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Los sensores de riesgo de los bancos centrales se han disparado en las últimas semanas. El estallido del conflicto palestino-israelí y el repunte de los precios del petróleo amenaza con convertirse en un auténtico quebradero de cabeza para alcanzar el objetivo de una inflación ... en torno al 2% que, según las últimas previsiones del BCE, llegaría ya en 2025. Pero ese escenario se elaboró tomando como referencia un precio del crudo de 83 dólares para este año y de 78 para el final del periodo, ambas cifras muy por debajo de los actuales niveles del oro negro, que por momentos ha sobrepasado los 90 dólares.
«La contribución de la energía a la tasa de inflación volverá a ser positiva, revirtiendo lo observado desde principios de año», indica Philipe Waecher, economista jefe de la gestora Ostrum AM. Una idea compartida por Lucía Gutiérrez-Mellado, directora de estrategia de JP Morgan AM, al indicar que el desarrollo de la inflación subyacente «dependerá de la parte de los servicios y del petróleo, que desde el comienzo del verano se ha encarecido con fuerza por los recortes de la OPEP».
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José María Camarero
Edurne Martínez
La advertencia para familias y empresas es firme: los altos tipos de interés se quedarán más tiempo de lo esperado. Y no solo porque el impacto de la política monetaria aún no se ha trasladado por completo a la economía real, sino porque los nuevos acontecimientos dejan claro que el trabajo para doblegar los precios de manera sostenible será arduo.
Con este telón de fondo, los bancos centrales deben medir al milímetro sus movimientos, ante la desaceleración que se espera en esta recta final del año que, precisamente, llega de la mano de la escalada de los tipos. Hace solo unos meses, el consenso de analistas apuntaba a que, ante el riesgo de frenazo en la actividad, las primeras bajadas de tipos llegarían este mismo trimestre. Previsión que después se amplió hasta junio de 2024. Ahora, cada vez son más las voces que apuntan a un retraso mayor.
Los expertos confían en que la solidez del mercado laboral otorgue a los bancos centrales un poco de margen. Pero matizan: «Las nuevas subidas de los precios de la energía y los elevados acuerdos salariales van a agravar la situación». Sobre todo en los países donde familias y empresas están más endeudadas.
«Incluso aunque hubiera alguna bajada este año, los tipos seguirán siendo comparativamente elevados respecto a los niveles que se pronosticaban hace más de un año», insiste en un reciente análisis Santiago Carbó, director de estudios financieros de Funcas. Aboga por que la política fiscal acompañe a la monetaria, «manteniendo el gasto excepcional para aminorar el impacto de la guerra solamente en los sectores realmente vulnerables, algo que se lleva comentando meses, pero que no termina de ocurrir». Objetivo: domar la inflación en un entorno cada vez más complejo.
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