Cuando Juan Carlos Ferrero derrotó al australiano Lleyton Hewitt y España ganó la primera Copa Davis de su historia en el Palau Sant Jordi de Barcelona el 10 de diciembre de 2000, Rafa Nadal era un prometedor adolescente de 14 años que ... portaba la bandera española. Han pasado 19 años, aquel joven es hoy uno de los más grandes tenistas de la historia y el equipo español de la Davis ya luce seis títulos en su haber y está, junto a Estados Unidos y Suecia, al frente del palmarés desde la creación del Grupo Mundial en 1981.
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Después de aquella primera conquista llegarían cuatro más, en 2004 en Sevilla, en 2008 en Mar del Plata (Argentina), en 2009 en Praga (República Checa) y en 2011 otra vez en la capital andaluza. Hasta la de ayer, la primera en un nuevo formato y en Madrid. De todas ellas fue partícipe Nadal, aunque una lesión le impidiese estar en aquella heroica final disputada en Argentina, pero en ninguna alcanzó la cuota decisiva absoluta de esta última. El número uno del tenis mundial ha sido un coloso. Empeñado en hacer suya la ensaladera que daba inicio a una nueva era, ha protagonizado ocho de los once triunfos españoles en el torneo, cinco individuales y tres dobles en seis días. Un dominio como no se recuerda otro igual y que estuvo complementado por el buen trabajo de un equipo cuyos cinco componentes -el propio Nadal, Roberto Bautista, Feliciano López, Marcel Granollers y Pablo Carreño- disputaron al menos un partido.
Para llegar al último paso Bautista tuvo que empezar a despejar el camino. No era un día cualquiera en la vida del tenista de Castellón. Y no sólo porque el partido era nada más y nada menos que el inicio de una eliminatoria final de la Copa Davis. En la Caja Mágica jugaba en pos de un título pero sobre todo en memoria de su padre, fallecido el pasado jueves. Enfrente Félix Auger-Aliassime, un tenista recién sacado del horno a sus 19 años, pero que en este 2019 ya deslumbró en el Masters 1000 de Miami con unas sorprendentes semifinales y en Río y Queen's, dos 500 de nivel en los que fue finalista y semifinalista. El jugador de Montreal era la baza secreta que Frank Dacevic, el capitán canadiense, se guardaba en la manga a la espera de la final, pues todavía no se había estrenado en este Davis por algún que otro problema físico.
Después de un primer set ajustadísimo, con solvencia total en el servicio por parte de ambos tenistas, al canadiense le tembló el pulso en el 'tie break', donde con dos derechas largas tiró todo el trabajo realizado a lo largo de casi una hora. El canadiense muestra detalles de tenista grande, con golpes de enorme calidad, pero necesita aún la experiencia que no se puede tener a los 19 años. Sufrió un mundo para meter sus primeros saques con la amenaza de dejarse el partido y fue víctima de los errores no forzados en un segundo set que acabó de nuevo en el zurrón de Bautista. Con 7-6 (3) y 6-3 el de Castellón elevó su dedo índice al cielo en memoria de su padre y dejó la final en manos de Nadal, un seguro de vida.
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Ya con la eliminatoria decisiva cuesta abajo, llegaba el momento de poner la guinda al pastel. Quién mejor para hacerlo que Nadal. Como rival, el talentoso Denis Shapovalov, protagonista junto al propio Auger-Aliassime de aquella Copa Davis júnior que Canadá conquistó precisamente en Madrid hace cuatro años y que dio paso a una época dorada en el tenis de su país. Los norteamericanos, siempre a la sombra tenística de sus vecinos del sur, Estados Unidos, debutaban en una final de Davis. Y eso que Milos Raonic, su líder y todo un semifinalista en Wimbledon y en el Abierto de Australia, no pudo estar en Madrid por lesión.
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Tienen todo el futuro del mundo por delante los canadienses, pero el presente lo marca Nadal. Shapovalov, que llegaba al partido con un balance de 1-1 contra el balear, ya sabía lo que era derrotar al de Manacor. Fue en el Masters 1000 de Montreal, después de haber sucumbido en el primer duelo entre ambos tenistas en Roma. El jugador nacido en Tel-Aviv se plantaba en la final con un balance de 3-1 en sus individuales en el torneo, con victorias ante Berrettini, Fritz y Kachanov y la derrota frente a De Minaur en cuartos, y habiendo disputado antes la final del último Masters 1000 de París, donde debería haberse cruzado con Nadal en semifinales pero no lo hizo por la lesión abdominal del español.
Aquella dolencia mermó el desempeño de Nadal en la Copa de Maestros de Londres y amenazaba con arrojar un oscuro velo de dudas sobre el equipo español en la Davis, pero nada de eso. El balear completó una semana mágica, saltó a la pista de la Manuel Santana decidido a no dar respiro a su rival y aseguró sus servicios para lograr el 'break' en el sexto juego del primer set. Media hora de partido y 5-2 a favor del español, que esperó a su servicio para apuntalar el primer parcial por 6-3 y en apenas 35 minutos.
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Después de un torneo tortuoso, cargado de momentos delicados para el futuro de España, resultaba que la jornada decisiva era con diferencia la más plácida. Al menos en apariencia, puesto que el segundo set ya fue otra historia, con juegos larguísimos y trabajados por ambos tenistas. Nadal dispuso de una bola de 'break' en el tercero y Shapovalov de otra en el sexto, pero ambas se quedaron sin efecto. Nadie dijo que fuera a ser fácil, el set amenazaba con eternizarse con 5-5 y una hora de parcial y Nadal se dirigía al público en busca del ánimo necesario para rematar la faena.
Fue necesario el desempate, el segundo de la jornada, pero a la hora de la verdad, Nadal nunca falla. Se puso 2-0 Shapovalov con un 'mini break' y dos remates fuera por milímetros del español, que remó para superar la desventaja y se colocó por delante en un revés desviado del canadiense. Con 5-4 y dos saques, Nadal lo tenía en la mano. No pudo cerrarlo con las dos primeras bolas de partido, pero a la tercera y al resto fue la vencida en un fallo a la red del canadiense (6-3 y 7-6 (7)). Partido, eliminatoria y Copa Davis. La leyenda de Nadal es infinita y el tenis español recupera el trono mundial ocho años después.
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