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San Mateo, su feria de pelota, arrancará en cuarenta y ocho horas, aunque el Javier Adarraga abrió este jueves sus puertas de par en par para su inicio oficioso. Era día de reunión en el recinto logroñés. Por costumbre y por sentimiento. El protagonista absoluto de esta feria que supone el regreso a la vida normal, era Eduardo Gómez, maestro y compañero durante muchos años entre máquinas de escribir, ordenadores y, por supuesto, frontones.
El Adarraga no es un frontón más. La pelota no se entiende sin él. Y no es una cancha más, con unas gradas más. Y no es un vestíbulo más por el que acceder al graderío inferior o al superior. Es mucho más. Es un espacio para el conocimiento y para el recuerdo. Y de conocimiento y recuerdos, Eduardo sabía mucho. Eloy Madorrán y Mari Carmen Rodríguez inmortalizaron para siempre a Eduardo Gómez en el Adarraga. El primero, compañero y ahora director general de Deporte; la segunda, su mujer. Con ella, sus hijas Ana, Cristina y Asunción. Los dos primeros descubrieron un pequeño cuadro, una portada de Diario LA RIOJA, en la que se recuerda a Eduardo, decano de los cronistas de pelota, un acto sencillo, pero cargado de sentimiento, que surgió en la redacción de la que fue su casa durante medio siglo, el periódico, y que seguirá teniendo vida en otra de sus casas, el frontón.
Allí, en el vomitorio que da acceso a la cancha a la altura de la pasa, del cuadro siete, está colgado el cuadro de Manuel Romero. Le escoltan Barberito I, Del Val y Titín, entre otros. Incluso el propio Javier Adarraga, palista olímpico en París. Vomitorio que tantas y tantas veces cruzó Eduardo.
Este jueves estaban expelotaris como Gorostiza, su ojito derecho; Víctor Esteban, David y Miguel Merino, Zabala; amigos como Félix (muy emocionado al recordarlo) y Rodolfo Rubio; compañeros como Esperanza Martínez-Zaporta, Jesús Manuel Fernández, Carlos Ferrer o José Luis Prusén. Eduardo Gómez, el manco de las mil y una historias, forma parte ya de ese olimpo de la pelota que es el Adarraga. La memoria nos contará alguna anécdota más de las muchas que guarda.
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