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Han pasado ya siete años desde que el Banco Central Europeo decidió dejar de imprimir el billete de 500 euros, aduciendo que el principal uso que se le da es delictivo. Y en algunos países ya no se utilizan las monedas de uno y dos céntimos, porque suponen un engorro y un gasto innecesario en metal. Además, la legislación va reduciendo cada vez más el importe máximo que se puede abonar en metálico: en España son 1.000 euros.
Por si fuese poco, la pandemia ha proporcionado un enorme espaldarazo al creciente uso de las tarjetas de débido y crédito: en Europa gestionan ya el 34% de los pagos, 15 puntos más que en 2016. En el extremo opuesto, aunque sigue siendo el principal medio de pago, el dinero contante y sonante ha caído 20 puntos desde que se le dio la estocada final al 'binladen', y ahora protagoniza el 59% de las transacciones.
«Hombres, personas de 45 años y más y con estudios básicos usan el efectivo a diario en mayor medida», destaca el Banco de España en un informe. Los jóvenes de nuestro país, sin embargo, cada vez tocan menos billetes y monedas. Solo lo hace a diario un 43%, mientras que en 23% ya utiliza aplicaciones móviles todos los días. Así, el nivel de uso de Bizum -utilizado por el 36% de la población- es equivalente al de las transferencias bancarias.
Antonio Macías, responsable de medios de pago de BBVA, confirma el cambio: «Este año las compras con tarjeta están creciendo a un ritmo aproximado del 16% sobre el año pasado, y el pago con móvil ya supone en torno al 28% del total». En Kutxabank registran estadísticas similares. «Los pagos móviles acumulan grandes crecimientos en los últimos años -126% en 2021, 79% en 2022 y 53% en 2023-, y ya suponen un 23% de todos los que no se hacen con efectivo. Entre enero y marzo de este año, el comercio electrónico ha aumentado un 28% y las operaciones con tarjeta un 11%, que se suma a los incrementos del 28% en 2020 y del 19% en 2021», informan desde la entidad vasca.
Eso explica situaciones como las que narra Julián Gómez, responsable de un bar en Bilbao: «Antes a nadie se le ocurría pagar un café con tarjeta; ahora hay quien entra y lo primero que pregunta es si tenemos datáfono porque no lleva dinero encima. Y cada vez vemos más clientes pagando con el móvil, así que ya no vale aquello de poner un consumo mínimo para aceptar el pago electrónico».
No obstante, Gómez reconoce que las comisiones que le cobra el banco por las transacciones se han reducido mucho. Atrás quedaron los tiempos en los que la mordida podía llegar al 3%. Gracias al nuevo reglamento europeo, que busca fomentar el uso de los pagos electrónicos en beneficio de comerciantes y consumidores con un tope a las comisiones. «Quedó fijado en el 0,20% para tarjetas de débito y el 0,30% para tarjetas de crédito», explican desde Kutxabank. Así el coste de las transacciones se ha reducido en un 34% en una década.
«Ha habido una evolución hacia un modelo de tarifa plana, donde el comercio puede seleccionar la que se adapte más a sus características. En el caso de BBVA, tenemos desde inicios de año, y vamos a mantenerla el próximo año también, una oferta de tarifa plana gratis durante un año para nuevos clientes», añade Macías.
El fin del 'cash' parece cada vez más cercano, y hay países en los que ya no es rey. En China, por ejemplo, su desplome ha sido espectacular: hace una década, el efectivo se utilizaba en el 70% de todas las compras en tiendas físicas, pero este año ya solo aparece en el 16%. Ha sido sustituido por las aplicaciones móviles de Alipay y WeChat, equiparables en cierta medida a sistemas como Apple Pay o Google Pay, que en Europa aún tienen un valor testimonial del 3%.
El gigante asiático también ha sido pionero en el desarrollo del arma definitiva contra el dinero físico: la divisa digital. Comenzó a utilizarse en mayo de 2020 y se ha ido extendiendo rápidamente. Como sucede con el dinero en efectivo, se hace circular a través de los principales bancos comerciales y se guarda en los monederos electrónicos de los usuarios, que pueden utilizarlos para realizar transacciones incluso cuando no están conectados a Internet. A diferencia de lo que sucede cuando se utilizan aplicaciones de bancos o tarjetas, no hay comisiones en los pagos, que se pueden hacer con un chip NFC o con un código QR.
El objetivo de China es acabar con todos los males asociados al vil metal: la evasión fiscal, la fuga de capitales, y el lavado de dinero procedente de actividades ilegales, como el narcotráfico o el tráfico de armas y de personas. Pero también el control de todo lo que gastan los ciudadanos, porque es el Banco Popular de China el que gestiona las transacciones.
¿Qué tipo de forma de pago utilizas más en comercios físicos?
— Zigor Aldama 齐戈 (@zigoraldama) November 23, 2023
En esa falta de privacidad reside, precisamente, la principal razón de quienes se oponen al fin del dinero en efectivo. Y no son pocos: un 82% de los españoles. Por eso, el proyecto que el Banco Central Europeo ha diseñado para poner en marcha el euro digital hacia 2026 es diferente al de China. «No quiere que le acusen de matar al dinero en efectivo y que eso suponga el fin de la privacidad y una nueva brecha digital. Así que no va a ser un sustituto, sino un medio de pago más», explica Fernando Martínez, director general corporativo de Medios en Kutxabank.
Si todo va según lo previsto, el euro digital se guardará en una billetera virtual -seguramente en el móvil- conectada a una cuenta corriente de respaldo. «Solo se controlarán los movimientos de carga y descarga de fondos en la billetera, pero no las transacciones que se hagan con ella. Y se establecerá un límite de euros digitales que, en caso de ser sobrepasado, provocará una transferencia inmediata a la cuenta», comenta Martínez, para el que el proyecto del BCE es también una forma «de frenar el monopolio en los sistemas de pago de Visa y Mastercard, que son americanas».
Sin embargo, el directivo de Kutxabank duda de que el efectivo vaya a desaparecer. «Como mucho, su uso acabará siendo residual, como ya sucede en los países nórdicos», recalca. Y el Banco de España coincide: «Entre los más jóvenes, el 40% cree que su uso del efectivo disminuirá, mientras que entre los mayores de 64 años, este porcentaje representa solo el 15%». Curiosamente, la institución también incide en que, aunque el conocimiento sobre el futuro euro digital es bajo, «más de un tercio de los ciudadanos estaría dispuesto a utilizarlo». Una vez más, la edad es determinante: «La predisposición al uso aumenta a medida que disminuye la edad».
Son datos que hacen prever una muerte, más o menos cercana, pero indiscutible, del papel moneda. Al menos en el mundo desarrollado, porque en el resto aún hay 1.400 millones de personas que ni siquiera tienen una cuenta bancaria y viven en exclusiva con dinero en efectivo. No es de sorprender que África sea el continente en el que más se utiliza. Lidera la lista Marruecos con un 74% de los pagos, lógico si se tiene en cuenta que solo un 0,2% de la población tiene una tarjeta de crédito y el 71% no está bancarizado.
En el extremo opuesto se encuentra Asia, el continente más digitalizado, donde se espera que los pagos electrónicos alcancen un volumen de 1,2 billones de dólares en 2027, casi tres veces más que en Europa. Sin embargo, son países europeos los que marcan el rumbo hacia una sociedad sin efectivo: en Suecia y Dinamarca ya solo representa un 1% de todos los pagos, mientras que en Finlandia, Noruega y Suiza es el 2%.
Los billetes y las monedas no necesitan batería ni Internet para ser intercambiados. Parece una afirmación de perogrullo, pero muchos se acordaron de eso el pasado viernes cuando se vino abajo la plataforma Redsys, intermediaria entre el cliente, el banco y el comercio, haciendo imposible el pago con tarjeta y la retirada de efectivo en cajeros. Fue la segunda caída del sistema en una semana, y dejó en evidencia la creciente dependencia en la tecnología para algo tan básico como hacer un pago.
Cuando Whatsapp falla, al menos quedan la llamada de teléfono de toda la vida y el tradicional SMS. Pero sin tarjeta, hay quienes ya no tienen alternativa porque han desterrado metal y papel de sus carteras. «Es un punto crítico del sistema, sin duda. Por eso hay países que están pidiendo a sus ciudadanos que guarden algo de dinero en efectivo», reconoce Fernando Martínez, de Kutxabank. Otra debilidad se puede encontrar en la seguridad, cada vez más comprometida por los ataques que pueden afectar a diferentes entidades. «Es un riesgo inherente a lo digital, lo mismo que sucede con lo físico, que se puede perder, destruir o robar. Tenemos que acostumbrarnos a ello y aceptarlo», comenta otro trabajador de banca que pide mantenerse en el anonimato.
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