Secciones
Servicios
Destacamos
Manu Álvarez
Bilbao
Domingo, 15 de octubre 2023, 00:09
La fiebre subió en plena pandemia, a medio camino entre el encierro hogareño y las restricciones de movilidad, con el catalizador de una lluvia de millones en formato de subvención que la Unión Europea se aprestaba a poner en circulación para reanimar una economía golpeada. ... El viento de cola era anterior y soplaba de la mano de la transición energética, el camino hacia la descarbonización, que el continente parece haberse tomado en serio. Decenas, miles de proyectos e ideas relacionadas con la producción y el uso del hidrógeno verde florecieron como los cerezos en primavera. Una explosión.
Pero el suflé se ha venido un poco abajo, quizá bastante, y todo apunta a que el hidrógeno verde –el que se produce utilizando electricidad renovable para separarlo del oxígeno con el que convive en el agua– va a tener un lento despliegue. Es lo de pasar de las musas al teatro, del estudio de ingeniería a la cuenta de resultados. Hoy no es rentable, más bien todo lo contrario y la necesaria evolución tecnológica tardará años en evitar que sea un negocio ruinoso. A la energía eólica solo le ha costado quince años esa transición.
De los 3.200 megavatios en electrolizadores que se han anunciado en España en los últimos tres años tan solo se han instalado 25, otros 30 están en fase de construcción y todo lo demás está en la nube. Ha habido mucha palabra y poco hidrógeno de verdad. «Hay que ser realistas, no se puede conseguir todo lo que se había verbalizado en tan solo tres años», asegura Jose Zudaire, director genera adjunto al consejero delegado de Petronor.
Noticia relacionada
José María Camarero
La compañía vasca acaba de inaugurar esta semana una pequeña planta de producción de hidrógeno verde. Apenas 2,5 megavatios, una cosa de andar por casa, que tiene un objetivo más cercano a la experimentación que eso que se llama hacer negocios. «Había que comenzar de alguna manera y una empresa grande puede permitirse este tipo de iniciativas, a sabiendas de que con el tiempo puede tener un recorrido similar al de la energía eólica o la solar. Hemos apostado por la descarbornización total y hay que dar pasos», sostiene para defender la inversión de 11 millones de euros que, al menos, servirá al grupo Repsol para sacar las primeras conclusiones sobre las posibilidades del hidrógeno verde como fuente de energía. De momento, rentable no es.
Producir un kilogramo de hidrógeno con la tecnología más convencional –lo que se denomina reformado de gas natural con vapor de agua– emite mucho CO2 pero su coste se sitúa entre 1,5 y 2 euros. Obtenerlo con un electrolizador a partir de electricidad generada en un parque eólico o solar cuesta en torno a 6 euros el kilo. Cuando son toneladas las que se necesitan, la brecha es injustificable para cualquier empresa. Es la distancia que separa el beneficio de la ruina. En Estados Unidos han comenzado ya a subvencionar la producción de hidrógeno con electrolisis renovable, en torno a 3 dólares por kilo, para animar a los inversores a recorrer el camino que en su día transitó la eólica. La maduración de la tecnología.
«Subvencionar la producción solo tiene sentido si apostamos al mismo tiempo por tener un desarrollo tecnológico propio y generar una industria del sector en nuestro entorno. Esta es nuestra apuesta en el Corredor Vasco del Hidrógeno, por ejemplo. De lo contrario, si lo que vamos a hacer es comprar los equipos y la tecnología fuera, lo más acertado es esperar sentados, no invertir ahora y esperar a que bajen los precios», apunta Zudaire. Y es que China concentra ya la mitad de la producción mundial de electrolizadores. Otra señal más de su capacidad de liderazgo en las tecnologías que están de moda.
Son varios elementos los que condicionan esa escasa competitividad. Uno de ellos es el limitado desarrollo tecnológico que han tenido hasta ahora los electrolizadores. Como no ha habido demanda tampoco se ha invertido mucho para escalar su tamaño con garantías de eficiencia. Eso, afortunadamente, sí ha cambiado y los frutos se verán en el futuro. El segundo elemento, también de gasto, es el coste de la electricidad. Es el coste principal de un electrolizador –aproximadamente un 75% sobre el total– y en estos momentos no es precisamente algo barato. El futuro, siempre el futuro, puede ser más floreciente si la extensión de las renovables y la reducción de la dependencia del gas natural se consolidan. Pero tampoco hay que perder de vista que el hidrógeno verde compite con su hermano, el gris, el obtenido a partir de gas y que el precio de este combustible también va a ser determinante para dilucidar este combate en el mercado.
Los inicios tampoco han sido como para tirar cohetes. El primer electrolizador que se puso en marcha en España, en Baleres, iniciativa de Enagas y de Acciona, apenas ha funcionado. Lleva más de un año parado porque su fabricante, la norteamericana Cummins, ha advertido que hay un problema en toda la serie. No es oficial pero algunas informaciones apuntan a que puede explotar. Talgo y CAF, que ya han desarrollado sus respectivos trenes de hidrógeno han admitido en público que nadie los quiere comprar, por lo menos de momento. El mayor riesgo hasta ahora lo ha asumido Iberdrola, con la puesta en marcha de un electrolizador de 20 megavatios en Puertollano para suministrar esa materia prima a Fertiberia. Los años 2024 y 2025 van a ser decisivos para evaluar el ritmo de nuevas inversiones. Margen de mejora hay más que de sobra. De las 95 millones de toneladas de hidrógeno que se consumieron en el mundo en 2022 tan sólo el 0,7% tenía la etiqueta de 'verde'.
«La producción de hidrógeno para descarbonizar procesos industriales o aplicaciones de movilidad de transporte pesado va a ir lento pero va a funcionar. Lo que no veo tan claro es que que veamos pronto esa mezcla de la que se habla con el gas natural», opina Marcelino Oreja Arburua, ex consejero delegado de Enagas y actual responsable en Europa de Hygreen, uno de los principales fabricantes chinos de equipamiento para el sector del hidrógeno. Está convencido de que en el transporte marítimo y en la aviación el hidrógeno «es la única alternativa para la descarbonización. Eso sí –advierte– nadie está dispuesto a arruinarse». Toca esperar… quizá sentados.
Los más optimistas creen que hay margen para la esperanza. Quizá un día de estos, argumentan algunos directivos del sector energético, veamos una lata de cerveza en la que se publicita que la cerveza y lúpulo utilizados en su preparación fueron abonados con fertilizantes que tuvieron hidrógeno verde como materia prima. «Y puede que el consumidor esté dispuesto a pagar algo más por esa cerveza», señalan. No es descartable. Ya hay quien utiliza esa misma estrategia de marketing para publicitar que su leche procede de «vacas felices».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.