La premisa de que la industria –y más en el caso de las tecnológicas– tiene que estar primero dispuesta a invertir grandes sumas de dinero antes de lograr beneficios sustanciosos está poniendo a prueba las costuras del imperio de Mark Zuckerberg, creador del universo Facebook ... y propietario de WhatsApp e Instagram, cuyo día a día se ha convertido en un descenso a los infiernos desde que en octubre de 2021 hizo pública la conversión de su matriz en Meta y su empeño de hacer del metaverso, entornos virtuales inmersivos, la nueva revolución tecnológica. Quince mil millones de dólares invertidos después –y de encadenar durante siete meses pérdidas que harían tambalear a más de un gobierno–, el genio de las redes sociales sigue sin entusiasmar a nadie en un universo donde la indiferencia es sinónimo de muerte. Ni siquiera ha logrado conquistar a sus empleados de Horizon Worlds, principal terreno de juego del metaverso, donde el magnate quería que trabajaran y mantuvieran reuniones. Pero cuando son ellos mismos los que se resisten a incorporarlo como herramienta laboral (gafas que dan mareos, falta de funcionalidad), surge la pregunta: si ni siquiera consigo cautivar a mi gente, ¿cómo puedo pretender apasionar al resto? El resultado no se ha hecho esperar: las cuentas trimestrales hechas públicas esta semana reflejan que las acciones acumulan este año la pérdida del 70% de su valor, lastradas por el recorte de los beneficios a la mitad. Y mientras Zuckerberg pide paciencia, los despidos se suceden en cascada.
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Es cierto que la deriva de Meta no obedece exclusivamente a la entrada en juego del metaverso. Zuckerberg, a quien aún escuece el escándalo de recopilación de datos de Cambridge Analytica, asiste desde hace meses a una tormenta perfecta sometida a la tiranía del algoritmo, que te encumbra un día y te sepulta al siguiente. Buena prueba es lo ocurrido con Instagram, que pierde posiciones a marchas forzadas en beneficio de TikTok (propiedad del conglomerado chino ByteDance); o el cambio de paradigma que ha supuesto para la industria que Apple pregunte ahora a sus usuarios si quiere que les rastreen o no, privando a Zuckerberg de la información que alimenta su maquinaria. También los reveses que llegan desde los tribunales, donde no dejan de bloquearle proyectos de compra con el argumento de que contraviene las leyes de la competencia.
En este escenario tan poco prometedor es donde Zuckerberg se ha propuesto plantar batalla con una herramienta que está todavía en mantillas y que necesitará al menos una década para despuntar. Una batalla que se adivina encarnizada y que está ligada al desarrollo del hardware –cascos VR de PlayStation o las lentes HoloLens de Microsoft– y del software, donde destacan Facebook Horizon, Microsoft Mesh o el Fortnite de Epic Games. Y no le faltan rivales, como demuestra la irrupción desde la pandemia de plataformas como Decentraland, Sansar o Sensorium Galaxy, esta última especializada en ofrecer conciertos en realidad virtual.
El tránsito de Zuckerberg ha encendido algunas alarmas y abierto el debate sobre el futuro del metaverso. Ecequiel Barricart, director creativo de You Media, interpreta lo ocurrido como la necesaria 'prueba y error' que antecede cualquier avance de la sociedad. Para él, Zuckerberg es el elemento tractor de una revolución –el paso del mundo bidimensional al 3D– que plantea posibilidades extraordinarias, aunque no tiene del todo claro si será capaz de sobrevivir a los acontecimientos. «Esto es como hace años, cuando en Internet empezaron a salir varios buscadores: unos se impusieron, pasaron la prueba, y otros se quedaron en el camino».
Sobre lo que no alberga dudas es que «la nueva tecnología ha llegado para quedarse, otra cosa es el formato en el que lo acabe haciendo». Para él, el metaverso es una especie de tierra ignota, «un lugar por explorar y donde podemos coger lo que mejor se adapte a nuestras necesidades». Un espacio todavía muy verde pero llamado a evolucionar, lo que plantea oportunidades emocionantes. «Es el momento de ser creativos a lo bestia, de construir». Pero sin perder la cordura, porque conviene, recuerda, gestionar bien las expectativas. «Pensamos mucho en clave de lo que está por llegar y no en aquello con lo que podemos contar ahora mismo».
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Una cautela de la que se hace eco Álex Rayón, vicerrector de Transformación Digital de la Universidad de Deusto, a quien lo ocurrido tras el lanzamiento de Horizon Worlds –el entorno donde se desarrolla Meta– impide dar por supuesto que este vaya a ser el entorno futuro de interrelación de las personas. Preguntado por si el metaverso va bien, mal o regular, Rayón contesta que echa en falta una 'killer app', una aplicación de uso masivo para que la nueva tecnología despegue. Ahora bien, de ahí a que el modelo fracase hay un abismo. «Tomemos el ejemplo de Oculus, las gafas de realidad virtual cuya última versión ha salido al mercado a 1.500 euros. ¿En una coyuntura como la actual tiene eso futuro? Pues depende de quien sea el destinatario. Si estamos pensando en simuladores de vuelo y hospitales virtuales, por supuesto que sí; si creemos que esto va a ser como el smartphone que te regalan por contratar pues no parece que sea el caso. No es que la tecnología no triunfe, quizá lo hace de otra manera».
Tampoco cree que el metaverso se convierta en ese lienzo en blanco que preconizaba el mundo distópico de 'Matrix' cuando Morpheus daba la bienvenida al «desierto de lo real». «A la mayoría de la gente no le gusta crear; necesita una guía y prefiere adherirse a movimientos. Y ahí está precisamente parte del problema del metaverso, ese '¿y qué puedo hacer?', lo que deja la puerta abierta a ser dirigidos por compañías y gobiernos, interesadas en que el destinatario final crea lo que ellas quieren». En este escenario, dice el experto, «el riesgo de manipulación es claro, sobre todo si empresas como Facebook tienen una cuenta de resultados y se deben a ella».
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Ecequiel Barricart
Director creativo de You Media
Para Pierre Bourdin, profesor de Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, «es indudable que el gran salto todavía no se ha producido. Pero creo que de la misma forma que hoy por hoy es casi impensable abrir un negocio sin tener una página web, quizá de aquí a 5 ó 10 años sea complicado hacerlo sin que tenga su reflejo en esta tecnología». Y ahora viene la segunda parte. «Yo veo el metaverso como unos grandes almacenes donde lo que importa a las empresas es ver por dónde van a entrar los usuarios, porque quien canalice ese flujo tendrá el poder», ejemplifica. «De ahí la carrera que se está produciendo. Si observamos la evolución de los dispositivos móviles, observamos que había compañías que en un primer momento eran punteras y luego han ido desapareciendo. Su papel fue crucial en el desarrollo de sistemas, pero equivocaron la apuesta. Con esto quiero decir que hasta las tecnologías exitosas se cobran sus víctimas en el proceso de abrirse camino». Que ese sea el caso de Zuckerberg está por ver.
Su preocupación se dirige a la falta de gobernanza que hoy por hoy preside el metaverso. «Hablamos de una tecnología que está creciendo muy rápido y va muy por delante de la reflexión a largo plazo que un tema como este merece. Tecnología y ética no tienen por qué ser antagonistas, pero es importante tener claro que avanzan a ritmos muy diferentes». En su opinión, existe el riesgo de pensar que como todo es virtual, no hay consecuencias. «Pero los efectos son muy reales y me afectan como persona. Podemos vivir experiencias muy bonitas, que nos enriquecen; pero al mismo tiempo, podemos matar a una persona, abusar de ella, acosarla o ser acosados. Todo esto afecta psicológicamente y tiene luego un reflejo en la vida. En la real».
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Hace un mes, la compañía californiana Utopia adquiría Virtual Voyagers, la empresa española de referencia en el proceloso mundo de la realidad virtual que se halla inmersa en su propio desarrollo de metaverso, con el que pretende dar servicio a corporaciones, empresas y artistas. Según el Observatorio Blockchain, la firma ha realizado hasta ahora 230 proyectos para marcas tan dispares como Vodafone, Ikea, Disney o Inditex. ¿Su propósito? Lograr la mejor experiencia inmersiva y hacerla accesible lo mismo desde un móvil que en la web.
Pese a todos los mapas mentales que deberá vencer aún y la cascada de términos hasta hace poco incomprensibles que llegan de su mano –'blockchain', 'token', 'gadget', 'NFTs'...–, cada vez es más raro hallar un ámbito donde no incursione el metaverso. ¿Qué tienen en común esas empresas y otras que han tomado la senda del metaverso? «El objetivo de mejorar la experiencia del cliente y abrir nuevos canales de relación y comunicación con ellos», dice Ángel Garabieta, director comercial de CaixaBank, que no se cierra a trasladar esta experiencia a los propios empleados.
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Educa360 es una 'start-up' sevillana que crea aulas virtuales y a la que basta un navegador para impartir una clase de Historia desde una polis griega o de geología desde una simulación de Marte. Es sólo un ejemplo. En Ribera del Duero, Dominio del Pidio es la primera bodega de España en llevar su negocio al mundo virtual, con el avatar paseando entre cubas y la posibilidad de adquirir caldos o asistir a eventos. En Benidorm, el Ayuntamiento ha adquirido los derechos para levantar una ciudad virtual donde nadie más pueda edificar –no vaya a ser que alguien decida convertirlo en un escenario de guerra y arruine el resultado–, un espacio que conocer desde el móvil o el ordenador, y que acabe animando a visitar la auténtica.
Y es sólo el principio. Ya hay artistas como Hirst que destruyen su obra física a cambio de vender el NFT (un token no transaccionable); o diseñadores de moda como Tommy Hilfiger, que a sus 71 años acaba de dar el salto al metaverso y trabaja ya en un desfile que alternará las prendas físicas con otras digitales... para vestir a avatares.
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de las empresas habrán incursionado en el metaverso en el plazo de cinco años, según la consultora tecnológica Baufest. Ahora, sus principales nichos son el marketing digital y la comunicación de las grandes marcas.
millones de dólares ha invertido Mark Zuckerberg en el último año con resultados bastante decepcionantes. Y no serán los últimos. «Estamos comprometidos a ser líderes de la industria en la que creemos», dicen desde Meta.
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