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Bankia nació con la meta de dejar atrás las malas prácticas de las cajas de ahorro que conformaron la entidad. Y después de una década de aquel episodio que marcó la historia económica de España, nadie duda de que José Ignacio Gorigolzarri alcanzó su objetivo. ... Pero tampoco que el banco ha sido uno de los mayores exponentes de la crisis financiera en el país. La España de la burbuja inmobiliaria, las preferentes, las tarjetas 'black', los desahucios y la pérdida de reputación de unas entidades abocadas al ocaso tras años de fusiones forzosas, intervenciones y, sobre todo, fuertes problemas de gobernanza por parte de los políticos que las dirigían.
La de Bankia también es una historia de resurgimiento. De cómo en poco más de una década logró su saneamiento, operar con normalidad y cerrar su capítulo en la fusión con CaixaBank. Entre medias, tensas negociaciones, reuniones de infarto y una pesada losa judicial muy difícil de gestionar.
Esta es la historia que narra el periodista Juan Emilio Maíllo Belda en su libro 'Bankia, desde dentro' (Ed. Deusto), que se publicará el próximo 24 de mayo. El que fuera director de Comunicación Externa de la entidad detalla cómo se afrontaron esos años convulsos, marcados también por el rescate público y un nuevo equipo directivo del que se desgranan asuntos desconocidos hasta ahora.
Entre los más destacados, el acontecido una jornada de principios de 2015 que podría haber cambiado para siempre el rumbo de la entidad, justo cuando el mercado intentaba averiguar quién asumiría el coste de las pérdidas sufridas por los inversores que acudieron a la salida a Bolsa de Bankia en julio de 2011, con Rodrigo Rato aún al frente de la entidad.
No eran buenos tiempos para el banco, que ya sentía el peso del famoso informe de los peritos del Banco de España que habían dictaminado que la entidad engañó a los inversores con unas cuentas falsas en el momento de la operación (informe que después fue rebatido por el Supremo por la vía penal).
Bankia debía presentar sus cuentas anuales el 2 de febrero de aquel 2015. Pero no iba a hacerlo sin poder dar el dato de quién, cómo y en qué cuantía debía asumir ese coste judicial para resarcir a los afectados.
Y aquí, la tensa relación con el Gobierno de Mariano Rajoy –más bien, con alguno de sus miembros– quedó más patente que nunca. Tanto, que pudo acabar con la salida del consejo, incluida la del propio Goirigolzarri.
Tal y como se narra en el libro, había dos bandos bien diferenciados. Por un lado, los que pensaban que la mejor solución pasaba por fijar una cifra límite al impacto que asumiría Bankia. En esta línea, la entidad contaba con el apoyo del entonces ministro de Economía, Luis de Guindos.
Por otro, estaban aquellos que adoptaron una férrea oposición a ese límite de coste para la entidad. Entre ellos, la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE), un organismo dependiente del Ministerio de Hacienda comandado por Cristóbal Montoro.
«La tensión fue alta, altísima, seguramente la mayor que habíamos registrado en la relación con el Gobierno. Esto iba más allá de una injerencia política», señala el autor en el libro.
Así que la reunión del Consejo prevista para el 29 de enero de 2015 para aprobar aquellas cuentas anuales terminó dando un giro radical:los resultados no se publicarían sin tener claro que el accionista principal (BFA, es decir, el Estado)aceptaría la decisión final sobre el reparto del coste judicial de la salida a Bolsa. Decisión que, por otro lado, debían tomar los consejeros independientes.
Tal y como se narra, estos ocho independientes, incluidos tres considerados más próximos al Gobierno, expresaron que llegado el caso de que el Ejecutivo no les hiciera caso, estarían dispuestos a poner sobre la mesa su posible dimisión.
La alta dirección del banco, aquellos que se incorporaron al 'proyecto Bankia' en mayo de 2012, «valoraba la misma determinación». Yen este grupo entraban el propio José Ignacio Goirigolzarri y el que fuera su número dos durante años, José Sevilla. Finalmente, la sangre no llegó al río. Bankia asumió el 40%de la indemnización y la matriz BFA, el otro 60%. Lo que vino después forma ya parte de la historia financiera de España.
Valencia fue siempre territorio clave en términos de clientes para Bankia. Y allí, antes de una de las juntas más importantes de la entidad, ocurrió una anécdota que volvió a poner de relieve la tensa relación con algunas esferas políticas. Por aquel entonces, Alberto Fabra era presidente de la Generalitat Valenciana. Y con él –que llegaba al cargo tras la salida de Francisco Camps– se logró una relación cordial. Tal y como narra el libro, algo menos amable fue el encuentro con la entonces alcaldesa Rita Barberá, quien recibió a Goirigolzarri con un rotundo «ya viene otro de Madrid». La respuesta fue más tajante si cabe: «Alcaldesa, yo soy de Bilbao». Una frase que resume su intensa agenda fuera de la capital y también el apego a su ciudad natal, siempre acompañado de una pasión más allá de las finanzas: el Athletic Club.
Además de la salida a Bolsa y los desahucios, la otra gran batalla judicial que golpeó a Bankia fue la de las preferentes. Hubo miles de afectados que perdieron buena parte de sus ahorros con estos productos comercializados con prácticas más que cuestionables en las sucursales de las cajas de ahorro que conformaron la entidad que, consciente del hartazgo de sus clientes, intentó apoyarse en Bruselas para buscar una solución. Según se narra en el libro 'Bankia desde dentro', Goirigolzarri había acudido a reunirse con el entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Pero se quedó encerrado en un ascensor de la sede del organismo y eso hizo que finalmente se viese con Peter Praet, economista jefe del supervisor.
En esa cita, las intenciones de Europa quedaron claras. No había ninguna intención de evitar el agravio a los preferentistas. El economista lo dejó claro con una sola frase: «Menos mal que vienes tú porque no entiendo la posición del gobernador» (en referencia a José María Linde, por entonces al frente del Banco de España, que siempre defendió dar un valor a las preferentes). «Seguro que tú compartes que las preferentes no valen nada, que los preferentistas tienen que perder todo lo invertido para reducir la aportación de dinero público», reproduce el texto.
Negociaciones con Bruselas
Con ese telón de fondo, Goirigolzarri presentó varias opciones a Bruselas para resarcir a los afectados. Pero el 'no' por respuesta era una constante. Finalmente, y ante el aluvión de reclamaciones y sentencias favorables a los clientes, se impuso un sistema de arbitraje para resarcir a los afectados. Fue uno de los momentos más difíciles para la entidad, con protestas a las puertas de las sedes, las oficinas y en cada acto público de Goirigolzarri. Según documenta el libro, muchas de ellas fueron alentadas por los despachos de abogados que se convirtieron en una auténtica pesadilla para Bankia. Y que, por otro lado, también vieron un verdadero filón para su negocio en el sufrimiento de los clientes.
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