La incógnita que la pasada semana mantuvo en vilo a la opinión pública europea se ha despejado: los griegos rechazan claramente la propuesta para encontrar una salida a su crisis económica y refuerzan la actitud beligerante del Gobierno que encabeza Syriza, el partido populista surgido ... como reacción a los recortes impuestos por la troika negociadora y de hecho de los acreedores.
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El resultado del referéndum es frustrante para la inmensa mayoría de los europeístas. Lejos de contribuir a resolver el problema creado por la deuda del país, este 'no' difícilmente contribuirá a encontrarle solución. El Gobierno de Alexis Tsipras, que mantuvo hasta ahora una actitud negociadora desafiante, cuenta con un nuevo y poderoso argumento para mantener su resistencia a las condiciones que se le plantean.
En realidad, cualquier resultado de la consulta habría sido malo para los intereses griegos y de rebote para los intereses europeos. Estaba en juego en buena medida la suerte del euro y este contratiempo no cabe duda que agravará el momento de debilidad que atraviesa la UE. La pregunta, por lo tanto es: Y ahora, ¿qué? La respuesta es complicada y remite a otras preguntas: ¿Se avendrá la troika a flexibilizar su postura sabiendo que con ello abre un boquete para otras reivindicaciones?
¿Cederán en Eurogrupo y Alemania en su actitud intransigente? El triunfo del Gobierno Heleno se ha visto reforzado recientemente por análisis de economistas de relieve mundial respaldando no. Incluso el propio FMI ha avalado los argumentos de Syriza al reconocer que la deuda acumulada es imposible de pagar. Mientras tanto, la espera y la negociación en busca de una salida se agravan ante la situación financiera del Estado. Las reservas de los bancos calculadas en mil millones de euros apenas llegarán para resistir tres o cuatro días.
Los bancos están llegando a una situación límite, a expensas del BCE, las empresas no podrán funcionar sin financiación y las economías privadas, sujetas a las limitaciones del corralito, entrarán en una fase que podría degenerar en complicaciones de orden público. En estas circunstancias, hacer previsiones optimistas es imposible. Y más cuando se desconocen las alternativas, el plan b, que se supone tiene el Gobierno. ¿Quizás la salida o expulsión del euro?
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Aunque Tsipras lo niega, esta es la hipótesis que en el fondo el Gobierno está propiciando. Aparte que le facilitaría reducir la deuda y su coste, incrementaría el deseo de tener manos libres para manejar los asuntos públicos, empezando por la política monetaria, sin lo cual no podrá cumplir casi nada de su programa. Claro que a un precio muy alto para los griegos, por mucho que sus gobernantes cuenten con granjearse el respaldo de Rusia o Irán.
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