Un horizonte de tipos de interés negativos es aparentemente el paraíso para quienes tienen pendiente el pago de una hipoteca, normalmente referenciada a un euribor que a raíz de las decisiones de política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) acaba de ... encadenar tres años en números rojos tras cerrar febrero con una tasa del -0,108%. Pero para las personas que deseen solicitar un crédito o directamente lo necesiten la misma situación puede terminar siendo perjudicial.
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Esa es, al menos, la principal conclusión de un estudio que ha publicado este martes el Banco de España (BdE), donde se afirma que esos tipos negativos, aunque no han reducido directamente el volumen de crédito ofertado, sí han endurecido los requisitos que las entidades financieras reclaman a la hora de concederlos. Y los tres economistas del supervisor autores del informe inciden, para reforzar su afirmación, en que los bancos menos afectados por esa política del BCE no han actuado igual.
El análisis parte de la rebaja del tipo de interés aplicable a la facilidad de depósito (DFR por sus siglas en inglés), que la autoridad máxima del euro -dirigida por el italiano Mario Draghi- empezó a aplicar en junio de 2014. Era una vuelta de tuerca más en su política monetaria expansiva, buscando que la banca no guardara el dinero y, por el contrario, lo prestara de forma más dinámica y en mayor cantidad para impulsar la recuperación de la economía. Buscaba al mismo tiempo que subiera la inflación, cuyo estímulo dentro de unas márgenes de prudencia (2%) es precisamente uno de los objetivos tradicionales del Banco Central Europeo.
Esa DFR se situó entonces con una tasa negativa del -0,10%, para luego sufrir una serie de recortes posteriores hasta quedar en el -0,4% en marzo de 2016, nivel que mantiene hasta la fecha. De ahí el impacto se fue trasladando después a otros tipos de intereses para las operaciones bancarias, como el eonia y el euríbor, esta última la principal referencia que se utiliza para el cálculo de las hipotecas y que hace un año alcanzó el nivel más bajo de su historia rozando los dos puntos negativos (-0,191).
Siete de cada diez bancos de la zona euro (llegaron a representar el 74% del total) fueron reconociendo después, en las sucesivas ediciones de la Encuesta sobre Préstamos Bancarios (EPB) del supervisor europeo, que sus ingresos netos por intereses se habían visto «perjudicados» por esa política bajista de tipos. Pero, ¿cómo reaccionaron en general, puesto que disponían de «ciertos márgenes de actuación»? Pues según el estudio del BdE, los más afectados por ello tendieron a «endurecer los términos y las condiciones» de los préstamos, a través de una «reducción de los vencimientos medios» y aplicando «un mayor nivel de comisiones».
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Asimismo, mostraron un «descenso en su nivel de tolerancia al riesgo» más acusado en el segmento de crédito a empresas no financieras. Lo mismo puede predicarse respecto a la banca española según dicho informe, pues también redujeron su oferta crediticia a aquellas compañías «con un perfil de riesgo más elevado», mientras que la «aumentaron» para aquellas que presentaban a priori unas contingencias menores. Y, al igual que sus colegas europeos, ambas tendencias se acusaron con mucha mayor fuerza en las entidades más afectadas por los intereses negativos que en las menos.
¿Y ese endurecimiento de las condiciones de los préstamos fue más o menos líneal para los bancos afectados? No, conforme a las conclusiones del informe del Banco de España. «En aquellas jurisdicciones en las que existe un alto grado de concentración bancaria» se produjo de manera casi masiva, mientras que «en los mercados más competitivos no se produjo ningún ajuste, probablemente -apuntan los autores- para evitar la pérdida de clientes y por el menor poder de negociación con éstos».
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El BCE habría provocado así con su política mucho más rigor en la concesión de créditos y unas comisiones más elevadas pero, ¿qué otros efectos tuvo sobre los balances de las entidades? Los tipos negativos coincidieron con un aumento «sensible» en los requerimientos de capital bancario y los más afectados en ese escenario fueron precisamente los que menos reservas tenían.
Esa «peor capitalización», afirma el Banco de España, «limitó su toma de riesgos», lo que a su vez «puede reducir sus ingresos netos por intereses y, por tanto, su capacidad de generar capital orgánicamente a través del margen de intermediación». Por eso se penalizó el patrimonio neto de estas entidades, que en última instancia vieron acortada «su capacidad de tomar nuevos riesgos con el fin de obtener mayores beneficios».
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