Cuando terminaba la época de recolección de café, se hacía evidente la inquietud de los productores en los mentideros de una de las grandes reuniones de la industria cafetalera mundial, el World of Coffee celebrado en Copenhague este verano. «Están muy preocupados por el cambio ... climático», recordaba una asistente. La producción de Brasil y Vietnam, los dos principales proveedores a nivel mundial, cayó un 23% en el país suramericano y en el asiático, un 13%. Entre los dos ponen en el mercado mundial más de la mitad del volumen de grano que luego se procesa y vende. Además, la Organización Internacional del Café (ICO, por sus siglas en inglés) avisaba en su informe de septiembre que las existencias de las variedades de 'robusta' y 'arábica', la más utilizadas, disminuían, un 26% la primera y un 4% la segunda.
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Un país como España, que tiene un consumo anual de casi cuatro kilos por persona, es muy «sensible» a la realidad que golpea al café. «Afectan los cambios en las condiciones agronómicas, como sequías y plagas, y la situación geopolítica», explica Montse Prieto, secretaria general de la Asociación Española de Café (AECafé), que reúne a los principales actores del negocio cafetero. «La sequía es el principal factor, pero también influye la situación geopolítica. Las navieras han desviado el tráfico del canal de Suez al Cabo de Buena Esperanza, por lo que pasa en Oriente Próximo. Son unos 15 días más de navegación y nos afecta ese retraso en las entregas. Pero no somos la única materia prima de la industria alimentaria que se ve afectada por esta situación».
Con este panorama, ¿es posible que suceda un desabastecimiento, como algunos rumores empiezan a apuntar? «Desabastecimiento, no habrá, pero sí va a llegar un aumento del coste del café», analiza Josiana Bernardes, directora de Coffee Lab y consultora brasileña especializada en el control de calidad. «La inquietud es real, por la sequedad y, aunque el café cotiza en bolsa, la subida de su precio no tiene un origen especulativo. Los problemas son reales. En Brasil, cuya productividad marca el precio, el déficit hídrico es preocupante para 2025».
La causa principal que remueve el mercado está en el cambio climático. Los periodos extremos e intermitentes de lluvia intensa, la sequía y el aumento de las temperaturas «va a traer consigo una reducción importante de la superficie apta para el cultivo del aromático, incluso de hasta un 50% del total para 2050», sostiene un estudio de Guadalupe Godínez, investigadora de la mexicana Universidad Autónoma Chapingo, publicado en julio de este año por la Revista Latinoamericana de Difusión Científica.
El trabajo, que reúne las conclusiones de distintos artículos científicos avalados por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), avanza el caso del mayor proveedor mundial: Brasil perderá «hasta un 33% de la superficie actual cultivada».
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Además, resume la autora, «existe evidencia científica» del avance de «organismos nocivos y patógenos en las plantas». En consecuencia, los cafetos tendrán que crecer en «otras latitudes y altitudes».
1,20 euros
es el precio medio actual de un café en barra. Con las tensiones del mercado, se calcula que puede llegar a valer dos euros. Hace 20 años costaba 0,80 euros.
23% menos de producción
tuvo Brasil, y Vietnam perdió un 13%, debido al cambio climático. Entre los dos países surten más de la mitad del grano.
Los cafetales más al norte del planeta están en España, en el valle de Agaete de Gran Canaria, y tienen un par de centenios. Este año «viene una muy buena cosecha», adelanta Víctor Lugo Jorge, gerente de Finca La Laja, que produce la mitad de los 12.000 kilos de un café «especializado» que sólo se vende en origen. Bajo otros árboles frutales, con una reposición de 4.000 plantas por temporada, la recolección se realiza cereza a cereza, eligiendo los que tengan el rojo característico. Los árboles pueden resentirse por las «olas fuertes de calor, que afectan hasta la mitad de la producción», dice Lugo. Su precio es diez veces superior al resto del arábica. Con el baile de precios próximo, no descartan un aumento.
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En las barras de los bares, que venden una media de 34.000 tazas de café al año (93 al día), todavía hay gente que se acuerda de cuando pagaba el equivalente a 0,15 euros por un 'solo' o un 'cortado', a finales de los setenta. Hay nostalgia por los tiempos en que valía 0,80 euros, hace veinte años. Ahora, los días en que se paga alrededor de 1,20 euros están contados, según las fuentes consultadas. Al por mayor el incremento del precio se aproxima al 60% en un año. De los 1,3 euros por libra (450 gramos) a los 2,4 euros de septiembre de 2024 para el promedio de tipos de café, según datos de ICO. En los mercados de futuro, que se juega en las bolsas de Nueva York y Londres, el incremento ha sido del 6% en el parqué americano y del 13% en el europeo.
«El precio no es sostenible», mantiene Bernardes. «La presión en los países de origen se trasladará al final de la cadena». Además de la reducción de la productividad hay un aumento de la demanda a nivel global, con fuerte presión china, e inflación en los insumos agrícolas, como pesticidas y fertilizantes», mantiene la analista. «Por lo menos se acercará a los dos euros», mantiene la experta. «El consumidor, por supuesto, se quejará».
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Desde la asociación cafetalera española AECafé prefieren no hablar de precios «como regla general», pero al consumidor no se debería sorprender, dicen, porque «como sector lo estamos comentando desde hace tiempo. Hay muchas casuísticas, muy globales. El cambio climático, la guerra de Ucrania y Gaza, el tránsito de mercancías. Tenemos que convivir con el contexto geopolítico y no es algo exclusivo del mundo del café», sostiene Prieto.
Si no ha llegado un aumento de precios en tiendas y restaurantes todavía es porque hay 'stock' para mantener un equilibrio entre oferta y demanda. Entre 2023 y 2024 hubo 178 millones de sacos de producción (de 60 kilos cada uno) y se consumieron 177 millones.
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En cualquier caso, el consumo va en aumento en todo el mundo, con tendencia sostenida al alza que se situó en el 5,2% anual. En Europa, el continente que más bebe café, pasó de 53,1 millones de sacos (unos 3.186 millones de kilos) a 53,7 en dos años, unos 36 millones de kilos más. Sin embargo, las previsiones son de déficit. Las últimas noticias que llegan del sector esta semana indican que el mercado de futuros de la variedad arábica alcanza «su nivel más alto desde 2011 por la escasez de oferta que combina falta del grano robusta», que también bate récords.
Otro factor que puede apuntalar un aumento importante en el precio viene de la misma Unión Europea, que impondrá una serie de normas para obligar a los productores de café (y otros seis rubros como ganadería y cacao) a certificar que no deforestan ni degradan el medio ambiente. Según sus datos, los cafetales contribuyen al 7% de la tala de bosques y selvas. El reglamento aprobado entra en vigor este año pero la Comisión Europea ha propuesto retrasarlo hasta el siguiente para «dar más tiempo a las partes a prepararse».
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Se trata, en efecto, de un factor adicional que podría encarecer las importaciones europeas, frente a la demanda creciente asiática. Pero a falta de cuatro meses para su aplicación, falta información, se queja el sector. «Recién la semana pasada se conocieron varios documentos muy relevantes», advierte Prieto. «Es una obligación legal que vamos a tener y trabajamos para cumplirla con una línea de ayuda para los países productores. Toda normativa nueva siempre plantea un reto». Cambio climático, guerras, nuevas normas... el café puede seguir los pasos del aceite de oliva y el consumidor tendrá que asumir los nuevos precios de su hábito diario.
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