Rahm no pudo coger el tren final del US Open

A sus 27 años, el inglés se encumbró en el Country Club con el tercer Major de la temporada en un duelo final de infarto con Will Zalatoris y con el número uno del mundo, Scottie Scheffler, que les presionó hasta los últimos instantes con su alargada sobra. Espectacular desenlace en este santuario del golf norteamericano tomado por miles de entusiastas aficionados que no dejaron de animar a sus ídolos en un ambiente espectacular.

Reducir lo que le ocurrió ayer al vizcaíno a la mala gestión en un par de hoyos sería un análisis un tanto simplista. Pero sí se puede asegurar que los inesperados bogeys en el 5 y en el 8 -en los que lo lógico a tenor de vueltas anteriores hubiera sido pelear por sendos birdies- constituyeron un epílogo clarividente de lo que vendría después.

Incomodidad y sobresaltos permanentes se sucedieron en un día frío pero con condiciones bastante mejores que las del sábado, cuando a las bajas temperaturas se sumó un viento intenso y racheado. La irregularidad se plasmó en una tarjeta de 74 golpes, cuatro sobre par, para un total de más uno en el cómputo global del torneo, a siete del vencedor. Este 'pasaporte' le hizo perder nueve puestos, hasta el decimosegundo. Una pena porque sólo había salido con un impacto de desventaja respecto a Zalatoris y Fitzpatrick, que en 2013 ganó, también en este campo, el US Open amateur.

Hubo momentos en los que dio la sensación de que Rahm podía meterse en la batalla por el triunfo, que llegaría esa genialidad o ese putt metido desde larga distancia para cambiar el escenario. Ha pasado otras veces porque los golfistas tocados por los dioses tienen la capacidad de resistir cuando las cosas se ponen feas y venirse arriba en un parpadeo. El birdie en la bandera número once, que volvía a colocarle por debajo del par, coincidió con una pequeña crisis de los profesionales que comandaban la clasificación y parecía que se abría un resquicio para la remontada.

Pero únicamente fue un espejismo porque Rahm no logró encontrarse nunca y se le veía avanzar a trompicones, sin la frescura necesaria para voltear la situación. Tuvo destellos, claro, porque atesora calidad y talento a raudales. Sin embargo fueron esporádicos, insuficientes para postularse como un candidato para levantar el trofeo en la casa club de Brookline.

Pero ni siquiera en este oscuro escenario se dejó ir porque hacía tiempo que no tenía la oportunidad de salir a jugar en la cuarta jornada con opciones de triunfo en un Grande -desde el British del pasado año-. La competitividad, inoculada en su ADN como un rasgo distintivo que casa a la perfección con su fortaleza mental, le permitió sobrevivir durante bastante tiempo en el 'top ten' de la tabla, aunque un bogey en el 16 le sacó definitivamente de los puestos de honor.

Los aficionados le recibieron con una gran ovación cuando entró en el green del hoyo 18. Mostraban su respeto al que hasta entonces era el ganador en curso del US Open. Se había dejado un putt muy comprometido de unos tres metros para salvar el par. Y lo embocó entre el rugido general.