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Sacudida financiera con epicentro en EE UU, pero con onda expansiva en todo el globo. Nadie, absolutamente nadie, está a salvo de las consecuencias que tendrá esta crisis bancaria por muy acotada en el tiempo que se espera que sea.
Más allá de las causas ... de la misma, la caída de algunas entidades regionales estadounidenses ha levantado las dudas en torno a quién, cuándo y cómo podría haberlo evitado.
Difícil saberlo. Pero, sin duda, la vigilancia sobre ellas ha sido más bien ligera en los últimos tiempos. Una de las causas hay que buscarla en la Administración Trump, que fue quien derogó buena parte de la conocida 'ley Dodd-Frank' aprobada por Obama en 2010. Con su eliminación, se relajó de forma notable, y entre otras muchas cosas, la capacidad de supervisión de la Fed sobre los bancos regionales ahora en apuros.
Muchos detractores de la norma, incluido el propio Trump, argumentaban por entonces que bajo leyes tan estrictas era imposible que los bancos de menor tamaño pudiesen operar. Uno de los que protagonizó una campaña más agresiva para la derogación fue, precisamente, Gregory Becker, director ejecutivo de SVB hasta su quiebra.
Un directivo que, por cierto, vendió 2,1 millones de acciones apenas unos días antes del colapso de la entidad. Otro dato curioso: Barney Frank, uno de los propios promotores de la 'ley Dodd-Frank', también abogó en su momento por flexibilizar la norma. Actualmente se sentaba en el consejo del Signature Bank, otra de las entidades quebradas estos días.
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Este mismo viernes, el presidente estadounidense, Joe Biden, pedía ante el Congreso del país mano dura con estos directivos. Y todo apunta a que eso se traducirá no solo en posibles castigos penales. Sin duda, habrá una vuelta de tuerca a la regulación.
En concreto, se piensa que la Fed exigirá mayores requisitos de capital y liquidez a las entidades con activos de entre 100.000 y 250.000 millones de dólares, actualmente fuera del control del banco central. Además, se reforzarían las pruebas de resistencia (los conocidos como test de estrés) que examinan la capacidad de los bancos para soportar una recesión. El organismo ha llegado tarde al colapso, por lo que también ha decido abrir una investigación interna para determinar por qué no se detectó a tiempo lo que estaba ocurriendo.
A la fiesta de los 'culpables' por la falta de control no podían faltar las agencias de rating. Igual que ocurrió tras la caída de Lehman Brothers, firmas como S&Po Moody's mantenían calificaciones crediticias positivas para algunas de estas entidades antes del síncope. Sin ir más lejos, Moody's tardó cinco días desde la caída de SVB en cambiar de 'estable' a 'negativa' su perspectiva sobre el sistema bancario estadounidense «para reflejar el rápido deterioro del entorno operativo tras las retiradas de depósitos» acontecidas. Desde noviembre, la firma mantiene una nota 'Baa2' para Credit Suisse. Es decir, un grado intermedio «con riesgo crediticio moderado».
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