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Esa zurda... Dios mío, qué zurda. Pocas han funcionado de idéntica manera en la pelota a mano. La de Mikel Goñi es (era) oro puro.
‘Qué pena de muchacho, dice la gente en los bares...’ La mítica frase del temazo de Kiko Veneno bien ... se le puede aplicar al genio de Aranaz y puedo confirmar que cada vez que alguien ha empezado a hablar de Mikel Goñi, la frase empezaba siempre de idéntica manera. “Qué pena...”
Lo tenía todo, pero le faltaba algo. La fuerza en la pelota es y será siempre un elemento a tener en cuenta. Una aliada. Pero la fuerza sin control... eso es otra cosa. Mikel era un muchachote fuerte y extraordinariamente bien dotado para jugar a la pelota. Se puso a ello, pero en el camino se saltó escalones. Maduró sin referencias, sin señales, sin control, asilvestrado, saltándose las estaciones normales para dar el paso de crío a hombre.
En Logroño intentó ‘entrar en el carril’, una frase empleada por él mil veces. El entrenador de pelota Joaquín Plaza se multiplicó en esfuerzos por controlar el empuje de una máquina de tren sin conductor. Le levantaba de la cama, le llevaba a entrenar, le alimentaba con coherencia y le acostaba y así hasta el día siguiente, pero siempre había algo que le distraía al muchacho, siempre una excusa.
Lo trajo a Logroño para descoserle de sus malas compañías. Lo atrajo para sí como a un hijo. Lo llevó en sus pechos. Jamás había visto un diamante en bruto como él y quiso pulirlo para hacer de él un mito del frontón. Una perla para un entrenador. Otro error.
Advertido mil y una veces por las empresas con la amenaza del despido, se vio finalmente apeado de los grandes focos cuando agotó la paciencia de Asegarce, en primer término, y de Aspe, después. Mil pirulas perdonadas, mil perdones y mil ruegos y mil promesas con el ‘será la última vez que...’.
Su inclusión en los carteles de pelota eran imán para la afición, esa misma afición que también engordó ese ego y se encargó de engordar la etiqueta de deportista malote que al final siempre conseguía el perdón. Los mismos que le adoraban se plantaban en el frontón para verle, ¿qué? ¿morir? De un tropiezo, de un golpe en la cabeza contra la pared, contra el hierro de una silla, o producto de un síncope por el esfuerzo, de una parada cardiaca...o ansiaban verle destrozar una silla, una puerta, arrancar la taza de un váter...
Con Mikel te podías estar riendo horas, las mismas que dejaba de ir a entrenarse. Se cuidaba lo justo. Se ponía los tacos echándose un pitillo, o dos, o tres... La nicotina es una nadería para un chicarrón que vivió el drama desde dentro de ‘Proyecto Hombre’. Ahora se le han ido las cosas de las manos. Del Juzgado, al talego. Pocas bromas. Ya todo tiene menos gracia. Ninguna. Mikel, vuelve al carril cuanto antes.
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