José Antonio Bravo
Viernes, 12 de agosto 2016, 21:05
Las alertas del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las debilidades que viene arrastrando la economía china se elevaron este viernes un grado más y, por vez primera, el organismo financiero utilizó el término «insostenible» para poner en más que serias dudas las metas de crecimiento ... que tiene fijadas Pekín para este año y el próximo. Por ahora, sus técnicos han revisado a la baja sus estimaciones de Producto Interior Bruto (PIB) respecto a 2015, cuando avanzó un 6,9%.
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Pero, ¿cuál es el motivo de esas dudas? Pues fundamentalmente dos. De un lado, el importante apalancamiento que arrastra la segunda mayor economía del mundo, donde la deuda de sus empresas ha pasado de suponer el 100% del PIB en 2007 al 171% actual, un nivel que aunque considera «todavía manejable» admite también que resulta «elevado para cualquier parámetro».
Según el Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés), el pasivo total de China cerró 2015 en una cantidad equivalente al 254,8% de su PIB. Y es que, avisa el Fondo, el alto crecimiento económico alcanzado ha sido a costa de una también elevada dependencia del crédito. Y ello se nota especialmente en las corporaciones públicas, cuya deuda supone el 55% del conjunto del lastre empresarial pero solo aportan un 22% del PIB.
Por eso desde el organismo que dirige Christine Lagarde animan a las autoridades chinas a «endurecer las restricciones presupuestarias a las compañías estatales, a reestructurar o liquidar empresas endeudadas en exceso y a reconocer las pérdidas y asumirlas entre las partes pertinentes, incluyendo el Gobierno si es necesario». Eso sin olvidar la necesidad de seguir implementando reformas estructurales, como la regulación financiera, aunque sí ve «progresos» en el aumento del sector servicios y el protagonismo del consumo interno frente a la inversión pública.
Sacrificarse para crecer más mañana
De no seguirse sus recetas, el FMI advierte de que la economía china se irá desacelerando de forma progresiva durante el próximo lustro hasta el 5,9% en 2020 y partiendo de la tasa del 6,6% que prevé para este mismo ejercicio. Admite, no obstante, que a corto plazo sus medidas probablemente provocarán que el PIB descienda a un nivel de entre el 5,5% y el 6%, aunque posteriormente se recuperaría para recobrar un ritmo anual del 6,5% que, de actuar de otra forma, considera prácticamente inalcanzable.
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Pero las autoridades de Pekín se mantienen impasibles frente a sus avisos y no parece que estén dispuestas a sacrificar unas décimas de crecimiento en los dos próximos años a cambio de asegurarse, al menos a priori, de que el ritmo volverá a subir en los siguientes.
Su último plan quinquenal establece un avance mínimo del 6,5% para el PIB hasta 2020 y no hará nada que haga peligrar ese objetivo. En el primer semestre la economía china ha avanzado un 6,7% y el Gobierno no tocará nuevas teclas más allá del aumento de la inversión pública por más que el riesgo de desaceleración por su lado termine provocando efectos negativos en buena parte de las economías emergentes.
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