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David Sánchez de Castro
Viernes, 21 de marzo 2025, 15:43
Ver a Lewis Hamilton vestido de rojo sigue dejando a muchos con cara de susto, incluidos los propios miembros de Ferrari. Su llegada a Maranello ha despertado un sinfín de especulaciones y expectativas, y el británico sabe que tiene por delante un desafío titánico. No ha aterrizado en la Scuderia para ser un simple icono ni un piloto en el ocaso de su carrera; su objetivo es claro: demostrar que sigue siendo un contendiente de primer nivel.
Este viernes, Hamilton dio un paso más en esa dirección al conquistar su primera clasificación sprint en el Gran Premio de China. Aunque este logro no se contabiliza como una pole position oficial, el siete veces campeón del mundo salió exultante del monoplaza. «Estoy realmente contento con el resultado. Sabíamos que el coche tenía más potencial después de Australia, y aquí cobró vida desde la primera vuelta. El equipo ha hecho un gran trabajo desde Melbourne», declaró Hamilton tras la sesión.
No es casualidad que destacara el esfuerzo de Ferrari. En los últimos días, desde la cita en Australia, la relación entre Hamilton y su ingeniero de pista, Riccardo Adami, ha sido escrutada hasta el mínimo detalle. Los intercambios de palabras entre ambos han sido diseccionados por la prensa y los aficionados, generando un debate sobre la comunicación dentro del equipo.
Las críticas no han pasado desapercibidas para Hamilton, quien se ha mostrado tajante en su defensa. «Fui muy educado. Le dije: «Déjamelo a mí, por favor»... No dije palabrotas, simplemente en ese momento estaba teniendo muchos problemas con el coche y necesitaba concentrarme por completo en un par de cosas», explicó el británico. Pero su discurso no se quedó ahí y, en un giro inesperado, dirigió su artillería contra un viejo conocido: Max Verstappen. «Id y escuchad las conversaciones por radio con otras personas y sus ingenieros, son mucho peores. Las conversaciones que Max tiene con su ingeniero a lo largo de los años, el maltrato que ha recibido el pobre tipo... Nunca escribís sobre eso, pero sí sobre la más mínima discusión que yo tuve con el mío», se quejó Hamilton.
Lo cierto es que Verstappen no es precisamente un piloto diplomático con sus técnicos, y sus exabruptos por la radio son ya legendarios. Sin embargo, las palabras de Hamilton no son solo un dardo dirigido al neerlandés; también reflejan su determinación por reivindicarse. Después de años de dominio con Mercedes, el británico busca reconstruir su legado en Ferrari, consciente de que este año será de transición. Su verdadera apuesta está en 2026, cuando las nuevas regulaciones entrarán en vigor y el panorama de la Fórmula 1 podría cambiar drásticamente.
Pero en Ferrari, Hamilton no solo tiene que preocuparse por Verstappen o Red Bull; su primer y más inmediato rival está dentro de su propio equipo. Charles Leclerc es el piloto estrella de la Scuderia, el niño mimado de Maranello, y su relación con Hamilton promete ser una de las grandes historias de la temporada.
El monegasco no solo tiene una relación más afianzada con el equipo italiano, sino que además parece haber salido ganando con la llegada del británico... al menos por ahora. El rifirrafe que ambos protagonizaron en Melbourne fue solo un aviso de lo que podría suceder en las próximas carreras. China no parece el escenario idóneo para un choque directo, pero la tensión está latente.
En la clasificación sprint, Hamilton ha tomado la delantera, pero Leclerc está al acecho. Ambos saben que ceder terreno ahora podría ser crucial en la lucha interna dentro de Ferrari. Y aunque por el momento las formas se mantengan, la historia de la Fórmula 1 está llena de batallas fratricidas entre compañeros de equipo.
La temporada es larga, y si algo ha demostrado Hamilton a lo largo de su carrera es que nunca da un paso atrás en una batalla. Ferrari, mientras tanto, observa con atención. La escudería italiana sueña con volver a la cima, pero también sabe que una guerra interna podría ser su peor enemigo. En Maranello, el rojo nunca ha sido solo un color; también representa la pasión, la gloria y, a veces, el conflicto.
Hamilton y Leclerc están destinados a protagonizar una de las rivalidades más electrizantes de los últimos tiempos. La pregunta no es si chocarán, sino cuándo. Y en la Fórmula 1, cuando dos egos tan grandes se cruzan, las chispas están garantizadas.
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