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El euro digital está de camino. Para adaptarse a la creciente digitalización de la economía, el Banco Central Europeo (BCE) estudia desde hace tiempo la posibilidad de introducir un euro digital como complemento del efectivo. En octubre el BCE decidirá si sigue adelante con el ... proyecto, lo que parece casi seguro, según las fuentes consultadas, aunque tal vez todavía no su aplicación práctica.
Decía Antonio Machado al caminante que «no hay camino, se hace camino al andar». Y ese es el problema con el que se enfrenta el BCE: que no hay un camino probado para introducir una moneda digital de un banco central.
A estas alturas se estarán preguntando qué dificultades puede plantear un euro digital cuando todos los días realizan transacciones electrónicas en euros, pagan por internet o mandan un bizum. La gran diferencia es que el euro digital será dinero efectivo digital que se depositaría en el Banco Central Europeo y podría llegar a hacer irrelevante el papel de los bancos. ¿Quién no preferiría tener sus ahorros depositados en el BCE con todo su respaldo a dejarlos en una entidad financiera, que tiene más riesgo aunque cuente con la protección –siempre limitada– del Fondo de Garantía de Depósitos?
«Hay mucho más dinero en circulación que el que ha emitido el Banco Central», explica Eloy Noya, director de Innovación del Instituto de Estudios Financieros (IEF). Los bancos comerciales van 'creando' dinero con los créditos que conceden. Pero, al mismo tiempo, esos bancos pueden prestar en función de la liquidez que obtienen del dinero depositado por los ahorradores en su entidad y cumpliendo unos coeficientes marcados por el BCE.
No es extraño que el vicepresidente del Banco Santander, José Antonio Álvarez, haya apuntado la posibilidad de que los créditos disminuyan por el uso del euro digital, ante el efecto que podría tener en los balances de los bancos. El euro digital «es algo que nos preocupa», reconoció Álvarez.
Así que el BCE se está tentando mucho la ropa antes de empezar con la prueba piloto del euro digital. Pero «no hay marcha atrás», asegura Francisco Joaquín Cortés, profesor de Finanzas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). «Aunque nadie va a dar un paso de forma irreflexiva porque el BCE quiere evitar una fuga de depósitos», dice Cortés.
Para evitar desplazamientos masivos desde los depósitos minoristas al BCE que afectaría a los bancos y a la economía, el banco central piensa limitar a 3.000 euros el importe que los particulares podrán tener en euros digitales –está por definir cuánto se permitirá a las empresas y comercios–. Además, Noya apunta a que las cuentas en euros digitales podrían estar en los bancos para evitar impactos en la estabilidad financiera.
Un camino a recorrer, por tanto, sin pausa pero tal vez con algo de prisa para evitar que le coman el terreno las criptomonedas estables (conocidas como 'stablecoins') o quizás monedas digitales de otros bancos centrales. El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, insistió hace unos días en que la Unión Europea «no puede quedarse de brazos cruzados» ante las monedas digitales privadas y extranjeras, ya que si se permite su uso generalizado para los pagos internacionales podría ponerse en entredicho el atractivo del euro y amenazar la soberanía monetaria del banco central y «su capacidad como prestamista de último recurso».
Verónica López, consultora de Analistas Financieros Internacionales (AFI) explica que son pocos los bancos centrales que no están al menos investigando el tema. «Brasil acaba de anunciar el lanzamiento de DREX y su interés en iniciar una prueba piloto en comercios; China tiene en fase piloto el 'e-yuan' y la India se encuentra en pleno desarrollo de proyectos piloto de la rupia digital con la participación de ocho grandes bancos». Bahamas, Nigeria y Jamaica tienen ya sus CBDC (moneda digital de banco central, por sus siglas en inglés), aunque el proceso es mucho más fácil en países en desarrollo y poco bancarizados. En todo caso, López subraya que las monedas digitales de los bancos centrales «son ya parte del escenario más inmediato y probable».
Se estima que la implantación efectiva del euro digital no ocurrirá antes de 2026, que es un plazo en realidad muy corto para todo lo que hay que hacer. Tal como lo ha planteado el BCE, el euro digital servirá para realizar y recibir pagos de pequeña cuantía entre particulares, en los comercios físicos, como hacemos ahora con el dinero en efectivo, pero también en el comercio electrónico o con la Administración. Funcionaría como una billetera digital y estaría disponible tanto para pagos 'online' como 'offline', es decir, los pagos podrían realizarse de dispositivo a dispositivo sin conexión a internet, lo que garantizaría un alto grado de privacidad.
Nadie podría ver qué es al utilizar el euro digital fuera de línea, aseguran desde la Comisión Europea, algo que es cuestionado por expertos, que advierten que «lo digital siempre deja una traza».
En septiembre de hace dos años El Salvador decidió que el bitcóin fuera moneda de curso legal en ese país –lo que obliga a ser aceptada en cualquier comercio– junto con el dólar estadounidense. El colón, la antigua moneda salvadoreña, anda desaparecida desde 2001. Solo otro país, la República Centroafricana, adoptó en 2022 como moneda de curso legal el bitcóin. Alberto Fernández, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), explica que Rusia ha considerado la posibilidad de aceptar bitcoines para pagos de exportaciones de petróleo y gas. «Probablemente, antes de que la moneda se implante en más países se comenzará a usar como facilitadora de comercio internacional», sugiere Fernández. «Aunque muchos lo ven como inversión especulativa, su potencial radica en su capacidad para realizar transacciones sin intermediarios, ofrecer transparencia y reducir costes».
Sin embargo, adoptar el bitcóin como moneda de curso legal por parte de El Salvador, un país dolarizado desde 2021 y que, por tanto, no puede emitir moneda ni hacer política monetaria fue «temerario», en opinión de Verónica López, consultora de Analistas Financieros Internacionales (AFI), «y una decisión motivada por objetivos ajenos a la mejora de la inclusión financiera».
La alta volatilidad de esta criptomoneda hace verdaderamente difícil que sea una moneda de pago. Si baja mucho su valor, arruina el poder de compra de una familia; por el contrario, si sube su cotización, quien lo tenga preferirá atesorarlo para ganar más. Sin irnos muy lejos, en marzo de 2020 un bitcóin valía 4.826 dólares, superó los 65.000 dólares en noviembre de 2021 y ahora ronda los 25.000 dólares.
El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, lo comparó con el oro. Cierto que ambos son bienes escasos (el bitcóin está diseñado para que no se fabriquen más de 21 millones) y esa escasez provoca la especulación, explica Eloy Noya, director de Innovación del Instituto de Estudios Financieros (IEF), que no ve futuro al bitcóin como moneda de curso legal para pagos porque «está condenado a ser volátil».
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