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El sector de los parques de entretenimiento, toda una industria global que según la organización Mundial de Turismo (OMT) movía más de 20.000 millones de euros anuales, se encuentra en la mayor crisis que recuerda, peor que la generada entre 2008 y 2011 ... . La pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 ha hecho olvidar sus buenas cifras de 2019, que tuvo una subida del 4% en los visitantes de los diez mayores grupos internacionales de parques hasta superar los 521 millones de personas.
Hasta marzo aún pensaban superar esos números, pero ahora son un listón que, según los expertos, se tardará al menos dos o tres años en recuperar. Así lo refrenda a nivel nacional la Asociación Española de Parques de Atracciones y Temáticos (AEPA), cuyos responsables advierten que la crisis que sufren a causa de la covid-19 no es solo algo coyuntural, sino que incluso puede abocar «a una parte de las empresas a echar el cierre definitivo», dado que los rebrotes y las restricciones en parte del país han anticipado el final de una mala temporada. Y 2021 no traerá la recuperación deseada, pues lo ven ya «un año atípico» marcado por las limitaciones.
Sus últimos cálculos hacen ver que este aparente pesimismo tiene una base realista. Con una campaña anual recortada a apenas tres meses -solo algunos parques abrieron a finales de junio, aunque luego se sumaron más, y en octubre solo resisten los más grandes a la espera de que Halloween y el Puente del 2 de noviembre les den un mínimo alivio-, estiman ya una caída de ingresos de 480 millones de euros, al lograr poco más del 20% de la recaudación alcanzada el año pasado. Y en afluencia de visitantes, el desplome lo cifran en casi un 80%.
«Hemos cumplido con todas las medidas sanitarias exigidas», reivindican desde AEPA y también desde la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios (AIZA), que sufre una situación similar. Pero la segunda ola de la covid les ha dado la puntilla después de invertir cerca de 11 millones de euros en ello, todo homologado por el Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE). Porque este sector reivindica ser parte de la otrora 'gallina de los huevos de oro' de la economía nacional; por eso reclaman al Gobierno un apoyo económico de emergencia, empezando por acceder a las ayudas y subvenciones de la UE al turismo.
Su lista de reclamaciones, ya enviada a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, incluye que los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor lleguen al menos a final de año, junto a la exoneración de cuotas sociales en ese período. Habilitar una línea de financiación especial, obtener ayudas directas del Estado y rebajar su IVA al 10% (es la única actividad de ocio y cultura que aún soporta el tipo del 21% que se impuso en la anterior crisis) completan sus demandas.
Según las agencias de rating, prolongar esos ERTE rebajaría sus costes fijo casi un 20%, aunque algunos parques ya decidieron en primavera dar directamente por terminado el año sin abrir sus puertas. Los casos más llamativos son los del Siam Park de Tenerife, que ocupa el puesto 16 entre las instalaciones acuáticas más visitadas del mundo (1,2 millones de visitantes en 2019) y se ha visto muy dañado por la pérdida de turistas en las islas Canarias, y el Terra Mítica en Benidorm, centrado en sus inversiones para reconvertirse en 2021 en «un macro 'resort' para el ocio de lujo».
Entre los que sí abrieron, el líder nacional y sexto parque más visitado de Europa, Port Aventura (Tarragona), lo hizo con un aforo limitado al 30% y unas 10.000 personas -en un 25 aniversario agridulce-, con mascarillas obligatorias (hasta en las montañas rusas) salvo a la hora de comer. En el Parque Warner de Madrid (la enseña de Parques Reunidos, el décimo mayor grupo del sector a nivel mundial) la situación fue similar, al igual que en Isla Mágica de Sevilla y Dinópolis de Teruel, entre otros. En el caso del toledano Puy du Fou, su espectáculo teatral tuvo restricciones parecidas a otras obras.
A nivel internacional, solo en Asia parecen haber funcionado a medio gas y no todos. Disneyland Shanghái fue, el 11 de mayo, el primer parque del mundo en reabrir. Le seguirían otros, como el de Hong Kong, pero la segunda ola de la covid también les cerró varias semanas. El emporio del ratón Mickey refleja bien la dureza de la crisis: perdió casi 4.000 millones al cierre de su tercer trimestre fiscal y redujo su facturación un 42%. Las víctimas: los 28.000 empleados despedidos en sus instalaciones de ocio, tanto parques (sobre todo en Florida y Los Ángeles) como cruceros y eventos.
Hace ya meses que el conocido como mayor espectáculo del mundo tornó en el más triste, al menos en España. El colectivo del circo y el de los feriantes han sido los dos grandes olvidados en la crisis económica causada por la covid-19, cuyo impacto en el sector del ocio ha sido aún más acusado que en otros.
Aunque a priori no había norma que les impidiese abrir sus carpas tras la desescalada, la realidad es que apenas tres o cuatro circos de los 40 que había en España antes de la pandemia han podido realizar este verano sus giras habituales. En la mayoría de los casos, las trabas o directamente prohibiciones de los ayuntamientos se lo han impedido; en otros simplemente la reducción forzosa de aforos al mínimo ha hecho que no les salga rentable.
Varios de los más grandes están integrados en la asociación Circos Reunidos, que en septiembre se manifestó ante el Congreso para reclamar «ayudas inmediatas» a un sector «del que viven 2.500 familias», lo que representa 10.000 personas. Llevan desde marzo sin ingresos, «pero los gastos (mantenimiento de animales, seguros de vehículos...) se mantienen», lamentan. De hecho, aseveran que «muchos están comiendo gracias a Caritas, Cruz Roja o Protección Civil».
Sostienen que han cumplido todas las medidas sanitarias necesarias, desde aforos y separación de asientos hasta limpieza y desinfección, pero les niegan las autorizaciones municipales, incluso para espectáculos sin carpa. Solo los teatros circo, como el Price de Madrid, se salvan de ello.
Para los feriantes la situación es incluso peor. Más del 80% son autónomos de temporada y, al no estar dados de alta cuando se dictó el estado de alarma, no han podido acceder a ayudas. Desde este colectivo hablan de «pérdidas millonarias» y afirman estar «en la ruina total». Además, se quejan de discriminación con los parques de atracciones pese a poder cumplir medidas sanitarias similares.
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