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Los bancos centrales han vuelto a colocarse en primera línea de fuego para atajar el deterioro de la economía y la volatilidad de los mercados que en este caso está provocando el coronavirus. En posición de vanguardia, la Reserva Federal norteamericana (Fed), que el martes ... bajaba los tipos de interés cincuenta puntos básicos fuera de su calendario de reuniones fijado para tomar decisiones de política monetaria, aunque no tanto por sorpresa.
Fue una clase de movimiento que no se veía desde 2008, desde el peor momento de la crisis financiera, precisamente, cuando se inauguró el largo periodo de políticas monetarias no convencionales en el que el mundo aún se encuentra inmerso con reducciones del precio del dinero hasta el 0% y más allá, inyecciones de liquidez y compras de activos que han llevado a hinchar los balances de los bancos centrales hasta niveles mareantes: el Banco Central Europeo y la Fed cuentan, entre los dos, con instrumentos financieros por volumen equivalente a ocho veces el PIB español.
Esta misma duración del tratamiento –más de una década– es la que, por sí sola, puede estar llevando a que, como señala Borja Goméz, de Dunas Capital Inverseguros, sus medidas tengan cada vez menos efecto tanto en los mercados como en la economía real.
Aunque en el caso que nos ocupa, en particular, la bajada de los tipos de interés para contener el coronavirus, las virulentas caídas de las Bolsas que se vieron a continuación pudieron también tener que ver, como plantea Marián Fernández, de Inversis, con una posible decepción porque la Fed no se coordinara con otros bancos centrales para acometer una acción conjunta. O con que su decisión no viniera acompañada de acciones concretas por parte del G-7 o del Eurogrupo, aunque estas dos reuniones concluyeran con la idea de que los países estarían abiertos a adoptar medidas fiscales en cuanto fuera necesario o a flexibilizar la disciplina presupuestaria.
También existe cierto escepticismo respecto a que la política monetaria sea realmente útil en un contexto marcado por un shock de oferta, de suspensión de producción y de suministros, no, en principio, de falta de demanda.
Pero Rosa Duce, de Deutsche Bank, plantea que las familias en Estados Unidos sí tienen mucho dinero invertido en Bolsa y que las caídas de las acciones sí tienen impacto en el consumo, por lo que la actuación de la Fed, cuyo presidente es Jerome Powell, se puede entender como una manera de compensar el valor que se ha esfumado de la Bolsa. Hay cálculos que afirman que una bajada del 10% en Wall Street tiene el mismo efecto que una subida de tipos de un cuarto de punto.
El deterioro de los mercados financieros, por sí mismo, también puede llevar a un empeoramiento de la economía real. De hecho, hay advertencias respecto al endurecimiento de las condiciones financieras del sector privado y analistas que afirman que las actuaciones de las autoridades monetarias pueden evitar que problemas de liquidez deriven en problemas de solvencia, es decir, que pongan seriamente en cuestión la viabilidad futura de algunas compañías.
Pero, en general, hay una mayor convicción en que la 'tecla' a tocar ahora es la política fiscal y no tanto la monetaria. Y, en especial, como precisa Marián Fernández, muy dirigida, muy orientada, con apoyos muy específicos a las empresas más perjudicadas por los efectos del coronavirus, al modo en que parece estar diseñándose en Italia, aunque también Estados Unidos ha anunciado un importante paquete presupuestario para contrarrestar las consecuencias de la enfermedad.
Desde Bank of America se expone que las respuestas monetaria y fiscal, si bien no van a evitar el golpe que la actividad sufre en este primer semestre, deberían ayudar a que la demanda reaccione con no mucho retraso una vez se supere el shock de oferta. Y destaca que acciones coordinadas (no coincidentes) entre los diferentes países a nivel global y también en el seno del continente europeo tendrían más efecto que si cada institución actúa por su lado.
Borja Gómez detecta que detrás de las virulentas caídas registradas por las acciones en los últimos días se esconde un efecto secundario de la hiperactividad de los bancos centrales: «Los inversores saben que las valoraciones están hinchadas por los bancos centrales. En los últimos diez años los mercados han subido más que la realidad macro». «Los bancos centrales pueden llegar a generar burbujas», sintetiza Marián Fernández. Ello desemboca, según añade Jorge Ceballos, de Beka Finance, en que pierdan el control de la estabilidad de precios, que es el principal mandato depositado en las autoridades monetarias. Y, también, en que haya mucha incertidumbre sobre el modo en que se va a desmontar el andamiaje construido en los últimos años para aguantar a la economía.
Y, además, en ciertos activos, como añade Gómez, la actividad de los bancos centrales puede incrementar la iliquidez, fruto de su hiperactividad compradora, que reduce el volumen de valores que libremente se intercambian en los mercados financieros. Precisamente por los billonarios balances con que cuentan las autoridades monetarias a éstas les interesa mantener bajos los tipos de interés: si subiera el precio del dinero, el valor de los títulos que tienen en balance caería e incurrirían en pérdidas. «Manteniendo los tipos bajos, se protegen», resume Rosa Duce. Pero continuar con un reducido precio del dinero también es imprescindible para que las economías mundiales, que están muy apalancadas, de desendeuden.
Porque, pese a los riesgos en que ha incurrido la política monetaria con su expansión durante los últimos años, y pese a su menguante efecto en los mercados, así como a las dudas respecto a su efectividad para contrarrestar las nefastas consecuencias económicas que se adivinan del coronavirus, nadie discute que, con su actuación, los bancos centrales han sido, como señala Rosa Duce, «los grandes artífices de la recuperación económica». La rebaja de los costes de financiación ha sido un impulso con que han contado todos los actores económicos, desde los Estados hasta las empresas pasando también por los particulares en los últimos años.
Si el mercado sospecha que los bancos centrales han llegado a sus límites, también hay analistas, como Marián Fernández, que siguen confiando en su poder innovador. La semana entrante el Banco Central Europeo celebra su reunión ordinaria de política monetaria. Aunque ni se esperan ni se descartan bajadas de tipos -ya están en el 0%-, Josep Maria Pon, de Crédit Andorrà Asset Management, sí considera que puede tomar alguna decisión innovadora, como ofrecer préstamos a niveles «ultra bajos» a las empresas en línea con lo manifestado por Christine Lagarde de medidas «apropiadas y dirigidas».
Y la Reserva Federal también puede tener camino por delante: Rosa Duce sugiere que puede bajar los tipos otro 0,5% u otro 0,75%, y acercar el precio del dinero al 0% en EE UU.
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