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caroline conejero
Nueva York
Lunes, 23 de diciembre 2019, 16:09
Boeing cesó este lunes a su consejero delegado, Dennis Muilenburg, en un intento por enderezar la gestión de la masiva crisis del 737 Max, la peor de sus 103 años de historia. Con un golpe de timón y una nueva actitud de humildad, la junta ... directiva del gigante aeronáutico busca 'restaurar' la confianza tras la crisis y reparar las relaciones con los reguladores, el público y los clientes después de un año plagado de problemas.
David L. Calhoun, presidente de la junta, asume el reemplazo a partir de enero con un mandato de transparencia y prioridad en las comunicaciones con la agencia federal de la aviación estadounidense (FAA), reguladores internacionales y sus clientes.
Desde los accidentes de los dos jets 737 MAX, a finales de 2018 en Indonesia y a principios de 2019 en Etiopía, en los que perecieron 346 personas, la respuesta oficial de Boeing se ha centrado en rehabilitar el popular modelo, uno de los aviones más vendidos del mundo. Pero los múltiples intentos por dar con un sistema que garantice la seguridad de estos aparatos, que se encuentran en tierra provisionalmente hasta al menos el próximo mes de febrero, no dieron resultados y la semana pasada la compañía anunció la suspensión de la producción de los 737 MAX.
La decisión de Boeing, el mayor exportador de EE UU y unos de los grandes de la industria aeroespacial global, tiene enormes repercusiones para la vasta red de proveedores y empleadores de la compañía y para la economía nacional. Desde que se suspendieron las operaciones del 737 MAX el pasado mes de marzo, Boeing ha sufrido un duro golpe financiero con la suspensión de docenas de encargos de compra, una avalancha de problemas legales y una investigación federal sobre irregularidades en la certificación de vuelo. Por su parte, las familias de las víctimas han acusado repetidamente a la empresa de estar solo preocupada por las pérdidas económicas.
Boeing trató los dos siniestros como típicos accidentes, minimizó sus propios errores técnicos y de diseño y menospreció su respuesta a los reguladores, los clientes y el público. Finalmente reconoció errores en el sistema automatizado de control de vuelo involucrado en ambos accidentes, conocido como MCAS, responsable de hacer una lectura de reconocimiento falsa durante el vuelo, y que la compañía debe arreglar para rehabilitar el 737.
Las decisiones de Dennis Muilenburg para resolver la crisis han fallado y en muchos casos la han amplificado al exacerbar la fricción con los reguladores y las líneas aéreas. Sus predicciones optimistas sobre los plazos de certificación de vuelo por parte de las autoridades federales no se cumplieron, y se empeñó en salvar el 737 en una carrera contrarreloj. Absorbido por los datos y el asesoramiento legal, Muilenberg se vio sobrepasado por la complejidad política de la crisis, las relaciones públicas, las dificultades tecnológicas y la necesidad de restaurar la confianza del público.
En el centro de una extensa cadena de proveedores y docenas de órdenes internacionales de compra canceladas o aplazadas, la crisis de Boeing podría tener importantes secuelas en la economía nacional, aunque por ahora la compañía ha asegurado que no habrá despidos entre los 153.000 empleados que trabajan en la división de 737 Max.
En otro golpe para la moral de la compañía, el pasado viernes el esperado lanzamiento de prueba de la cápsula espacial Boeing diseñada por la NASA falló su recorrido al entrar en la órbita equivocada y no pudo alcanzar la Estación Espacial Internacional (ISS), incidente que alimentó las dudas sobre la capacidad de la gerencia de llevar a cabo grandes proyectos.
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