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David Sánchez de Castro
Jueves, 31 de diciembre 2015, 10:05
Prácticamente estaba cantado que la victoria final iba a ser para un Mercedes desde los primeros test de pretemporada. Ni la llegada de Sebastian Vettel a Ferrari ni el presunto ambicioso proyecto de McLaren pudieron tumbar al gigante alemán, que desde los primeros kilómetros de ... 2015 se quedó con la propiedad y usufructo de la lucha de la pelea por el campeonato. En febrero ya había quinielas en el 'paddock' que apostaban entre Lewis Hamilton y Nico Rosberg y, visto lo visto, no se equivocaron.
La falta de emoción por el título ha sido uno de los factores que ha ahondado en una crisis de confianza del público hacia la Fórmula 1, pero ni mucho menos el único ni el más grave. El mismo Bernie Ecclestone, en una rocambolesca autocrítica hacia el negocio que él mismo dirige, calificaba en los últimos días de "mierda" el actual estado de la competición. "El problema es que veo las cosas como son y no como yo quiero que sean. ¿Cree usted que es normal que Fernando Alonso, un ex campeón del mundo, esté en la parte de atrás de la parrilla de salida? ¿Es aceptable que un piloto cambie su motor, califique en tercer lugar y luego tenga que salir decimotercero? ¿Está bien eso? Esta Fórmula 1 es una mierda", decía el octogenario dirigente, siempre directo y, a tenor de las críticas masivas del público, acertado en este caso. Ahí está el quid de la cuestión: la F1 se estrangula en su propia normativa bajo el argumento de la eficiencia energética y económica, pese a que los monoplazas han desatado su potencial más este año que en 2014: se estima que han sido casi medio segundo más rápidos.
La extraña normativa ha hecho muy complicado de seguir al aficionado de a pie el campeonato del mundo de Fórmula 1. La dura normativa en torno a los motores hace, como señalaba Ecclestone, que entre la clsificación del sábado y la carrera del domingo, cambiasen muchas posiciones, por cuestiones que muchas veces hasta los propios ingenieros encontraban difíciles de explicar. La obligatoriedad de ahorrar kilometraje en pos de una mayor fiabilidad ha hecho de la Fórmula 1 en los últimos años un campeonato en el que nadie se atreve a ir al límite de las capacidades técnicas de su monoplaza, lo que hasta el momento era el verdadero espíritu del automovilismo. En este 2015 hemos visto carreras en las que incluso a Lewis Hamilton, brillante tricampeón sin apenas oposición, le han tenido que dar el toque por radio para que espabilara porque se estaba aburriendo. Normal que prefiera irse de fiesta y explotar su lado de celebridad en el papel couché que el de deportista de élite: se sabía tan superior que hasta ha podido dejar de lado su preparación física.
La superioridad de Mercedes, la compleja normativa y carreras cada vez menos movidas, han hecho que el público de la espalda a la Fórmula 1. Las audiencias televisivas han caído en picado en toda Europa, desde Gran Bretaña, donde han tenido a Hamilton campeón, pasando por Alemania, con un Vettel luchando por los podios, hasta España, un país donde el apoyo a Alonso ha caído tanto como sus resultados en pista.
El despertar de Fernando Alonso
El regreso de Fernando Alonso a McLaren ha sido de todo menos fácil. El accidente en Montmeló durante los segundos test de la pretemporada fue un prólogo perfecto a lo que se iba a ver el resto de la temporada. Mientras las palabras de Yashuhisa Arai, máximo responsable de Honda, hablaban de mejoras e incluso podios a final de temporada, tanto desde McLaren como en boca de los propios pilotos sólo salía resignación en torno a una misma idea: el 2015 era una temporada de test para ellos, el verdadero potencial se vería más adelante.
No se puede salvar una temporada para Alonso donde sólo ha puntuado en dos carreras y en la que, según sus propias palabras, no ha dado el máximo de sí mismo. Chotearse de la situación, como hizo en la clasificación del GP de Brasil cuando volvió a romper, es prácticamente la mayor genialidad que realizó el asturiano en esta campaña 2015 para olvidar. Su peor año desde que debutara en 2001 con Minardi, quedará para la posteridad. Por eso afronta con optimismo el futuro: las cosas tienen que mejorar porque es complicado que vayan a peor. La reputación de McLaren ha quedado más tocada que la de Alonso, que aunque se ha llevado lo suyo sigue contando con el apoyo y la aprobación de quienes le han visto luchar con un hierro carrera tras carrera.
El mejor resumen que se puede hacer de la temporada 2015 de Fórmula 1 lo llevaba diciendo Alonso desde hace más de un año, antes incluso de cerciorarse de que el MP4-30 era el mayor fiasco de la historia reciente de la competición. Como ha venido diciendo el bicampeón español: lo mejor está por llegar.
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