una parte de la 'teleco' que terminó de privatizar hace casi 25 años. ¿Debemos asustarnos ante esta invasión empresarial extranjera?
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Los fondos soberanos árabes -una suerte de empresas estatales cuya fortaleza financiera les permite moverse como pez en el agua por el resto del mundo- siguen extendiendo su poder a base de unos recursos que no todos los países tienen: petróleo. Esos ingresos son los que le permiten haberse convertido en accionistas de referencia de empresas españolas cuyo poder no es mayoritario, pero sí vital, y en la mayoría de los casos, desconocido. Sirven de apoyo financiero, dan estabilidad a la empresa y permiten aportar una tranquilidad que casi ningún otro gran inversor (un fondo, un plan de pensiones o una aseguradora, por ejemplo) tendría.
La razón por la que las monarquías del Golfo Pérsico se fijan en España se explica «por su necesidad de diversificar, porque tienen muchos recursos y porque tienen muchos vehículos para invertir en el resto del mundo», según explica Ángel Saz, director de EsadeGeo. Este experto apunta que esas economías «tienen ahora muchos recursos por el petróleo pero ya van viendo que sus combustibles fósiles pueden sufrir en el futuro cuando empiece a caer la demanda».
Para Víctor Burguete, investigador sénior en el área de Geopolítica Global y Seguridad de CIDOB, «los beneficios extraordinarios generados el año pasado han acelerado su capacidad de realizar estos planes de expansión». La guerra de Ucrania provocó un alza en el precio del petróleo, que llegó a superar los 120 dólares por barril en pocas semanas, una circunstancia que les permitió contar con más liquidez de la que ya tenían. «Estos países disponían de planes de diversificación del petróleo en las últimas décadas», apunta este experto. Pero la guerra lo aceleró todo, indica.
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La pujanza de esos grandes accionistas es tal que solo en 2022 (el último con datos actualizados del ICEX e IE) los fondos soberanos realizaron inversiones por 95.200 millones de euros. Lo hicieron a través de 376 operaciones, desde octubre de 2020 hasta diciembre de 2021. Mubadala (el de Abu Dabi y Emiratos Árabes Unidos) es uno de los más activos. Además, han experimentado un aumento del 11% en los activos bajo gestión pasando a 11,6 billones de dólares en 2022 desde los 10,39 billones de 2021.
La controversia de la operación sobre Naturgy ha obligado al Gobierno a posicionarse, como ya hizo con Telefónica y la llegada de los saudíes de STC. ¿Tan estratégica es Naturgy como para condicionar la OPA e incluso entrar en el accionariado a través de la SEPI? Para Javier Molina, analista sénior de mercados para eToro, la supervisión gubernamental «es necesaria para proteger los intereses nacionales, y también crea un entorno incierto para los inversores, que deben sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios involucrados».
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El papel relevante de Naturgy se explica por uno de sus grandes activos energéticos para la economía española: el gasoducto que une la península ibérica con Argelia, y por el que recibe actualmente más de un 20% del gas natural que necesita la economía. Por eso, con CriteriaCaixa de por medio, la tranquilidad reina en el Ejecutivo, a la espera de lo que pueda ocurrir, al saber que un socio estratégico liderado por Isidro Fainé, el presidente de la firma, conseguirá llevar a buen puerto la operación sin poner en riesgo el interés estratégico.
El sector energético ya cuenta con intereses del petrodólar en casi todos sus accionariados. Por ejemplo, en el caso de Cepsa, Mubadala (también de Emiratos) posee más de un 60% de la firma. Ese mismo fondo tiene un 3% en Enagás. En Iberdrola, el fondo de Qatar llegó en 2011 y ahora tiene un 8,7%. Es su primer accionista. Desde su entrada, la compañía ha crecido «siempre con el apoyo de Qatar al modelo de inversión en renovables, redes inteligentes y almacenamiento». Están cómodos con esta posición, apuntan desde la firma presidida por Ignacio Galán.
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Javier Muñoz Neira, socio responsable de Asset Management de KPMG en España, apunta que el capital con el que cuentan estas instituciones «es clave para las economías, dado que permite mitigar los shocks económicos, salvaguardan la riqueza de generaciones futuras y desarrollan inversiones clave para el desarrollo» de sus países. Además -apunta este experto- sus movimientos anticipan el camino por el que discurrirá la economía mundial: «El destino de sus inversiones representa un buen termómetro sobre tendencias futuras». Aunque son las de las grandes cotizadas las posiciones que más interesan, en realidad estos fondos soberanos se están mimetizando de tal forma en la economía local y regional, que en muchas ocasiones son propietarios de medianas empresas poco conocidas para el público, pero con un gran valor añadido y, sobre todo, punteras en la transformación de la economía.
Los últimos informes del Instituto de Comercio Exterior apuntan a que el interés de estos países se centra en la tecnología, las energías renovables, la sanidad, el reciclaje y hasta la seguridad alimentaria española. Su expansión es imparable. El único gran riesgo que corren las economías occidentales es acabar engullidas por unos propietarios que se encuentran a miles de kilómetros y cuyo principal interés es el país del que proceden.
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Más allá de la energía, el interés árabe por las empresas españolas también se ha centrado en uno de los grandes de la economía: Omán se interesó por Palacios, Haizea o TCE Cutting; Emiratos, por Meliá Hotels; y Qatar está presente en Colonial y hasta en El Corte Inglés.
En el verano de 2018, la compañía de grandes almacenes y distribución llegaba a un acuerdo con la sociedad Primefin, vinculada al jeque catarí Al Thani, para transmitirle las acciones representativas del 10% de su capital. Cinco años después, la firma catarí reducía a la mitad su participación en la empresa, donde ahora mantiene un 5,5% del capital.
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El desembarco de este fondo en la conocida empresa española supuso un anticipo de lo que vendría después para otras muchas compañías. La constatación de que en el Golfo Pérsico hay demasiado dinero disponible; de que sus Estados tienen la intención de rentabilizarlo en inversiones que vayan mucho más allá de la extracción producción de crudo; y que, por lejos que estén, por ahora han demostrado que aportan tranquilidad a los accionariados en los que se van colando poco a poco a través de todas estas aportaciones de capital.
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