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Dos portadas de The Economist –el periódico económico por referencia en la City de Londres para todos los inversores internacionales– señalan el giro de 180 grados que ha dado la economía española en menos de una década: de ser un «dolor» ('pain', sin la S ... de Spain, en inglés) a recuperar todo su esplendor convirtiéndose en el motor de Europa y una de las grandes sorpresas de 2024.
El irracional 'rally' de Navidad que recorren las bolsas cada fin de año es el que también dibuja un país donde el PIB crecerá más de un 3% (superando por mucho a la media europea); el paro sigue bajando (aunque mantiene una de las tasas de desempleo más elevadas de la Unión); y las cuentas públicas van cuadrándose, aun con la elevada deuda pública que queda por pagar en décadas.
Estas cifras astronómicas contrastan con la percepción de que España no llega a fin de mes: la población no ha visto completado el proceso de recuperación del poder adquisitivo perdido en los últimos años de inflación o la dificultad para acceder a una vivienda, el principal problema de la calle, según el CIS.
El secreto del vigor de España procede de unas variables con las que no cuentan otros países. Algunas, inesperadas, como el potencial de la población inmigrante y su incorporación a un círculo económico del que cada vez son más partícipes en términos de empleo y consumo. Otras, pensadas, como la situación energética cada vez más vinculada a las renovables y la autosuficiencia en precios frente al centro y norte europeo. Sin olvidar el impulso millonario de los fondos para la recuperación tras el 'shock' de la pandemia.
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Los flujos migratorios son para Santiago Carbó, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universitat de València y director de Estudios Financieros de la Fundación Funcas, «un elemento favorable no solo de baja cualificación sino también con capacidades digitales», así como porque esta variable «favorece la especialización productiva, no solo en el turismo sino en otros muchos sectores». También destaca Carbó que «aunque la actividad industrial se ha estancado, no lo ha hecho tanto como Alemania, y tenemos un índice energético positivo».
Además de la inmigración y la energía, Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, señala otros dos elementos que explican este estado de gracia. «El crecimiento del último año se ha basado en el incremento de las exportaciones de servicios y el del gasto público, tanto consumo como inversión». Por lo tanto –apunta este experto»– «los retos a corto plazo tienen que ver con la capacidad de mantener estos motores».
El principal problema que acecha a la economía española es precisamente ese, morir de éxito. Y para no dormirse en los laureles, desde los analistas económicos hasta la propia Comisión Europea insisten en aplicar nuevas reformas estructurales.
Miguel Cardoso apunta tres retos para «mantener estos motores»:en el turismo, en la vivienda y en la consolidación fiscal. En el primer caso, el empujón del turismo «está en duda dado que la ocupación comienza a estar copada en los meses de verano y un entorno cada vez menos favorable a su crecimiento».
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Además, considera que en lo relativo a la vivienda, nos enfrentamos a «un cuello de botella que supone la falta de vivienda a precio asequible en los centros urbanos donde se está creando la mayor parte del empleo». Yen último lugar insta a «iniciar el proceso de consolidación fiscal para cumplir con las reglas y el agotamiento de los fondos Next Generation». Añade: «A medio plazo, el estancamiento de la inversión preocupa». Y señala que hay otros con problemas estructurales importantes, como el del automóvil, o la tasa de paro «que sigue siendo excesivamente elevada».
También el Banco de España, que no ha escatimado en halagos al buen momento que vive la economía en su último informe de perspectivas macroeconómicas para los próximos años, incluye varios factores de riesgo que pueden afectar a la actividad, si no se actúa antes sobre ellos.
Entre otros apunta a una mayor fragmentación comercial a escala global, más aún a las puertas de que Donald Trump asuma la presidencia de EE UU y comience a aplicar sus amenazas sobre aranceles, que agravarían la situación sobre Europa;el agravamiento de algunas de las tensiones geopolíticas, como en Ucrania; o una mayor incertidumbre sobre las políticas económicas, presentes y futuras, en economías como la francesa o la alemana. Porque si esos dos socios se resfrían, como ya lo están desde hace meses, España no será inmune a contagiarse como el resto de la UE.
Ante esta situación, Carbó recuerda que «la economía española no tiene una hoja de ruta clara y eso acaba incidiendo en la actividad, algo de lo que The Economist también avisa», pero de lo que apenas se ha hablado en medio de este festín ante 2025.
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