EL presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. EP
Opinión

Derrota o humillación

Hoy es evidente que la dirección del país la lleva un prófugo de la Justicia desde Waterloo y se discute en Suiza

Domingo, 29 de septiembre 2024, 00:39

Entre la derrota parlamentaria y la humillación política, el Gobierno ha optado por esta segunda alternativa. ¿Qué gana? Tiempo. ¿Para qué? Para mantener abiertas las negociaciones con Junts y limitar el tamaño de sus cesiones. ¿Qué pierde? Pues la constatación, si falta hacía, de que ... aquí manda quien manda, que los Presupuestos, es decir la dirección del país, la lleva un prófugo de la Justicia en cuya detención, ordenada por un juez, no se digna a colaborar para poder seguir colocando a su rey en ese cada día más frágil «somos más».

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Hoy es evidente que la dirección se lleva desde Waterloo y se discute en Suiza. Actualizando lo que le dijo Churchill a Chamberlain, podríamos decir hoy: 'Tuvisteis que elegir entre el gobierno y la deshonra, elegisteis la deshonra y algún día perderéis el gobierno…' ¿Qué precio paga? En realidad muy poco. Si al final todo se resume en cambiar de sitio una parte del déficit público, con ampliación de la correspondiente a las comunidades y reducción de la adjudicada al Gobierno, casi nada.

«Esto de la consolidación fiscal europea tiene más agujeros y más vías de escape que un queso gruyère»

A nadie le importa lo más mínimo la distribución interna del déficit. Máxime cuando a las comunidades les beneficia (eso sí, tendrá que ser a todas para disgusto de los partidos catalanes a quienes no les gusta el café cuando lo tienen que compartir con los demás) y el Gobierno encontrará con facilidad el subterfugio necesario para trampear a Bruselas y encontrar el dinero que le pueda faltar, si es que llega a faltarle claro, que esa es otra.

Esto de la consolidación fiscal europea tiene más agujeros y más vías de escape que un queso gruyère. ¿Que abolla su orgullo? Cierto, pero también lo es que así asegura su permanencia al mando (no se ría por favor) al despejar su futuro próximo si es que se puede utilizar ese verbo para describir su tormentosa andadura parlamentaria.

Pero no son formas ni maneras. Por más que hayamos normalizado lo que es una enorme anormalidad, no podemos olvidar que el Gobierno hunde sus cimientos en un terreno pantanoso poblado de cocodrilos. ¿Se imaginan lo que pensarán sus socios de Sumar cuando comprueban cada día que algo tan serio como fueron los presupuestos se negocia en su ausencia y con su desconocimiento?

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La vicepresidenta Díaz que, en su día, fue una señora altiva, poderosa y orgullosa está ninguneada y solo la constatación de que estar fuera del Gobierno sin sueldo, ni chóferes, ni asesores es peor que estar sentada en el Gobierno, le mantiene en él, aunque eso suponga hacer constantemente el ridículo.

Luego están los aliados. A unos ni les va ni les viene, por ejemplo al PNV, a quien visto lo que preocupan las inversiones del AVE, nos podemos imaginar lo que le preocupará la posición contable final de las partidas en las que se descompone el déficit público.

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A otros les va –incluyan aquí al PP, aunque disimulen–, porque así tendrán más dinero para gastar y eso le hace feliz a cualquier político, de cualquier color. A ERC le escocerá, porque la humillación la han perpetrado sus colegas y, sin embargo, enemigos de Junts. Y nos queda Bildu. Pero estos hace tiempo que se han mimetizado con Pedro Sánchez y aplauden todo lo que les presenta el 'mago en apuros' tras mirar al techo para disimular, dando la falsa impresión de que están preocupados e interesados en ello.

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