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David Sánchez de Castro
Lunes, 26 de junio 2017, 18:25
El Mundial de Fórmula 1 salió muy enrarecido de Azerbaiyán. La macarrada de Sebastian Vettel y la contestación a la misma altura (o bajura) de Lewis Hamilton han generado reacciones de repulsa, mayoritariamente, y en la que también se ha visto salpicada la propia FIA.
La actuación de los comisarios ha sido muy puesta en entredicho. Lo que hizo Vettel no tiene justificación posible, y por ello el pobre castigo con el que se saldó, ha sorprendido aún más. Utilizando un símil futbolístico, es como si un jugador le pega una patada a otros sin balón, y sólo le sacan una tarjeta amarilla. Es evidente que el daño que podía haber sufrido Hamilton en ese golpe que recibió de Vettel es mucho mayor que el castigo recibido, lo que a todas vistas (y desde el punto de vista puramente semántico) es injusto.
Además, Vettel lo hizo sin razón. Dio un volantazo hacia el coche de Hamilton cuando ambos estaban saliendo de la curva para enfilar la reanudación de la carrera después de que se marchara el safety car porque pensaba que el británico había ralentizado demasiado la marcha frenando. No fue así. La FIA determinó, telemetría en mano, que Hamilton actuó en ese coche de seguridad exactamente igual que en el anterior: no frenó, sino que levantó el pie. En Fórmula 1, la deceleración de un coche al soltar el acelerador es tan fuerte que parece que frena, pero no es así. Hamilton no hizo una prueba de frenada sobre él, como le acusó ante los comisarios y ante los medios después, y por tanto no ha lugar, por tanto, que Vettel reaccionara con un volantazo sobre el Mercedes: el alemán se pasó de frenada, esta vez mental.
No es la primera vez que un calentón le cuesta a Vettel las críticas. Durante toda la temporada 2016 fue objeto de burla masiva por parte de los aficionados por sus constantes quejas acerca de los doblados, las banderas azules, los coches lentos, los frenazos en las trazadas En definitiva, hacia todo aquello que fuera en contra de un camino plácido hacia la meta. Daniel Ricciardo, ganador en Azerbaiyán y ex compañero de Vettel en Red Bull, le conoce bien, y por eso tras la prueba no dudó en recordar su carácter. «Seb probablemente no piensa antes de actuar. Se deja llevar por la pasión el hambre. Debería frenarse a veces», señalaba el australiano a la BBC tras la carrera.
El conato de «nos vemos en la calle» que le soltó Hamilton a Vettel en el calentón del momento se ha quedado en eso. El tricampeón, más calmado, aseguró después que no tiene ninguna intención de hablar con su rival más allá de lo estrictamente necesario y siempre en la pista. Como si eso fuera a ser menos tenso.
Esta será, todo apunta, a otra temporada en la que Hamilton tendrá un duro enemigo. Por primera vez en los últimos años no será su compañero, ya que Valtteri Bottas parece más un gatito que un tigre. El de Mercedes tendrá que vérselas con un piloto al que nunca le ha temblado la mano para forzar los límites puramente deportivos. Sólo hay que acordarse su frase al final del Gran Premio de México de 2016, dirigidos directamente a Charlie Whiting, que es el director de carrera y a la postre juez máximo de la prueba: «Este mensaje es para ti, Charlie: ¡vete a la mierda!». Se fue de rositas. Y así con muchas: a Alonso le llamó idiota por bloquearle en ese mismo fin de semana de México, o a Sainz bobo.
Salvo que Hamilton (que no es de los que se callan) se revuelva, todo apunta a que el duelo al sol se tendrá que celebrar en el asfalto. El primer round será en el GP de Austria, en el Red Bull Ring. Ahí, dos miuras como el de Mercedes y el de Ferrari se verán las caras y, salvo máxima sorpresa, lo harán uno al lado del otro.
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