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VICTORIO CALERO
Domingo, 1 de noviembre 2015, 02:45
Cuando el mejor tenista de la historia tiene su día poco más se puede hacer, además de admirar su obra. No es que Rafa Nadal le pusiese la alfombra roja. Al contrario. Jugó probablemente su mejor partido del torneo. Lo llevó hasta el límite. Sin ... embargo, Roger Federer jugó esos partidos en los que lo hace prácticamente todo bien. Hacía casi dos años que no se veían las caras. Y en el partido número 34 entre ambos, el tenista local derrotó al balear por 6-3, 5-7 y 6-3 y conquistó su séptimo título en Basilea.
Era la primera vez que Nadal se medía a Federer en Suiza. Llevar a tu principal enemigo deportivo a tu casa conlleva riesgos. Y no fue el típico invitado que se deja llevar, que pone la sonrisa y aplaude todo lo que hace el anfitrión. Le puso las cosas difíciles. Tantas batallas psicológicas perdidas ante el español siempre dificultan las cosas. Pero sus 44 winners facilitaron todo.
La principal novedad del partido se vio al inicio. El balear, acostumbrado a amargarle las tardes a Federer rompiéndole su servicio a las primeras de cambio, eligió sacar primero. Factor sorpresa que no funcionó en el primer set. Ambos tuvieron oportunidades al inicio del parcial para romper el servicio de su rival. Y fue Federer el que primero las aprovechó. Su bola iba de línea en línea. Empleaba ese juego de seducción que gusta a cualquiera.
El suizo no quería ningún cambio que viniese a sacudir el partido que estaba dibujando. Por eso siguió mandando con su servicio. Esa fortaleza de Federer llevó a Nadal a hacer cosas que no le gustan: jugar muy alejado de la línea de fondo, ir a contragolpe constantemente. Con golpes de los que meten miedo, con su clásico juego estético y efectivo, Federer siguió con su recital y cerró el parcial con una rotura en blanco.
Los mismos conflictos que tuvo el de Manacor al final del primer parcial los tuvo en el arranque del segundo. Era el suizo el que no paraba de conectar tiros ganadores. Consiguió hacer nueve puntos seguidos. Estaba inspirado, sinónimo de peligro cuando juegas con alguien de la categoría del helvético. Emprender un viaje con Federer enfrente conlleva este tipo de riesgos.
Remontada inesperada
Nadal no tenía armas para torpedear a su rival. Era incapaz de hacer lo que él quería. Pero seguía vivo en el set. Con 2-1 en contra, el fisioterapeuta entró a la pista para vendar la rodilla derecha del balear. No parecía estar cómodo. Pero la desigualdad en el juego no se reflejaba en el marcador, parejo todo el set. Mérito de Nadal. Federer llegó a tener bola para el 4-2. Sin embargo, reaparecieron las pesadillas que le han atormentado tantas veces ante el manacorense. Con 5-5 Nadal fue el Nadal de siempre, el que te hace la vida imposible cuando se juegan las habichuelas. Por eso le rompió, por su fuerza mental, su optimismo. Eso, y que había conseguido sujetarle.
Ya no subía tanto a la red Federer. Tuvo bola para el 3-1 a su favor pero la desaprovechó y el partido empezó a moverse más con errores no forzados que con tiros ganadores. Sin embargo, sorprendentemente, el suizo comenzó a ganar la línea de fondo. Ya no le hacía falta cerrar el punto en la volea para disfrutar. Pasada su minicrisis, golpeó donde más duele: con 4-3 a su favor rompió el saque del balear y dinamitó las opciones de una nueva remontada. El mejor Federer renacía ante su bestia negra, Nadal.
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