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«Siempre se acaba bien, cuando se gana». Darío Gómez estaba feliz en el Labrit. Se presentaba en el Manomanista como cabeza de serie ante José Javier Zabaleta, que siempre le había ganado en este torneo. Siempre es dos veces. Así, a la tercera fue ... la vencida, aunque el pelaire reconoció que debe «mejorar» para futuras comparecencias. Ganó 17-22 y rompió la apuesta de la cátedra, pero sobre todo sumó un punto valiosísimo teniendo en cuenta que deberá medirse a a Altuna y Laso para certificar su pase a semifinales. Al menos, para intentarlo.
Zabaleta:
17
-
22
Darío:
Duración: 61 minutos
Pelotazos: 225
Saques: Zabaleta, 4; Darío, 5
Faltas: Zabaleta, 0; Darío, 2
Ganados: Zabaleta, 8; Darío, 9
Perdidos: Zabaleta, 8; Darío, 5
Marcador: 0-3, 1-3, 1-4, 3-4, 3-14, 5-14, 5-16, 8-16, 8-17, 14-17, 14-20, 17-20 y 17-22
Botilleros: Fermín Escudero, con Zabaleta; Asier Gómez, con Darío
Incidencias: Frontón Labrit. Primera jornada de la liguilla de cuartos de final del Manomanista. Gran ambiente.
Darío protagonizó un comienzo soberbio. Si albergaba dudas con el comportamiento de sus manos, no las mostró; si había dudas porque llevaba dos meses sin jugar, tampoco las evidenció. Al contrario, se vio a un pelotari ágil de piernas y con golpe que incomodó a José Javier Zabaleta desde el primer pelotazo. Primero, porque buscó sus debilidades desde el primer golpe. Saque y remate. Primer tanto. Repetiría en séptimo y vigésimo y complicaría la existencia al navarro en muchos más. Quiso responder éste al segundo con una dejada en su segundo pelotazo, pero erró. El tercero llegó de saque. El pelaire mandaba por 0-3 antes de cometer pasa con su saque y abrir el marcador de su oponente.
Apenas habían pasado trece quince minutos cuando los dos protagonistas se iban a vestuarios. 3-12. Impensable. Darío sacaba bien, porque además de la violencia en el golpe, daba dirección a la esférica y alternaba la búsqueda de la pared y altura con el saque al ancho. Recuperó Zabaleta terreno, 3-4 después de una fantástica dejada de Darío desde el cuatro, un error con su gancho cuando lo tenía ganado el tanto y un saque del navarro. Se ajustaba el electrónico como preámbulo de una tacada que dinamitaba el enfrentamiento.
Darío era superior en todos los terrenos. Incluso en el pelotazo. Era Zabaleta quien podía leer el nombre del riojano grabado en su espalda y no al revés. El quinto llegó de pelotazo. Y cuando ambos se enfrascaban en el peloteo, también era mejor el de Ezcaray. No regalaba metros, sino que entrada de aire a la espera de golpear a bote. El séptimo llegó de aire, el octavo con una pelota a la pared. El undécimo, de saque. Y a las cuentas propias, tres errores más del zaguero de Etxarren.
Escenario inmejorable. José Javier Zabaleta, pentacampeón del Parejas, no sabía cómo frenar a Darío, semifinalista el pasado año en el Manomanista. Y el paso por vestuarios no alteró nada. Sí que regresó Zabaleta con más golpe, pero el pelaire anuló la longitud del vuelo entrando de aire desde el siete repetidamente hasta que logró conectar la derecha para atropellar a su rival, agotado. Y por si fuera poco, se reafirmaba en sus creencias con el cuarto tanto de saque. 3-14. Marcador de escándalo.
Ocho tantos y primera victoria. Mente fría. Zabaleta recuperó la iniciativa después de un duro tanto que acabó con la pelota del riojano en la contracancha. Más tarde, en el siguiente,estrelló la esférica en la chapa. Darío debía cuidar lo detalles, aun siendo consciente de que el ritmo que estaba imprimiendo era altísimo. Y, además, no solo él podía fallar. A Zabaleta se le escapó la pelota en el decimoquinto fruto de forzar el golpe. El cansancio comenzaba a dejarse ver. Darío movía a su adversario, consciente de que le costaba desplazarse. Juego rápido, carambola con respuesta y pelota a la pared. Zabaleta se quedaba sentando en el tres, con la espalda apoyada en la pared. Mucho castigo. Los recursos de Darío para ganar el tanto eran más numerosos y más variados.
Recursos de genio, en muchas ocasiones. Así se entiende su falta de saque para dar el sexto tanto a Zabaleta. Último esfuerzo. Mantenerse y aprovechar la oportunidad. Eran diez los tantos de diferencia. No se atisbaban cambios en el marcador, pero el mano a mano es de todo menos predecible. Zabaleta lograba su primer tanto en juego para celebrar el séptimo de su cuenta.
El frontón creía mayoritariamente en Zabaleta. Solo Darío, Asier y los aficionados riojano veían el triunfo del pelaire. El marcador estaba ya en 5-16, pero sobre todo con un cambio de tendencia. Darío comenzaba a sufrir. La pelota ya no corría tanto por abajo y Zabaleta pasó a dominar. Apeló al pelotazo. Se pueden contestar uno, dos, incluso tres, pero nada más. Al golpe añadió tres saques consecutivos, del décimo al duodécimo. Más que dudas, Darío se afanaba en encontrar una solución. Con el 13-17 se fue a la silla; y con el 14-17, también. Fermín Escudero pedía a su pupilo que golpease, que aprovechase que estaba gozando. Y eso hizo, pero su derecha se le fue abajo. Darío cortaba la sangría con un error de su rival. Nuevo descanso para reanudar con tanto de saque. Ni con 14-19 el frontón creía en él. Tampoco con el 14-20, tras un gancho. Los corredores cantaban 100 a 40. Pero Darío está acostumbrado a remar contra corriente. Cedió tres tantos más, pero con 17-20 se plantó. El golpe que había dado varios tantos a Zabaleta concedió el penúltimo al pelaire. El zurdazo se le fue a la contracancha. Último esfuerzo. Necesitó emplearse a fondo y devolver de aire la pelota desde el siete para dejarla morir junto a la chapa, en el ancho, para festejar la victoria. «Siempre se acaba bien cuando se gana». Pues eso.
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