Ya sé que le he hablado antes de esto, pero el presidente y sus voceros insisten una y otra vez en lo mismo, así que quizá convenga repetirlo, de manera un poco más ordenada. La versión oficial insiste en que España va como un cohete, ... su economía es 'el asombro de Damasco' y la envidia de todos nuestros socios. La opinión se apoya en las portadas dedicadas por la revista 'The Economist' que no cesa de alabar nuestros logros. La lectura de la revista es 'intermitente', pues obvia las portadas dedicadas a criticar y se fija solo en las destinadas a alabar. Pero, ¿qué gobierno soportaría la tentación de hacer lo mismo? Básicamente los logros se concentran en unos datos de crecimiento del PIB espectaculares y en un crecimiento del empleo desbocado. Ambas cosas son ciertas y, si solo miramos las portadas, debemos alegrarnos por ello. Sin embargo, si nos tomamos la molestia de escarbar un poco, solo un poco, en los datos y, sobre todo, si nos pasamos de los datos globales a los relativos y los miramos en términos 'per cápita', la perspectiva cambia radicalmente y la tonalidad del paisaje pasa del rosa brillante al azul oscuro, no al negro.
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Empecemos por el PIB. Ninguno de los organismos independientes se cansa de aumentar sus previsiones de crecimiento, que lo sitúan ya en el 2,3% para 2025. Pero el gasto público supone ya más del 46% del PIB y es responsable de más de la mitad de su crecimiento. Y como mientras la población ha crecido en más de tres millones desde 2008, la conclusión es que la economía española está dopada con el gasto público y empujada por el aumento de la población. Crece en valores absolutos, a la vez que el tamaño de los bolsillos de los españoles se mantiene intacto, acorralado además por el tremendo aumento de los precios.
Las cifras del empleo son igualmente impresionantes y crecen ajenas a cualquier coyuntura. Además, el de carácter indefinido lo hace de manera abultada. En el tercer trimestre del año llegamos a un máximo de 21,82 millones de cotizantes y los parados se redujeron en más de 1,2 millones. Pero, si escarbamos un poco, veremos que el 59,3% de los contratos indefinidos son precarios. El 23,8% son contratos a tiempo parcial y el 35,5% son fijos discontinuos, ese milagro de la vicepresidenta Díaz que cambia el nombre de las cosas. En cuanto logre cambiar también su esencia, será maravilloso.
Por cierto, la tasa de temporalidad del sector público es del 28,6%, mucho mayor que la del sector privado, que es el 13,6%, lo que constituye un alarde de cinismo. Además, duplicamos la tasa de paro en Europa y lideramos la del paro juvenil, un 26%.
Para terminar volvamos al principio y hablemos un poco de la deuda. El a veces ingenioso pero siempre obediente Patxi López asegura que no ha crecido en los mandatos de Pedro Sánchez. Eso es fidelidad al mando. En 2018, según el protocolo europeo del déficit excesivo –los pasivos totales emitidos, o si prefiere, las deudas que se pagan– debíamos 1,2 billones de euros, el 104,40% del PIB. Depende de cómo se hagan los números, lo que puede bajar es el porcentaje que representan sobre el PIB. Pero deber, debemos 407.480 millones más. Patxi lo sabe, pero no hace las cuentas porque con los dedos de las manos no se alcanzan tales cantidades.
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Así que ya sabe. Puede elegir entre escuchar al Gobierno y quedarse con la visión superficial y optimista o bucear en los datos y amargarse el final de año. Yo le aconsejo encarecidamente que se quede con la primera. Es mucho más cómoda y confortable. Además, eso de bucear... con lo fría que estará el agua… ¡Ni loco!
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