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Joseba Ezkurdia se parecía a la selección española de fútbol. Siempre en cuartos, siempre con buenas sensaciones y siempre eliminado. Un muro invisible e insalvable dejaba al de Arbizu con la angustia y el desamparo propios de los perdedores. «Se me quitaban las ganas ... de ir a entrenar. Son golpes muy duros. Ves que que estás ahí pero no consigues ganar, se te escapan siempre los partidos importantes. Me da rabia porque entrenando me veía bien, hacía todo bien, pero luego el esfuerzo no se reflejaba en la cancha», recuerda el navarro. Ezkurdia necesitaba un plus y lo encontró no en el gimnasio, sino en la consulta de un psicólogo. Porque a la pelota se juega tanto con las manos como con la cabeza.
Un psicólogo deportivo le ayudó a emprender el camino que él mismo veía pero que no se atrevía a tomar: el del remate y la alegría. Ezkurdia se estaba quedando como un voleísta, un pegador por el que no merecía demasiado la pena pagar una entrada. Pero cambió. En ferias como San Mateo, sin la presión de los campeonatos, explotó. Y luego, en el pasado Campeonato de Parejas, que ganó junto a Zabaleta, recuperó la confianza. «Controlo más las situaciones y me atrevo más a la hora de rematar. Estoy jugando sin miedo, agresivo. Hago mucho más daño», incide.
Sus rivales pueden dar fe de ello. Todos sus adversarios en el Cuatro y Medio (Agirre, Víctor, el propio Altuna y Urrutikoetxea en semifinales) le han señalado como favorito a la chapela. Su juego desbordante y la velocidad de sus pelotazos continúan sorprendiendo en los frontones.
Además, está en una dinámica positiva. Ha pasado de ser la comparsa de cuartos o de quedarse en las liguillas a entrar de lleno en las peleas por los títulos. Semifinalista en el último Manomanista, campeón del pasado Parejas y ahora finalista del Cuatro y Medio, las distancias no ahogan al delantero de Arbizu. «La chapela del Parejas me ha dado mucha confianza. Antes también había tenido momentos muy buenos pero no la regularidad y el nivel de juego de ahora. Me encuentro bien en la cancha y estoy haciendo buenos partidos», asegura Ezkurdia.
La madurez le ha llegado a partir de los 26 años, una edad en la que muchos pelotaris ven su carrera condenada. Con la cabeza ya perfectamente amueblada, ha asumido las responsabilidades que las circunstancias le han echado sobre los hombros. La retirada obligada de Juan Martínez de Irujo y la revolución que supusieron Irribarria y Altuna le pusieron en una posición complicada. O estrella o nada. Y en vez de languidecer, Ezkurdia se puso a brillar. «He visto que si haces las cosas bien puede estar ahí arriba luchando por la chapela», se sincera el delantero.
Incluso su rival, Jokin Altuna, es precavido a la hora de enfrentarse al de Arbizu: «Todos los pelotaris tenemos puntos débiles. Ezkurdia también, aunque hasta el momento no se le hayan visto. Nadie es invencible, en la contracancha sufrimos todos». Ésa es la teoría, porque la realidad pone a Ezkurdia como favorito al título. Firme de cabeza y siempre centrado, ya devoró a Altuna en semifinales (10-22) aunque Ezkurdia no se fía. El paso de las semanas juegan a favor de su rival, cada vez más recuperado de la rotura en el bíceps sufrida en la final de San Mateo. En ese partido quebrado por la lesión, ambos estaban protagonizando un duelo magnífico. En el Navarra Arena, el domingo se espera algo parecido.
Ezkurdia busca su segunda chapela en la elite, la primera individual. Sería el paso que le falta para confirmar su progresión imparable. La estrella, harta de vestir de azul, anhela el rojo de los campeones. Y este Cuatro y Medio supone un paso más.
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