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Villar de Torre. 15.30 horas. Sol. Campos de cereal, tractores que vuelven del tajo. Una finca con patatas junto a la carretera. «Ahí vamos a trabajar a partir de mañana». David Merino ríe pero hay tristeza en su mueca y en sus palabras. Miguel ... Merino cabecea afirmativamente. Su pasado y su presente han sido los frontones. Sueños, horas de entrenamiento, sufrimiento, lesiones. La vida estaba hecha de cuero y verde.
Pero el futuro tiene otro verde, el de las patatas que empiezan a agostarse por el calor y los pedriscos. Aspe decidió dar la baja a los dos zagueros de Villar de Torre hace una semana. Desde entonces, sus teléfonos no han parado de sonar.
Ezcaray, donde nacieron todos los sueños de gloria, cerraba ayer un ciclo profesional de los dos pelotaris. Algo tendrán los hermanos Merino cuando a su despedida acudieron un buen número de pelotaris y expelotaris (los riojanos Untoria, Salaverri, Capellán o Cecilio, los amigos Barriola, Jaka, Julen Retegi, Ibai Zabala, Erostarbe...). Se llenaron las gradas del frontón de San Lorenzo y casi se cubrieron las sillas supletorias. Hasta el presidente de La Rioja, José Ignacio Ceniceros, acudió. Aspe debería de tomar nota de cuál es la esencia de la pelota, más allá del dinero.
David Merino | Zaguero
Miguel Merino | Zaguero
Empezaba, bajo un sol benigno, una tarde de emociones y sentimientos. La misma carretera mil veces transitadas. «Nuestro padre nos llevaba a entrenar y en Ezcaray estaban Capellán, José Juan, Pirri...», recuerda David Merino. Entonces vestían de blanco con el escudo del club de pelota de la localidad. Entonces la pelota costaba dinero y disgustos. Ahora, sólo lo segundo.
Los kilómetros pasan. La catedral de Santo Domingo al fondo. El cruce hacia Ezcaray. La larga recta. Y el destino final. «En Ezcaray debuté hace once años y despedirme ahí me hace ilusión», reconoce Miguel, el mayor de los hermanos. «Es donde nacimos como pelotaris», recalca.
A las 16.00, los Merino aparcan en la puerta del frontón. No son los primeros. Unos segundos antes han llegado otros hermanos, los Esteban, Víctor y Gorka. Abrazos y bromas. David critica a su hermano: «Siempre igual. Venir prontísimo para luego estar sentado en el vestuario». Al hermano mayor no le incomodan las pullas. Van de serie.
Entran al recinto, vacío aún, y comienzan las rutinas. La ropa, los tacos, las charlas intranscendentes... y la cabeza se desboca en recuerdos. «El partido de debut lo viví con la ilusión de un chaval de 20 años que quiere disfrutar. Ahora está la tristeza de que se acaba una etapa llena buenos recuerdos, de amigos...», recalca Miguel. Tristeza que David no deseaba fuese solitaria. «Quería despedirme en el mismo festival que mi hermano, al lado de Villar, con la gente que ha estado arriba y, sobre todo, con la que nos ha acompañado cuando hemos estado abajo, que es cuando más se necesita», replica David.
Más hábitos. El esparadrapo. El calentamiento. Aparece el sudor. Pero ambos mantienen la templanza. «Nervioso voy a estar luego», sonríe Miguel. Las gradas, mientras, han comenzado a poblarse. El bureo tan querido se mezcla con los 'chocs' secos de la pelota contra el frontis. En el rebote, los chavales de la cantera del Club de Pelota Ezcaray miran embobados a los profesionales. Los mismos sueños de los que hoy son profesionales replicados. Junto al frontis, una gran pancarta: «Gracias, campeones. Os queremos... en los frontones».
Hay reivindicación por la injusticia. Pero por encima de todo está el cariño. Nadie quiere ensuciar una fiesta, aunque sea triste. Comienza el primer partido y el frontón estalla: «¡Merino, Merino!. Se repetirá una y otra vez. 18.55 horas. Ganan Gorka y Miguel Merino con claridad. El de Villar de Torre demuestra que aún está para muchas batallas, aunque le hayan mandado a la reserva.
Celebra con rabia Miguel antes de que la cantera haga paseíllo a ambos y les entregue, junto al Ayuntamiento, diversos obsequios, entre ellos unas fotos de sus respectivos debuts. La ovación no cesa. Los pelotaris del futuro se fotografían con las estrellas. Y comienza el estelar. El espectáculo no debe parar nunca. Miguel se retira conteniendo las lágrimas. Es el turno de David. A las 19.10 da inicio su último partido. Un duro trago que solventar. Triunfo para ambos, sin regalos, sólo méritos.
A las 20.08, David Merino no puede contener las lágrimas. Vuelan los abrazos. Poco después, vuelan ellos. Los amigos de Villar de Torre les mantean. La familia. Fotos. Abrazos y cariño, mucho cariño.
«Hemos sido personas antes que deportistas. Tanto mi hermano como yo hemos tratado de hacerlo lo mejor posible y siempre hemos tratado con respeto a todos. No tengo palabras para agradecer lo que han hecho por nosotros», explica David. «Algún día tenía que llegar. Es un día 'bonito' porque la gente que te quiere está aquí y los que no, nos lo han demostrado de otras formas. Ver la gente que te apoya aquí y desde casa es lo más grande», añade el mayor de los hermanos.
31 y 28 años. Demasiado pronto. Se van del frontón con sendos triunfos. Son las 21.00 horas. La fiesta es triste: «Nos vamos pero no por rendimiento o por físico, sino porque han querido. En el frontón estamos para dar mucha guerra y vamos a seguir dándola». Palabra de Merino.
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