José Antonio Bravo
Jueves, 6 de octubre 2016, 18:16
Buena parte de los 65 ex altos cargos de Caja Madrid y Bankia acusados por el despilfarro de las llamadas tarjetas black han hecho bueno el lema de que la mejor defensa es un buen ataque. Por eso, en una tesis ya sugerida el miércoles ... por alguno y secundada este jueves por varios, intentaron hacer ver al tribunal de la Audiencia Nacional que les juzga que una parte de sus gastos no les corresponderían, no ya por «equivocación» involuntaria o deseada por parte de Bankia, pues también sentaron esa duda en sus declaraciones sino por obra de delincuentes.
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Sí, se refieren a ladrones tecnológicos o de guante blanco. De hecho, hay constancia de que entre 2003 y 2005 fueron clonadas varias de esas tarjetas. El propio juez instructor, Fernando Andreu, dejó constancia de ello en mayo de 2015 preguntando a Visa y al Servicio de Medios de Pago (Sermepa) que le concretaran toda la información que tuvieran sobre esos «cargos ilícitos», al tiempo que se interesaba por si habían pedido a las aseguradoras que abonaran las indemnizaciones previstas por «riesgo de mal uso».
Entonces se pudieron documentar dos casos: José María Fernández del Río, consejero de la caja de ahorros a propuesta del PP a quien le realizaron cargos indebidos por 8.564 euros;_y también Luis Gabarda, exjefe de gabinete de Miguel Blesa, a quien el clonaje de su plástico le costó 2.294 euros. Poco más se supo de esas pesquisas porque desde Visa alegaron que dada la antigüedad de los datos requeridos, amén de haber prescrito posiblemente el posible delito, no tenían información.
Tiempo después se pudo saber que en enero de 2006 Caja Madrid tuvo constancia de otro caso de clonaje en las black. Lo detectaron sus servicios técnicos que avisaron al beneficiario Antonio Romero, que fue consejero por decisión del PSOE y gastó 252.000 euros con su tarjeta y le cambiaron su plástico.
Pero este jueves los supuestos perjudicados por el clonaje de tarjetas casi se multiplicaron como setas. Empezó el exsindicalista Rodolfo Benito, secundado por el exconsejero socialista José María Arteta y el popular Alberto Recarte, entre otros. Eso sí, ninguno supo concretar a cuánto ascendería el fraude que habrían sufrido, pues su interés último era más bien dejar en evidencia que la documentación contable de Bankia (sus controvertidas hojas de Excel) estaría «manipulada y sesgada».
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«No he estado nunca en una joyería ni he comprado en un supermercado», afirmó ayer con tono rotundo Benito (gastó 140.521 euros con su tarjeta), quien se rebeló además contra el apelativo de black, porque la caja se dedujo el 30% de esos cargos en el impuesto de sociedades y, además, pagaban IVA en las compras en el IRPF dijo que él se fiaba del certificado de retenciones que le mandaban cada año. Tampoco hizo noches de hotel en Madrid «si vivo aquí», se justificó ni ha estado en Bolivia, pese a que algunos cargos suyos aparecen allí.
«Todo esto es un totum revolutum interesado» y «un proceso muy injusto», se quejó este exdirigente de CC OO, quien después vio como su compañero de banquillo Arteta argumentaba el clonaje de su tarjeta en que algunos gastos eran «ilógicos». «No puedo estar comiendo en dos sitios a la vez», dijo. Otro de ellos, el economista Recarte, llegó incluso a cuantificar esos «errores». «De 3.000 a 6.000 entre todos los aquí presentes y Bankia no ha modificado ni uno solo», se lamentó amargamente.
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«Paga Caja Madrid»
Clones black aparte, lo más llamativo de la sesión de ayer fueron las declaraciones de dos concuñados y presidentes sucesivos de la patronal madrileña, Arturo Fernández y Gerardo Díaz Ferrán (quien luego también fue mandamás de la CEOE). El segundo gastó 93.984 euros con su tarjeta, prácticamente la mitad en restaurantes del primero y, además, en pagos superiores a 1.000 euros.
«Era un magnífico cliente, afortunadamente para mí, y consumía en mis restaurantes», dijo Fernández (38.776 euros abonados con su tarjeta). Díaz Ferrán, otro de los clonados -dijo que solo reconocía como suyos los gastos en comidas y cenas, de modo que los demás habrían de ser falsos u obra de otros que desconoce-, lo justificó en reuniones con empresarios.
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«A todos les decía que les invitaba Caja Madrid», admitió a preguntas del fiscal, porque él no estaba a no estaba dispuesto a pagar de su bolsillo cuando estaba haciendo contactos que podían beneficiar a la caja de ahorros y a las compañías que accederían a sus préstamos. Así de fácil.
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