Darío se queda en semifinales

Las cámaras de televisión se centran en la chapa. Azul o rojo. Pasa desapercibido, pero es fundamental. Azul, saque para Aitor Elordi. El vasco cimentó sus primeras diferencias, y el partido, en el saque. Darío respondió a los dos primeros a bote y perdió el tanto. Cambió en el tercero. De aire y falló. Y en el cuarto, que acabó con un pelotazo del vizcaíno. 0-4. Peligro.

Darío buscaba su sitio. Llegó cómodo al encuentro y su pelotazo desbordó a Elordi. Era su momento con el saque, pero no pudo gozar de la tacada, porque mandó la carambola a la chapa. No había acabado contento con la carambola en partidos anteriores, pero con ella ganó su segundo tanto. De nuevo la opción de abrir una tacada, Tampoco. Elordi abrió la pelota al ancho y aunque la alcanzó, la dejó servida. Luego la mandaría abajo. El partido estaba ya 2-8. La final picaba cuesta arriba. Su hermano Asier buscaba soluciones y, sobre todo, que la mente de su pupilo no se fuera del Ogueta. Estaba sobre la cancha, pero incómodo, sometido a Elordi, que cuando tomaba los medios tenía medio tanto ganado.

El saque seguía siendo el problema. Dos ganchos, uno errado y otro ganado pusieron el marcador en 3-9. El décimo saque superó a Darío. Elordi cambiaba: pared o ancho, más altura o más tenso. La duda era cuándo entrar. En el undécimo lo hizo a bote de nuevo y Elordi firmó otra secuencia saque-gancho. Estaba inmenso el vasco, tanto como para necesitar de cuatro pelotazos, una dejada y una apertura para alcanzar el cuarto tanto. Eran un ejercicio de constancia robarle un punto y un simple segundo para entregárselo.

Darío enfiló con rapidez el camino hacia vestuarios. 4-12. No estaba contento. No gozaba y, sobre todo, no abría la puerta a una tacada. Sus cuatro tantos habían llegado individualmente. Ni una racha a la que agarrarse. Volvió de vestuarios, pero la realidad no varió. Saque y gancho. Elordi mandaba, incluso a pesar de que por fin Darío tuvo ese golpe de fortuna para ganar de pelotazo su quinto tanto y abrir una tacada de tres, con saque y un segundo pelotazo. 7-13. Los nubarrones persistían, aunque los seguidores de Darío querían ver cómo se abría el cielo.

Entraba el enfrentamiento en una nueva dimensión. Darío se sentía más cómodo. Ambos intercambiaban tantos, aciertos y errores, aunque el riojano seguía fallando más. Se colocó 9-14, pero mandó la pelota al colchón superior de sotamano. Con el 9-15 el partido ya estaba decantándose. Había que estar atento. Lo estuvo.

Creció el riojano. Elordi pasó por ese momento delicado, como el vivido ante Laso y Darío llevó el marcador al 12-15. Ajustó la carambola y apeló al pelotazo. Pero como ante el navarro, Elordi se recuperó. No hubo hundimiento. Una carambola de huida de Darío le dio el saque de nuevo. Firmó el décimo séptimo con la jugada inicial el siguiente, de dejada. 12-18. De nuevo seis tantos. Un mundo, máxime cuando solo hay cuatro de margen. Momento para la gesta. No llegó.

Elordi sintió que era el momento. Es su año. Campeón del Parejas y posible finalista del Manomanista. Ya no es un pelotari más en la nómina de Aspe. Quería medirse a Jokin Altuna y demostrar su potencial. No falló ya. Enlazó una dejada, dos pelotazos, un saque para dejar el partido a falta del golpe de gracia, 13-21. Un simple paso y rumbo a la final. Lo alcanzó después de que Darío alcanzara su décimo quinto tanto.