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David Sánchez de Castro
Madrid
Jueves, 17 de abril 2025, 12:00
Lando Norris se imaginaba una temporada mucho más plácida que la que está viviendo en este 2025. No en vano, terminó la pasada campaña con el mejor coche de la parrilla y con un Max Verstappen lejos de dominar como antaño, mientras los cantos de sirena (¿Aston Martin? ¿Mercedes?) comienzan a seducirle a lo lejos. Pocos creían que su tímido y poco carismático compañero de box, Oscar Piastri, acabaría siendo su principal amenaza.
No puede decirse que Norris sea un piloto agresivo. Más bien todo lo contrario: el mote de 'Blando' que le han colgado desde los sectores hispanoparlantes de la Fórmula 1 le sienta como un guante. Son pocas las batallas en las que se ha metido sin salir perdiendo o, directamente, sin ni siquiera intentarlo. Sin ir más lejos, hace apenas unos días en Baréin quedó claro que no estaba dispuesto a arriesgar, y que sin las órdenes de equipo del muro no habría asumido un liderato que hoy está claramente en entredicho.
A Piastri no le costó demasiado imponerse con autoridad en Baréin. Al australiano le bastó con hacer la pole, la vuelta rápida y ganar la carrera del domingo, algo mucho más fácil de escribir que de lograr. Ese rendimiento casi impecable y los pocos pero determinantes errores de Norris permitieron al inexpresivo Piastri asomarse al liderato del campeonato: está a solo tres puntos de su compañero, que aún conserva el primer puesto de la general.
Piastri no hace ruido, y le cuesta incluso sonreír. Al menos sin casco, porque cuando se sube al monoplaza muestra ese colmillo que se echa en falta en Norris, sonriente, amable y encantador con los fans que, a su vez, lo votan con entusiasmo como 'piloto del día', incluso sin haber hecho nada destacable. Ahora que tiene al alcance ser el líder de McLaren en un momento clave de la temporada -cuando los jefes deben decidir a qué caballo apostar-, ¿será Piastri el 'loco' que obligue a Norris a mostrar su verdadero yo, sea este un eterno aspirante o un campeón de verdad?
No es un circuito fácil para hacerlo. Yeda, uno de los principales exponentes del blanqueamiento deportivo del régimen saudí, se ha convertido en muy poco tiempo en uno de esos trazados que los aficionados quieren ver. En los apenas cuatro años que lleva en el calendario ha dejado grandes carreras y recuerdos intensos, como el ya mítico 2021 con el toque entre Verstappen y Hamilton. Dos pilotos que, por cierto, aspiran a meterse en la lucha por la victoria este fin de semana, especialmente si los McLaren se enzarzan entre ellos. En este sentido, el sinuoso y rapidísimo trazado saudí es un escenario idóneo para el espectáculo y los adelantamientos.
Aunque más inglés que el té a las cinco, Aston Martin es británico solo en las formas. Sus entrañas y estructura forman parte del proyecto diseñado por la monarquía saudí para exportar su cultura y pensamiento al mundo, lo que convierte al Gran Premio de Arabia Saudí en una especie de cita de casa para el equipo de Silverstone.
Buena prueba de ello fue la polémica imagen con la que Aramco, la petrolera nacional saudí y principal patrocinador de Aston Martin, presumió del diseño de casco creado expresamente para Fernando Alonso este fin de semana. El diseño de Sara Turkestani, una empleada de la compañía, fue el elegido por el piloto asturiano, lo que dejó una instantánea tan curiosa como irónica desde una perspectiva histórica: una mujer con burka, tapada de pies a cabeza y con solo una pequeña franja para los ojos, posando junto a Alonso con un casco adornado con la Cruz de la Victoria, símbolo icónico del rey Pelayo y sus batallas contra los musulmanes hace trece siglos.
Mucho más tendrán que maquillar el presumible ridículo deportivo que volverán a protagonizar. El AMR25, el tractor con el que compite Aston Martin, es un monoplaza con el que puntuar será poco menos que un milagro, según reconoció el propio Alonso, que da por normal no alcanzar los diez puntos que Lance Stroll ya tiene en su haber más por suerte que por mérito. Mucha fortuna necesitará el asturiano para salir de Yeda con algo que no sea el temido 'cero' que aún no ha podido borrar de su casillero.
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