El mordisco de la inflación a los ahorros de los mayores

Las subidas de precios dejan ganadores y perdedores por el camino

Viernes, 13 de septiembre 2024, 09:19

Este artículo corresponde a la nueva newsletter 'Claves económicas', donde se analizan los temas económicos de actualidad cada semana.

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Los bancos centrales llevan mucho tiempo con el sistema de alarma activado (en su caso, los tipos de interés) ante la subida de la inflación. Buenas ... noticias. Parece que este ciclo de inflación elevada va a acabar y, ayer, el Banco Central Europeo (BCE) dio una pequeña alegría a los millones de hipotecados de este país al recortar un cuartillo los tipos, lo que abaratará las cuotas de las hipotecas.

Tampoco es que los bancos centrales hayan estado muy finos estos últimos tiempos. No supieron calcular bien la fuerza con que se iba a trasladar la subida de las materias primas a la inflación subyacente e interpretaron que el repunte de precios era transitorio. A pesar de la moderación de las subidas de precios y los recortes de tipos, los bancos centrales seguirán con el cortisol por las nubes. La guerra de Ucrania, la guerra de Gaza, la lucha contra el cambio climático -y sus consecuencias-, la guerra arancelaria… todo eso complica el futuro y la política monetaria.

Pese a todo, hay que ver con perspectiva histórica la situación inflacionaria. En España, los que ya tienen cierta edad, recordarán la década de la Transición, donde no es que los precios se recalentaran, es que estaban en plena ebullición. Desde 1973 a 1983, la inflación fue siempre de doble dígito, llegando a superar el 26% en 1977.

Igual que nunca llueve a gusto de todos, la inflación no nos afecta a todos por igual. Se dice que la inflación es el impuesto de los pobres. De hecho, en 2021, el poder de compra de los hogares más pobres se erosionó un 40% más que el de los hogares acomodados (informe de Esade). Pero hay muchos más elementos.

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La inflación alta impacta sobre todo a las personas de más edad. Porque las subidas de precios afectan a nuestro poder adquisitivo, desde luego, pero también a nuestra riqueza y ahorro.

Vayamos por partes. Si suben los precios de los productos y no nuestro salario, tendremos menos capacidad de comprar cosas, pero las cosas básicas hay que consumirlas. Tenemos que comer (podremos comprar más patatas y menos carne si no nos llega el sueldo, pero comer hay que comer), también tendremos que pagar la luz y la calefacción en casa, vestirnos, ir en metro o autobús o incluso llenar el depósito de vez en cuando. Aquí cada uno tendrá una cesta de la compra propia en función de sus circunstancias. La inflación lo que provoca es que haya que destinar mayor parte del salario a comprar esas cosas, con lo que disminuye la capacidad de ahorro y de acumular riqueza.

Veamos qué pasa con los bienes o activos que tengamos. La inflación enriquece o beneficia a los deudores y empobrece a los ahorradores y acreedores. La inflación reduce el valor de las deudas, como puede ser una hipoteca o la deuda pública. Si hace cinco años pidió un préstamo al banco de 100.000 euros para comprarse una casa, en la actualidad no podría comprar esa casa solo con ese dinero.¡Enhorabuena a los que lo consiguieron! Siguen debiendo al banco ese préstamo (ya un poco menos de los 100.000 euros) pero su deuda tiene un valor real inferior (los productos y bienes que podría comprar con ella son menos ahora que hace cinco años). El Estado y las administraciones territoriales, que acumulan una deuda superior a los 1,6 billones de euros (el trozo más grande corresponde a la administración central), son grandes deudores que también ven reducirse el valor de su deuda con la inflación. Además, hay doble beneficio: la inflación incrementa nominalmente el Producto Interior Bruto (PIB) y se reduce en consecuencia el ratio de la deuda pública sobre el PIB, que es lo que mide Bruselas para evaluar si un país cumple o no las reglas.

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Pero cuando se tienen ahorros, la cosa cambia. Tener dinero en el banco con una inflación alta supone ver reducirse progresivamente el valor de ese dinero. Podrá comprar hoy menos cosas que cuando lo 'guardó' porque los precios han subido. Es decir, que su dinero vale menos.

Cada hogar tiene una cesta de la compra y unos bienes distintos y la inflación que experimenta varía en función de ello. Un estudio del Banco de España y de BBVA Research analiza el impacto del fuerte aumento de la inflación en 2021 en los hogares españoles (6,5%, la más alta desde 1990) y advierte que fueron las personas mayores las más perjudicadas, en particular los de menor nivel de renta. Porque el aspecto más relevante a la hora de explicar el impacto diferencial de la inflación es la edad y no tanto el nivel de renta, concluye. La razón puede parecer obvia: las personas mayores suelen ser ahorradores y tener su dinero en depósitos o cuentas corrientes. Y, como hemos dicho, su valor cae con la inflación.

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Por el contrario, en términos netos, las personas de mediana edad (36-45 años) no se vieron muy afectadas por el aumento de precios porque la mayoría tiene una hipoteca y las pérdidas que sufrieron en la capacidad de poder adquisitivo se vieron compensadas por el efecto en su riqueza (el valor de la vivienda aumenta y el de la deuda cae). La última sorpresa de este estudio (circunscrito a 2021 y sin tener en cuenta las medidas fiscales que se tomaron para aliviar los efectos de la inflación en los más vulnerables) es que para los hogares jóvenes y de mediana edad de menor renta la subida de la inflación no tuvo un impacto neto negativo, al revés.

Cómo nos afecta dónde vivimos

Si la subida de precios nos daña de forma distinta según nuestra edad o nuestro nivel de renta. ¿Cómo nos afecta el lugar donde vivimos?

Entre junio de 2019 y junio de 2024, España acumuló una inflación del 18,9%. Lo que significa que, de no haber subido nuestro salario, hubiéramos perdido casi una quinta parte de poder adquisitivo. En ese mismo periodo, la inflación acumulada en Castilla-La Mancha y Galicia fue del 21,2% y del 20,4% respectivamente, mientras que la de Madrid apenas alcanzó el 17,1%, cuatro puntos porcentuales menos que en Castilla-La Mancha. Por tanto, los castellano manchegos se han empobrecido más que los madrileños.

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¿Por qué estas diferencias entre autonomías? Por cosas muy diversas. Influye, por ejemplo, la extensión de la red de gas natural. Entre junio de 2019 y junio de este año, el precio del gas natural ha bajado el 6,3% mientras que el precio del butano ha registrado una subida acumulada del 22,4%. Está claro lo que viene a continuación, ¿no? En aquellas zonas donde hay mayor cobertura de gas natural como Navarra, la Comunidad de Madrid, Cataluña o La Rioja, su cesta de consumo se ha visto beneficiada. Además, la reducción del IVA del gas contribuyó en mayor medida a reducir la inflación en aquellas comunidades en las que el gas natural y el gas ciudad se usan más.

Las subvenciones al transporte público urbano e interurbano tuvieron un alcance desinflacionario muy diferente debido, por un lado, al complemento que cada Gobierno autonómico aprobó y por otro, a que donde más se utiliza más contribuyeron a moderar la inflación. Por ejemplo,la gratuidad en Cercanías -medida aplicada en toda España- ha tenido un impacto más beneficioso en la Comunidad de Madrid y Cataluña que es donde los núcleos ferroviarios son más importantes.

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Las medidas para combatir los efectos de la inflación han moderado su impacto pero no de la misma manera para todos. Según el análisis realizado por los economistas Miguel Almunia, Ángel Martínez y Javier Martínez, la mitad del coste fiscal de rebajar el IVA a los alimentos ha engrosado el ahorro del 40% de los hogares con rentas más altas. Los hogares con menor renta ahorraron 35 euros anuales por el menor IVA, mientras que el beneficio en los hogares con mayor renta fue de 85 euros anuales (la razón: que consumen más los de mayor renta). En todo caso, la medida es progresiva respecto al gasto: los de renta más baja tuvieron un beneficio del 0,30% de su gasto anual y para los más ricos fue del 0,15%.

Para próximos repuntes de precios, que no son en absoluto descartables ante las tensiones geopolíticas y el efecto que puedan tener la desaparición de las rebajas impositivas, se invoca un enfoque distinto, recomendado incluso por el Banco de España.Transferencias focalizadas en los hogares más vulnerables en función de su renta, lo que tendría un menor coste presupuestario que medidas generalizadas. Y la vuelta al rigor de las reglas fiscales europeas obligan a medir con cautela el gasto público. Haya o no Presupuestos del Estado para el próximo año.

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Lo que está claro es que la inflación se volverá persistente si cada grupo de la economía (empresarios, trabajadores, productores, consumidores...) intenta conservar su prosperidad a expensas de los demás. Naturalmente que nadie quiere perder. De ahí la reclamación de la indexación (subidas conforme a la inflación) generalizada de salarios públicos o de las pensiones. Sin indexación, los ingresos reales disminuyen para los funcionarios públicos, los jubilados y los receptores de transferencias de asistencia social. También para los trabajadores o los empresarios que trabajan para la administración y no pueden variar sus precios. Pero hay que tener en cuenta que la indexación afianza las expectativas de inflación. Casi todas las economías avanzadas y el 50% de las economías de mercado emergentes tienen alguna forma de indexación en las pensiones, según el FMI. Se ha vuelto más frecuente pero, al mismo tiempo, muchos países la han hecho menos generosa para reducir la carga sobre el presupuesto y salvaguardar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones. De una forma o de otra, los grandes perdedores de la inflación son nuestros mayores.

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