Europa, en la encrucijada
La Comisión se olvida de la regla general para todos y propone trocear los compromisos presupuestarios en base a las situaciones nacionales particulares
ignacio marco-gardoqui
Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:18
Secciones
Servicios
Destacamos
ignacio marco-gardoqui
Domingo, 13 de noviembre 2022, 00:18
La 'moda' empezó hace mucho tiempo. Me refiero a esto de recurrir de manera incesante a los déficit presupuestarios y a la consiguiente acumulación de deuda pública. Las políticas de los gobiernos se fijan en las necesidades sociales -por definición, siempre infinitas-, y desdeñan las ... posibilidades económicas, por definición también siempre limitadas. De ahí que atiendan todas las demandas populares y allanen todas las dificultades personales. La cosa no es de ahora. José Luis Rodriguez Zapatero destrozó los niveles de deuda de José María Aznar. Mariano Rajoy, que pasará a la historia con el injusto sambenito de ser el Gengis Kan de los recortes, pulverizó los registros de Zapatero. Y, ahora, Pedro Sánchez ha convertido en una broma los resultados de Rajoy.
Primero hubo la disculpa de la crisis financiera relacionada con el ladrillo, luego vino la pandemia y, al final, la guerra. Siempre han existido razones para gastar lo que no teníamos. Y, en los escasos momentos en los que sí teníamos, en las cortas etapas de bonanza hemos seguido con el gasto, no por inercia, sino porque a los gobernantes les gusta agradar y les atrae sin remedio el contentar. No crea, tiene mucha lógica; siempre resulta más sencillo y rentable pedirle el voto a quien has beneficiado que a quien has castigado. Lo cual termina en una curiosa paradoja: si al gobernante de turno le votan los beneficiarios de las ayudas a cambio de ellas, ¿qué le conviene más, aplicar políticas que reduzcan su número u otras que los aumenten?
No olvidaré fácilmente la intervención de la vicepresidente segunda, Yolanda Díaz, cuando al principio de la pandemia se enorgullecía de que, gracias a su gestión, habían aumentado en cinco millones las personas que recibían algún tipo de ayuda social. Algunos hubiésemos preferido que se enorgulleciera de haber creado o apuntalado cinco millones de puestos de trabajo, pero no deja de tener su lógica.
Aquellos a quienes nos parece un comportamiento insensato eso de gastar de manera permanente lo que no tenemos -soy consciente de que somos cuatro bobos prescindibles, quizás cinco- situábamos nuestra esperanza de recuperar la cordura en las instituciones europeas, otrora guardianas de la ortodoxia. Usted sabe bien que, para garantizar la estabilidad del euro, se establecieron una serie de límites a la evolución de los presupuestos nacionales. Unos límites que saltaron por los aires cuando apareció la covid y hubo que gastar sin medida para atajar la enfermedad y proteger a la población. Justificado.
Luego superamos la pandemia, rebajada al estatus de gripe, pero llegó la guerra, que agudizó las tensiones energéticas y alimentó el proceso inflacionario que ya había comenzado antes. Así que se prorrogó el 'recreo presupuestario'. Por fin parecía llegado el momento de la vuelta a la 'consolidación', pero hete aquí que la Comisión se ha arrancado con una propuesta que desvirtúa el sentido original, al proponer el olvido de una regla general para todos y trocear los compromisos en base a las situaciones nacionales particulares. Lo cual eternizará las negociaciones y retrasará las soluciones. Máxime, cuando ya antes de empezar admite que habrá prórrogas a la carta. ¿Piensan en Bruselas que algún país va a renunciar a un retraso en el examen si este se desarrolla sobre compromisos incómodos e impopulares? No sé qué harán los 'frugales', pero le apuesto un café a que todos los que reptamos aplastados por el peso de la deuda aprovecharemos la oportunidad al máximo. Seríamos idiotas…
Nos queda la débil y sutil esperanza del Consejo, que puede tener criterios diferentes a los empleados por esa abultada, carísima e inoperante masa de burocracia en la que se ha convertido la Comisión. ¿Endurecerán la propuesta los paladines de la ortodoxia? Quién sabe, ojalá. Al final, en Bruselas todo son componendas y apaños. El proyecto europeo tiene aquí una oportunidad magnífica de reivindicarse y mantener su cuestionado liderazgo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.