Nunca llueve a gusto de todos… salvo de Marc Márquez, debería apostillarse cuando se habla de MotoGP. El español aprovechó las cuatro gotas que cayeron en el circuito Marco Simoncelli de Misano para dar un vuelco al fin de semana y presentar, de paso, su ... candidatura al título. En la vuelta y media que duró el chaparrón, pasó de rodar sexto a liderar la carrera por delante del vigente campeón, Pecco Bagnaia, que más tarde claudicaría al ser incapaz de seguir a un Márquez enchufado, que firmó su segundo triunfo en siete días. «Sabía que era mi momento», sentenciaba sobre la estrecha ventana de oportunidad que le había permitido pelear por esa victoria.
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«No sé si en estas condiciones ha ganado el más listo o el más atrevido, porque hay que echarle valor al asunto», comentaba el ilerdense en tono jocoso sobre ese don natural que tiene para ir más rápido que nadie cuando las condiciones son casi imposibles. No tardaba en cambiar de registro para hacer un guiño a su equipo y a parte de la afición italiana, recordando al fundador de su actual escudería, fallecido en 2021 por la covid: «Yo creo que desde el cielo Fausto Gresini ha hecho que cayeran esas gotitas».
Ya en el podio, escoltado por los dos pilotos de la estructura de fábrica de Ducati, Pecco Bagnaia y Enea Bastianini, se escucharon silbidos y abucheos aislados. A Márquez todavía le pasan facturas cada vez que pone un pie en Italia por la inmensa y nunca sanada rivalidad con el mito local, Valentino Rossi. No quiso entrar al trapo ni hablar del golpe de efecto que supone ganar en territorio comanche para él. «No me interesa ningún golpe psicológico a los demás, sino el chute de confianza que representa para mí», valoró. Nada alteró la felicidad de ese instante e incluso se atrevió a bailar en plena celebración, como ya hiciera en los podios de Jerez y Aragón. Esa sonrisa que se le había borrado estos últimos años cada vez está más presente en el paddock.
La primera victoria lograda en Aragón, la que ponía fin a una racha de 1.043 días sin ganar, tenía un asterisco. Un circuito que siempre se le ha dado de maravilla, un asfalto nuevo sin apenas agarre y unas condiciones meteorológicas cambiantes durante todo el fin de semana parecían el coctel perfecto para exhibir el dominio arrasador que demostró Márquez en el trazado alcañizano. El propio piloto era consciente (y lo avisó) de que ese triunfo podía ser una isla en medio del océano, por eso era tan importante repetir en un escenario tan diferente como Misano. Ahora ya tiene ese puente de unión entre el GP de Aragón y el camino que hay que recorrer para volver a ser campeón del mundo.
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En dos grandes premios Márquez ha remontado 30 puntos al líder y se sitúa a 53 de Martín y a 46 de Bagnaia. Quedan todavía siete citas, la próxima dentro de dos semanas nuevamente en Misano, que repite en el calendario por la cancelación de la India, y 259 puntos en juego. «Evidentemente ahora estoy algo más cerca, pero seguimos con la misma mentalidad. Si quiero luchar por el título no puedo cometer errores como hice en la calificación, porque luego no puedo esperar esas gotitas de lluvia cada domingo», explicó, autocrítico.
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Además de la parte mecánica, ya que compite con una Ducati del año anterior, su principal obstáculo es que se mide a dos pilotos que se están mostrando muy consistentes. Mientras el que va detrás apenas tiene margen de error, los de delante manejan todavía varios comodines. De hecho, Bagnaia falló en Aragón y Martín en Misano, y el colchón en la general todavía es amplio, aunque cada vez menos.
Tras una nueva exhibición en Misano, el ocho veces campeón del mundo recibió otra cascada de felicitaciones. Entre ellas, la de Fernando Alonso, que dedicaba una historia en sus redes sociales al mago de Cervera: «Todo puede pasar con Marc Márquez». Los dos grandes iconos de las dos y las cuatro ruedas en España se conocen bien y coincidieron, sobre todo, los años en que el asturiano fue piloto de Honda. Como no podía ser de otra forma, el ilerdense le devolvió el guante: «También se puede esperar todo del Nano. Hay que seguir haciendo disfrutar a los aficionados, que de la ilusión también se vive, y empujar hasta que matemáticamente sea definitivo». De mito a mito, pero con un mensaje que cada vez suena menos conservador y más esperanzador.
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