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Jesús Gutiérrez
Lunes, 2 de septiembre 2024, 14:20
La euforia desatada tras cruzar la línea de meta duró horas, acorde con la magnitud de lo que se acababa de vivir en el circuito de Motorland Aragón. No era para menos, ya que la victoria de Marc Márquez ponía fin a una sequía de ... casi tres años sin ganar. Pero hubo un momento en la rueda de prensa donde el piloto de Cervera se derrumbó y tuvo que hacer una pausa para aguantar las lágrimas, cuando recordaba que una parte del proceso de reconstrucción había supuesto abandonar a su círculo de confianza con el que siempre había trabajado. «Por eso digo que el valor de esta victoria es diferente y pesa. Por ella he renunciado a muchas cosas. Entre ellas al equipo de mi vida y los amigos que tenía dentro».
El español se había marcado la temporada 2023 como un todo o nada. O volvía a sentirse piloto o abandonaba. Para ello, rompió un contrato millonario con la mayor fábrica de motos del mundo, Honda, para fichar por un equipo privado y familiar, el Gresini Racing, cuyo único incentivo es que podía ofrecerle una Ducati del año anterior. Una moto competitiva, en cualquier caso. Para alguien tan pasional como Marc, lo lógico habría sido elegir con el corazón, pero esta vez lo hizo con la cabeza, cerró su etapa en el Repsol Honda y abrió otra llena de ilusión e incertidumbre. ¿Volvería a ser el de antes de su lesión?
«El año pasado me decía a mí mismo si se me había pasado el arroz, pero cuando probé mi nueva moto en la pretemporada y vi que poco a poco iba cogiendo confianza, estaba tranquilo. No tenía prisa ni ansiedad porque sabía que tendríamos oportunidades. Ya las había habido antes, pero no las supimos aprovechar. Esta vez ha tocado y ahora hay que trabajar para encontrar esa constancia que te hace luchar por títulos». Tras el fin de semana perfecto del Gran Premio de Aragón, ha recuperado la tercera posición en la clasificación, aunque está a 70 puntos del líder del campeonato, un Jorge Martín que tiene esa regularidad que ahora le falta a Marc.
El 19 de julio de 2020 es una fecha negra en la historia del motociclismo. Tras la pandemia, el campeonato arrancaba en el circuito gaditano en una tórrida jornada de verano, sin público en las gradas y con muchas ganas de recuperar la normalidad, quizás demasiadas. Era la primera carrera de un calendario comprimido y un paddock de MotoGP que se movía por Europa como una burbuja. En la vuelta 22 de las 25 que tenía aquella carrera, Márquez sufría una dura caída que le provocaba una fractura del húmero derecho. En ese preciso momento empezaba una etapa de dolor y frustración, cuyo simbólico final se establecía el pasado domingo en Alcañiz, más de cuatro años después.
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Por el camino, cuatro operaciones para reconstruir un brazo completamente destruido y lleno de cicatrices, dos episodios de diplopía o vista doble, provocado por las caídas, y una historia de superación y perseverancia. De caer y levantarse. Y volver a caer… Y cuando el físico ya estaba recuperado, tuvo que lidiar con una moto que ya no estaba al nivel, y que le obligaba a superar todos los límites de la física para intentar estar delante. Las caídas fueron constantes y dolorosas y a base de palos aprendió a ser realista sobre sus posibilidades. Llegó a pensar en la retirada, pero se dio una oportunidad más y ya puede decir que acertó.
1.043 días después se reencontró con la victoria y tiene un futuro ilusionante por delante, tras firmar un contrato de dos años con el equipo oficial Ducati, para pilotar la mejor moto en el mejor lugar posible. Y el mensaje que mandaba a la afición en el parque cerrado del podio era toda una declaración de intenciones: «Esto es sólo el principio. Nos vemos el año que viene». El rey ha vuelto. Viva el rey.
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