Miles de contenedores quedaron bloqueados al encallar el megabuque 'Ever Given' en el Canal de Suez. Reuters

¿Freno y marcha atrás a la globalización?

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El nuevo escenario geopolítico conduce a una relocalización de las cadenas de abastecimiento estratégicas

Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:15

Es el año 1868 y nos encontramos en la ciudad conocida como 'Peine City', en el condado de Worcester, en Massachusetts (EEUU). Un nuevo material llamado celuloide ha llegado a la ciudad de Leominster revolucionando su principal ocupación: la fabricación de peines. Hasta entonces se ... han fabricado con cuernos y pezuñas de animales, mediante un proceso laborioso, debastando los materiales y cortando diente a diente, pero la industria empezaba a flaquear por la falta de materiales. El plástico fue la solución y le valió a Leominster el sobrenombre de 'Ciudad del Peine'. También hizo que esta ciudad fuera la cuna de los 'tupperware', los famosos recipientes para guardar la comida que pronto fueron imitados.

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En el siglo XIX, la especialización iba por ciudades: Holyoke era la 'Ciudad del Papel', producía aproximadamente el 80% del papel usado en los Estados Unidos y albergaba las fábricas de papel, seda y lana de alpaca más grandes del mundo a finales del XIX; Waterbury, en Connecticut, era la 'Ciudad de latón', y así muchas más. Un siglo después, todas esas fábricas se habían trasladado a China. El país asiático se convirtió en la fábrica mundial, ya que a las empresas les resultaba mucho más barato producir allí; más recientemente ese mismo desplazamiento se produjo de la provincia china de Guangdon a Vietnam o Bangladesh.

Hasta ahí el proceso de globalización solo cambia de decorado. Pero ahora la globalización se está frenando. Se ha roto la dinámica a un mayor multilateralismo por los riesgos, los problemas de política interna y los conflictos geopolíticos. La pandemia del coronavirus, con la falta de mascarillas y de vacunas, el bloqueo del trigo en Ucrania y del gas de Rusia, los contenedores varados en el canal de Suez, la escasez de microchips que tiene medio paralizada a la industria de fabricación de automóviles, etc., ha llevado a revisar la seguridad y la resiliencia de las cadenas de valor:se reconsidera, tanto por parte de los estados como de las empresas, la dependencia estratégica, lo que podría traducirse en una relativa relocalización y la reducción del comercio y de los flujos de inversión.

Las cadenas globales de valor reducen costes pero entrañan riesgos que no se habían valorado adecuadamente. Eso lleva a querer suministros más cercanos. Antes traíamos casi todos los productos de China, ahora vendrán de otro país europeo. Habrá un comercio internacional de menos distancia, las propias empresas se han dado cuenta de los riesgos. En Estados Unidos ya han anunciado relocalizaciones empresas como General Motors –que levantará una nueva fábrica de imanes, una planta para procesar materiales para las baterías de los coches eléctricos y más extracción de materiales raros–, Toyota North America –con una nueva planta en Carolina del Norte que comenzará su producción en 2025– o Intel, con una fábrica de microchips en Ohio.

En las últimas décadas, países con salarios o impuestos más bajos y normas medioambientales menos rigurosas han competido con Europa en los segmentos industriales de bajo valor añadido y escasa cualificación. Ello ha provocado cierres de fábricas en países europeos, pérdidas de empleo o presiones a la baja sobre salarios y condiciones laborales de los trabajadores. Ha habido prácticas de comercio desleal, mientras las grandes empresas pueden aprovechar las lagunas normativas para trasladar sus beneficios a países con baja tributación y eludir tributar donde producen y venden –para intentar evitarlo el Parlamento Europeo aprobó el año pasado una directiva que obliga a las multinacionales a detallar dónde pagan impuestos y cuánto–.

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Todo ello alienta la percepción de que la integración mundial y la globalización solo beneficia a las grandes empresas y a los ciudadanos ricos. Se ha reducido el número de puestos de trabajo de baja cualificación, especialmente en la industria, un caldo de cultivo para el crecimiento de los movimientos políticos populistas y de extrema derecha.

Hasta aquí los aspectos negativos de la globalización. Pero también los ha tenido muy positivos. Un informe de Eurostat cuantifica en el 14,5% los empleos en la Unión Europea que dependen directamente de la globalización y las exportaciones; en 2020 uno de cada siete empleos en la UE se vio respaldado por exportaciones a países no miembros. En España supone el 11,7% del empleo, 2,3 millones de trabajadores que verían sus empleos en peligro si el flujo comercial se interrumpe.

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Uno de cada siete empleos en la UE depende directamente de las exportaciones a países no miembros

En todo caso, incluso antes de la pandemia se estaba produciendo una «fatiga de la globalización», según el informe del Real Instituto Elcano, cuyo Índice Elcano de Presencia Global calculado para 150 países alcanzó su máximo en 2015, y en 2021 experimentó la mayor caída anual de la serie. Ya existían dudas sobre la evolución del proceso de globalización, dado el posible agotamiento del periodo de apertura comercial, el aumento del proteccionismo, la creciente preocupación por la huella ecológica y el fortalecimiento de las visiones de Estado-nación.

Bloques arancelarios

Para Francisco Alcalá, investigador del Ivie, «no es que la globalización se haya parado o haya dado marcha atrás, sino que crece más lentamente. Con los datos hasta 2020, la tendencia es que el comercio internacional ha seguido creciendo pero en la última década ha crecido la mitad que la economía, lo que supone un cambio de modelo. Es en los flujos con Asia, África y América Latina donde ha perdido fuelle y parece que se va a intensificar en los próximos años esa pérdida».

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El comercio internacional seguirá, pero caminamos hacia «bloques arancelarios». «La tendencia es que aunque no caiga el comercio internacional entre los países ricos, sí podría empezar a caer entre los continentes. China es esencial para cualquier producto, pero lo que se quiere ahora es trasladarlo más hacia Europa o Estados Unidos», explica Alcalá.

Aunque no caiga el comercio internacional entre los países ricos, sí podría empezar a caer entre los continentes

Aunque hay que seleccionar bien qué traemos a casa: «Lo que ha salido de Europa son procesos intensivos de mano de obra menos cualificada.Ahí ni vamos a tener ventaja ni queremos, porque eso significa salarios bajos. Hay que apostar no por atraer industrias que se fueron a Tailandia o China, sino por las más avanzadas con nuevas tecnologías. Lo esencial es la mejora del capital humano y que todas las comunidades autónomas se esfuercen en mejorar su sistema educativo», advierte Francisco Alcalá.

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México, Turquía, India y Vietnam serán los más beneficiados

La directora del Centro de Comercio Internacional, Pamela Coke-Hamilton, habla más de diversificación y relocalización que de desglobalización. «El cambio vendrá con cadenas de abastecimiento cercano», señala. Desde Morgan Stanley Research destacan que está surgiendo un modelo menos global e interconectado y más centrado en el comercio entre actores regionales, con el traslado de suministros y producción a casa o a lugares más cercanos y la obtención de bienes de aliados económicos.

Aunque los efectos tardarán años en manifestarse, los países que más se beneficiarán de este proceso en marcha denominado 'slowbalization' o lentificación y de la relocalización o localización en países aliados económicamente serán México (sus bazas son la proximidad a Estados Unidos, una mano de obra barata y tratados de libre comercio con EE UU, y la UE), Turquía (por su proximidad a la UE, costos laborales por debajo del promedio y un acuerdo de libre comercio con el bloque europeo), India y Vietnam.

Europa importa el 60% de la energía y es dependiente en el ámbito tecnológico por su escasez de semiconductores y otros productos. Los fondos europeos de Next Generation pueden ser una oportunidad para reducir esa dependencia, por ejemplo con el Perte de microelectrónica y semiconductores o con el Perte de las baterías.

En la primera década del siglo XXIy en las anteriores del siglo XX se pecó de excesivo optimismo sobre hasta dónde podían llegar las cadenas globales de valor. Pero eso entraña riesgos, como se vio con el tsunami de Japón cuando las empresas automovilísticas en Estados Unidos tuvieron que parar, los miles de contenedores bloqueados en el canal de Suez al encallar el megabuque 'Ever Given'. O, más cerca, con la covid-19 o la guerra Rusia-Ucrania. Los sistemas de inventario 'justo a tiempo' fueron una gran innovación pero resultaron un desastre con los cierres por covid.

En los próximos años no cabe descartar una reducción del flujo internacional de bienes intermedios, en particular de componentes tecnológicos, ayudada de avances en la impresion 3D; y también en el medio plazo de materias primas energéticas, a medida que avance el autoabastecimiento en Europa y Asia.

Para Thomas Friedberger, director general de Tikehau Investment Management, Europa tiene oportunidades de inversión en una economía que avanza en la desglobalización, ya que se trata de una de las regiones políticamente más estables del planeta y se abre una vía alternativa de crecimiento sostenible y más local.

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