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Christine Lagarde no provocará ningún sobresalto a los mercados. No al menos a medio plazo. La francesa, que asumirá la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) el próximo 1 de noviembre en sustitución de Mario Draghi, anunció este miércoles que dará continuidad a la política ... monetaria impulsada por su predecesor. Lo hizo en su primer test ante el Parlamento Europeo, durante una comparecencia en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios que, también sin sorpresas, validó su candidatura.
Ahora, en dos semanas se someterá a la aprobación del pleno de la Eurocámara. «La actual política acomodaticia está justificada durante un periodo prolongado de tiempo para conseguir que la inflación se sitúe cerca pero por debajo de ese 2%», subrayó ante los eurodiputados en una sesión que, con turno de preguntas, se prolongó más de dos horas.
Lagarde se salió poco del guión que ella misma había adelantado días atrás al responder por escrito a 76 cuestiones planteadas por los grupos políticos. La desaceleración económica, que se nutre fundamentalmente de la guerra comercial entre EE UU y China, e incertidumbres como el 'brexit' son los argumentos de peso que utilizó para justificar esa transición lineal en la presidencia del BCE. Una agenda 'dovish' -esto es, acomodaticia a los problemas y riesgos- que mantiene vivo el paquete de estímulos en vigor y el que se estaría cocinando en la sede central de la institución, en Frankfort, que contemplaría una nueva bajada en los tipos de interés.
Pero consciente de que en el seno del órgano ejecutivo del BCE la opinión no es unánime (el sector de los 'halcones' cree que aún es pronto para dar ese paso), la que fuera máxima responsable del Fondo Monetario Internacional (FMI) obró con cierta cautela. «El impacto de las políticas del BCE continúa siendo positivo, pero hay que analizar también sus efectos secundarios y atender las preocupaciones de los ciudadanos, sobre todo en referencia al compromiso con el mandato de la estabilidad de precios».
A eso y a otra serie de «cuestiones importantes», entre ellas, el impacto que tendría esa nueva bajada sobre la banca, que ve en ella más recortes del margen de beneficios. En las últimas horas el consejero delegado de Deutsche Bank, Christian Sewing, criticaba los tipos negativos advirtiendo que «a la larga arruinan el sistema financiero».
Así que la también exministra de Finanzas francesa tuvo que incidir ante los eurodiputados en que sí, en que habrá «más estímulos monetarios, pero siguiendo muy de cerca sus efectos secundarios». Y se comprometió, en todo caso, a reaccionar con rapidez para neutralizar los cambios económicos globales. Prometió, en suma, «agilidad para adaptarse conforme el mundo cambie».
Una mutación que ya es un hecho. No sólo por las grietas abiertas en el orden internacional que Donald Trump expande a golpe de 'tweet' y que ha llevado el multilateralismo a la UVI, sino también por la lucha contra el cambio climático y los nuevos retos tecnológicos. Sobre lo segundo, Lagarde no fue muy precisa, de hecho requirió más concreción a la propia Eurocámara sobre las exigencias prioritarias para la 'transformación verde'. «El BCE no puede invertir los 2,6 billones de euros de su cartera en bonos verdes porque no hay mercado suficiente». Aunque lo primero que se le debería aclarar desde la Eurocámara es qué tipo de títulos considera ecológicos.
Y en relación a las nuevas acciones tecnológicas, Lagarde se refirió al empuje del 'blockchain' (cadenas de bloques de datos), que otorga al usuario el control y prescinde de intermediarios (por ejemplo, de los bancos) o criptomoneadas como la Libra, apuesta de colosos como Facebook. «Son cambios tecnológicos que tienen que ser tenidos muy en cuenta como también el equilibrio entre costes y beneficios. Los gobernadores de los bancos centrales deben ser muy conscientes de la innovación en lo que se refiere a la estabilidad financiera y la protección de inversores y consumidores».
También hubo un mensaje para las capitales del euro. El mismo que ha venido lanzando Draghi durante meses: hay que ir más allá. El proyecto de presupuesto del euro sobre el que trabajan los ministros de Economía y Finanzas no contempla un mecanismo de estabilización ni cuenta aún con una partida asignada. Una situación que aseguró «no va a desestabilizar la zona euro. Pero si queremos reforzarlo sí sería muy útil que esa estabilidad no se aplicara sólo a la competencia y competitividad, sino a situaciones de choque (que ayuden) a un país que tenga que hacer frente a problemas de liquidez».
El Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro mantendría su crecimiento del 0,2% trimestral entre julio y septiembre, el mismo dato que en primavera y confirmando así su desaceleración. Es lo que anticipa el denominado índice compuesto de gerentes de compras (PMI), que valora las expectativas de empresas y hogares, cuyos datos reflejan un ligero repunte del consumo privado en agosto. Aún así, según la consultora especializada IHS Markit (responsable del índice), el promedio de los países del euro habría permanecido «estancado en un estado frágil de crecimiento débil y desequilibrado».
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