Darío se olvida del sufrimiento

El riojalteño ya ha puesto su nombre en el palmarés de la pelota. Ahora le toca seguir progresando y revirtiendo los malos recuerdos para convertirlos en retos de futuro. En Darío hay pelotari para cotas mayores. Le toca escalar hacia ellas.

Y el mejor camino es el de los triunfos. En el Labrit, Darío sabía que debía salir concentradísimo. Y fue un témpano. Elordi, sin embargo, y a pesar de venir de disputar y ganar el título de Parejas, fue un flan. Y sólo con la presencia de ánimo del ezcarayense y una enorme resistencia en la cancha, el de Mallavia se fue derritiendo.

Tal vez no gozaba Darío, pero no se le caía ninguna pelota. El plan estaba trazado y había que seguirlo. Elordi fue el principal causante del 4-0 con sus errores, pero a partir del 5-1 el mérito fue del pelaire. Parecía que la final se iba a ir en un suspiro porque los tantos caían como losas sobre el vizcaíno. Con golpes largos, saques, dos carambolas consecutivas, enormes alcanzadas y remates violentos el marcador se colocó 16-1.

Un ciclón había pasado por Pamplona y se había llevado a un Elordi que hasta ese momento no había disfrutado ni un solo instante y eso que Darío no estaba explotando a tope su diestra. Pero no se puede dar a nadie por muerto antes de tiempo. Con un gancho a la punta, Elordi demostró que aún tenía un hálito de vida y ganas de pelea. Es un puntillero y como tal debía morir. Tomó confianza y las riendas del choque. Una posible estorbada y otro gancho redujeron la diferencia a diez tantos (16-6) y, poco después, con armas de delantero, llegó el 17-11 con otro remate.

El viento que llenaba las velas del pelaire parecía que había dejado de soplar. A Darío, serio hasta ese momento, se le empezaba a torcer el gesto. Pero la fortuna le debía muchas cosas y le lanzó un guiño. Elordi, en un pelotazo sin nada, mandó el cuero a las tablas. El riojano retomaba el saque y respiraba. Cometió un fallo, pero con el 19-11 Elordi ya no tenía margen para dudar. Y lo hizo porque Darío le castigó hasta reventarle, como demostró en el 22-12 definitivo. A Darío le costó celebrar el triunfo. Demasiados recuerdos en la cabeza, demasiadas vivencias en poco tiempo, demasiado cambio. Pero la pelota es así. También hay veces en que se gana. Darío ya ha probado el sabor de la lana. Seguro que ahora quiere más.