Zabala logra su primer título de Parejas

La seriedad y la claridad de ideas con las que comenzaron y terminaron Zabala y Etxebarria resultaron determinantes para su éxito. Ambos tenían claro que debían castigar a Elizegi y evitar a Bakaikoa en la medida de lo posible. Así lo habían manifestado en los días previos a este partido, pero siempre es mucho más fácil decir que hacer. Esta vez ambas acciones fueron unidas.

Si bien el riojano y el vizcaíno abrieron su marcador después de que el guipuzcoano mandase la pelota al ancho, la primera y decisiva ruptura la marcaron los azules con sus pelotazos a la zaga, que obligaban a Elizegi a jugar por detrás del siete o entrar de aire. Entre obligaciones y errores, Zabala y Etxebarria marcaron un primer hueco, 1-7. El zaguero no solo alcanzaba el rebote, para firmar el cuarto tanto, sino que era capaz de buscarle el espacio a Bakaikoa con cortadas al ancho. Zabala no entraba en la pelea personal con el delantero navarro, sino que prefería insistir con pelotazos a la zaga para que el zaguero rival golpease más pendiente de saber dónde estaba el rebote que de meter bien la mano.

Bakaikoa y Elizegi se sentían desorientados. Una dejada del delantero frenó la sangría. Elizegi sacó a relucir esa mano derecha que tanto temían su adversarios. Sumaron tres tantos en el intercambio en el que entró el partido, pero no lograron acercarse en el marcador. El 5-10 se convirtió en 5-12 merced a dos errores de Bakaikoa. Descanso. A quien le sonríe el marcador teme que el paso por vestuarios no le siente bien y quien ve todo negro confía en ver la luz a su regreso a la cancha.

Quizá la vieron Bakaikoa y Elizegi, que tras la reanudación lograron recortar distancias. Primero acertó Bakaikoa con un pelotazo y poco después fallaron Etxebarria y Zabala. Nadie en el frontón podía pensar que ese octavo tanto de Bakaikoa y Elizegi era el último a su favor. A fin de cuentas, llegaban a la final tras ganar en semifinales y, sobre todo, tras vencer en once de los catorce partidos de la primera fase. El camino de sus rivales había sido mucho más tortuoso.

La racha no descentró a Zabala y Etxebarria. El logroñés firmó uno de sus encuentros más completos, quizá el que más, tanto mentalmente como de saber leer el juego. Rompió la tacada con un pelotazo, consciente de que ahí residía la clave desde el primer minuto. Y repitió para alcanzar el decimocuarto antes de firmar dos ganchos que unió a un error de Elizegi y a otro pelotazo del vizcaíno. 8-18. Muy mal había que hacerlo para no ganar el partido y levantar el título de campeón.

Bakaikoa y Elizegi sabían que su suerte estaba echada. No había vuelta atrás porque no había juego. No tenían argumentos para romper la solidez que estaban ofertando sus rivales. Entregaron los cuatro últimos tantos fruto de la impotencia o de querer que la tarde acabase lo antes posible. Zabala y Etxebarria habían sufrido durante más de noventa minutos en semifinales para finiquitar la final en apenas media hora de juego. Pero qué media hora. Casi perfecta.

Los ganadores sabían lo que debían hacer, pero sobre todo lo hicieron. Ganaron merced a todas sus virtudes. Javier Zabala suple en el palmarés del torneo a otro riojano, Rubén Salaverri. Una buena noticia.

Feliz, como no podía ser de otra manera después de la contundente victoria lograda en el Labrit. Y, sobre todo, resaltando la labor de su compañero, Oier Etxebarria. Así se encontraba ayer Javier Zabala al finalizar con una sonrisa la final del Parejas de Promoción.

El riojano resaltó que tanto él como Etxebarria habían salido «muy concentrados» desde el principio, beneficiados, en su opinión, por el gran ambiente que había en las gradas. «Hemos gozado mucho y no sé qué habrá comido hoy Oier, pero ha movido la pelota muy fácil y ha jugado de diez otra vez más», analizó el delantero.

No iba a ser esa la única vez que Zabala se iba a referir al zaguero en su análisis del duelo. «Con Oier se juega muy fácil, me ha estado animando todo el partido y los dos teníamos claro que cada tanto teníamos que jugarlo al 100%», recalcó antes de asegurar que desde niño su anhelo era jugar en profesionales. «Estar en una final significa mucho para mí y lograr una chapela es lo que he soñado desde pequeño», reiteró. «Ahora, toca disfrutarla», apostilló.

Por último, el riojano se quiso acordar de todos aquellos que le han apoyado en este recorrido hasta la victoria final. Primero, quiso citar a su familia y después a sus entrenadores. «Están ahí día a día para hacerme mejorar», apuntilló sin olvidarse de sus amigos.