Olatz Hernández
Bruselas
Jueves, 10 de marzo 2022, 14:08
El Banco Central Europeo (BCE) tiene el difícil cometido de confeccionar una política monetaria común para diecinueve países con economías muy diferentes. Todo ello con la guerra en Ucrania como telón de fondo. En su reunión de este miércoles, la primera después del inicio del ... conflicto, el BCE anunció que acelerará el fin de su programa de compra de deuda, una medida que afectará a los países más vulnerables de la eurozona, entre ellos España, cuya deuda superó el 121% del PIB en 2021.
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La inflación rebasa ya el 5% en la eurozona y sigue creciendo al calor de la guerra de Putin, lo que ha presionado al BCE para acelerar su retirada de la adquisición de deuda. El organismo prevé el fin del programa para la segunda mitad del año y ha recalibrado sus inversiones que, finalmente, serán de 40.000 millones en abril, 30.000 en mayo y 20.000 en junio. La medida tendrá un impacto directo en las economías más endeudadas del continente, entre las que se encuentran Grecia, Italia, Portugal, España y Francia–.
Con todo, el BCE insiste en que su consejo monitorizará la situación y, de ser necesario, revisará el calendario y el volumen de esas compras. Según indicó su presidenta, Christine Lagarde, el programa «podría incluso prorrogarse en función de la situación». Ante el complejo escenario que plantea el conflicto en Ucrania y que «llena de incertidumbre» cualquier previsión, el BCE se compromete a «tomar las medidas necesarias para lograr la estabilidad de precios y proteger la estabilidad financiera».
La reunión de este mes del BCE estaba marcada en rojo en el calendario, antes incluso de la invasión de Putin. Era la cita en la que el organismo debía revisar su política monetaria para adecuarla al fin de los estímulos puestos en marcha durante la pandemia y hacer frente a la inflación persistente.
El escenario ha cambiado completamente. A corto plazo, se espera que los precios continúen subiendo, hasta el 5,1%, «impulsados por el precio de la energía», pero Lagarde confía en que se estabilicen a medio plazo en el 2% –la tasa de referencia en las políticas monetarias del BCE–. «La guerra es un gran riesgo. El gas está impulsando al alza el resto de precios y la confianza financiera se está reduciendo», aseguró.
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Por el momento, el organismo no subirá los tipos en 2022, tal y como dejó entrever en enero y como ya han hecho el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal estadounidense. «Los estímulos a la economía siguen siendo necesarios», concluyó Lagarde, quien avisó que «en el futuro, esta decisión dependerá de la evolución de la guerra y, en todo caso, se hará cuando acaben las compras de deuda y de forma gradual». Un aviso para las economías del sur de Europa, que también serían las más afectadas por una subida de tipos.
Con el ataque ruso a Ucrania se cumple el peor pronóstico para la economía europea, que empezaba a ver la luz después del duro golpe de la pandemia. La variante ómicron estaba teniendo un impacto menor en la economía, los cuellos de botella se estaban aligerando y el BCE esperaba un aumento considerable de la demanda interna.
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Ahora, en cambio, el banco europeo prevé un crecimiento económico «robusto, pero más lento de lo esperado». Así, revisa a la baja las perspectivas para 2022 y calcula que el PIB europeo crecerá un 3,7% este año –frente al 4% que calculaba el mes pasado– y un 2,8% en 2023. La reducción se debe, principalmente, al alto precio del gas, «que lastrará la actividad económica europea».
La dependencia energética europea ya se ha revelado como un talón de Aquiles en el conflicto con Rusia y el impacto será especialmente en países como Alemania, que reciben gran parte de su suministro de Moscú. Dos semanas después de que comenzara la invasión, aún existen muchas incógnitas: «Todo dependerá de la duración de la guerra y aún está por ver el alcance que tendrán las sanciones, ya que, por el momento, no se han registrado consecuencias severas», indicó Lagarde.
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Poco a poco, el mayor temor del BCE va camino de cumplirse, con un crecimiento cada vez más débil y la inflación disparada. En un entorno así, cualquier medida para combatir el alza de los precios repercutiría negativamente en la economía y una política expansionista avivaría la inflación.
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