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La recuperación europea se ha topado con un obstáculo: la apreciación del euro, que merma competitividad, encarece las materias primas y deprime la inflación. Esta semana la divisa ha superado la cota de 1,20 dólares por primera vez desde 2018. Desde mínimos anuales en ... el entorno de 1,08, sube más del 10%.
Juan Luis García Alejo, de Andbank, afirma que en ello ha influido el paso adelante que ha dado la Unión Europea con la creación del fondo de reconstrucción, lo que libera al euro de dudas sobre su integridad.
La moneda registró un último tirón cuando el presidente de la Reserva Federal de EE UU (Fed), Jerome Powell, anticipó que la institución dejará que la inflación sobrepase el 2%, lo que hace pensar que los tipos del billete verde estarán bajos más tiempo o que, como dice Pedro del Pozo, de la Mutualidad de la Abogacía, la Fed se ha equivocado al subir el precio del dinero en los últimos años.
Bajo la apreciación del euro (o la caída del dólar) hay un cambio de calado que señala Roberto Ruiz-Scholtes, de UBS: se ha roto el carácter del dólar como refugio de alta rentabilidad. La seguridad no suele convivir con el elevado rendimiento y «se ha producido un ajuste en algo que era una anomalía». Ruiz-Scholtes ve al euro con recorrido hasta 1,29 dólares, aunque cree que a corto plazo oscilará entre 1,15 y 1,20 unidades.
Palabra de Banco Central. La expresión de los temores del BCE por una divisa apreciada la replegó de 1,20 a 1,18 en dos días
Los analistas de Pimco Gene Frieda y Sachin Gupta añaden: «La agresiva respuesta de la política de la Fed ha erosionado la ventaja de rendimiento del dólar acumulada a lo largo de un ciclo plurianual de subidas de tipos». El dinero ahora prefiere el euro.
El que ha dado la voz de alarma sobre las negativas consecuencias de un euro fuerte en la economía ha sido el propio Banco Central Europeo. Cuando llegó a 1,20 unidades, su economista jefe, Philip Lane, admitió que es algo que le preocupa. El poder del Eurobanco fue tal que la divisa comunitaria se replegó hasta 1,18.
Santiago Carbó, de Funcas, señala que no hay mucho que el BCE pueda hacer de verdad, ya que el tipo de cambio no entra en su mandato. Pero la caída de la moneda provoca que las importaciones sean más baratas, lo que reduce aún más la inflación y ello es una excusa para que el BCE anuncie un aumento de las compras de activos antes de fin de año.
Por el momento, los analistas no se muestran muy alarmados sobre el impacto de un euro fuerte en la economía. Pedro del Pozo reconoce que el movimiento de la divisa ha sido «espectacular», pero añade que la cota de 1,20 se puede considerar «razonable». Y, si hay una correlación negativa entre el dólar y las materias primas (cuando el primero baja, las segundas suben), cree que el barril en los 45 dólares no es peligroso para Europa.
Pero la situación está al límite de complicar la existencia a la economía, lo que sucedería si el euro supera la resistencia de 1,20 y se va acercando a 1,30 (UBS lo ve en 1,29), o si el crudo rompe los 50, los 55, los 60 dólares.
García Alejo afirma que si bien la situación no es aún alarmante, el BCE ya no está cómodo. Y recuerda que si bien los niveles no son excesivos, en la factura económica ya está pesando porque el fortalecimiento ha sido importante en términos porcentuales y rápido, lo que ya se cuenta en menos crecimiento y menos inflación que si el euro estuviera en niveles de hace seis meses.
Carbó también se muestra preocupado: un euro en 1,20 en un escenario de grave recesión es un problema que además no tiene rápida solución. Una divisa fuerte puede infringir una pérdida de competitividad terrible capaz de borrar de un plumazo las ganancias de productividad.
La economía europea es muy abierta, muy exportadora. El daño puede ser más intenso en los países centrales, Francia y Alemania, lo que terminaría afectando a España, ya que son economías tractoras de las del sur. Además, España está expuesta al tipo de cambio por su mercado inmobiliario y su sector turístico dependientes de extranjeros de fuera de la zona euro, como los británicos.
Aunque un euro fuerte puede tener efectos positivos: si bien un dólar débil puede provocar un crudo caro, si éste se mantuviera estable, un euro fortalecido reduce la factura energética a Europa. Además, Ruiz-Scholtes cree que la fortaleza del euro puede favorecer a la Bolsa europea, que pueden ganar inversores con el atractivo de la moneda. Además, la caída del dólar se interpreta como síntoma de mayor confianza de los inversores, que optan por no quedarse en el seguro billete verde y se aventuran con activos más cíclicos, como lo es el propio euro.
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