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iván orio
Lunes, 2 de mayo 2022, 16:51
Cómo cuesta ganar un torneo de golf. Sangre, sudor y lágrimas necesitó ayer Jon Rahm para mantener el liderato y adjudicarse el torneo de México, el primero que consigue desde que, en junio del pasado año, entró en el olimpo de este deporte con su ... memorable victoria en el Abierto de Estados Unidos. La inyección de moral para afrontar en apenas dos semanas el PGA Championship, el segundo Grande de la temporada, fue gigantesca después de un curso lleno de altibajos. Necesitaba un subidón el vizcaíno para mirar más allá y, aunque costó, ya lo tiene en la maleta.
La jornada decisiva en Puerto Vallarta no fue apta para cardíacos. Es cierto que el número dos del mundo nunca se bajó de lo más alto de la clasificación, bien en solitario o junto a otros profesionales, pero hubo hoyos al límite en los que el de Barrika necesitó sacar lo mejor de sí mismo para marcar el territorio a sus rivales. Como ya sucedió la víspera, les demostró que es el mejor cuando las cosas pintan bien y que, y ahí estuvo la diferencia con el resto, también lo es cuando el panorama tiende a ennegrecerse. Fue en los instantes de mayor tensión cuando emergió el Rahm dominador, un rol determinante para que sonriera en este paraje a orillas del Pacífico y espantara los eventuales fantasmas.
La victoria llegó a través de la paulatina eliminación de sus principales adversarios con el lento transcurrir de los hoyos. Lo logró con un golf académico y consistente cuando dispuso de mínimas ventajas y agarrándose al campo como nadie en los instantes en los que se sintió más presionado. Y hubo bastantes, sobre todo en el tramo inicial de este recorrido que parece despejado, sólo lo parece, y en el que el viento constituye un obstáculo más. Los greenes, además, son muy lentos y hay que amoldarse con rapidez.
Rahm esperó con paciencia su oportunidad y mostró su cara más ambiciosa en los instantes precisos. Como el putt que embocó en la bandera 7 y, en especial, el que se sacó de la chistera desde cuatro metros en la 14. De nuevo el papel fundamental del putt, con el que se ha reconciliado en México después de semanas de poco 'feeling' y que debe conducirle a cotas mucho mayores a partir de ahora. Es sin duda una de las noticias más positivas que se lleva el vizcaíno del Estado de Jalisco. Esa, y la mejora notable de sus estadísticas en todas las fecetas del juego.
Evidentemente el triunfo no se sustentó sólo en los dos golpes de los hoyos 7 y 14, pero sí fueron los de gracia, los que ajusticiaron al sutil y fino Cameron Champ -que se disparó al pie en el par cuatro del hoyo 8 al tirar la bola al agua- y a un aguerrido Kurt Kitayama, que le obligó a exprimirse al máximo hasta el final. Los tres compartieron el partido estelar de la emocionante e intensa jornada en la que se resolvió el torneo. Rahm firmó una tarjeta de 69 impactos, dos bajo par, para un total de menos 17 en esta cita del PGA Tour en la que se proclamó campeón. El de México es su séptimo triunfo en el circuito americano y ha llegado en el momento preciso, cuando más le hacía falta.
Daba la sensación de que tenía ya la victoria en el bolsillo en el hoyo 17, pero su putt para birdie no entró por poco y, como suele ser habitual en las citas importantes, todo se decidió en el largo par 5 del 18. Tanto Rahm como Kitayama, el único que para entonces podía disputarle el triunfo, salieron mal, por la izquierda. Buscaron el green con el tercer golpe. El estadounidense se fue al bunker y el vizcaíno un poco largo. El rival necesitaba firmar un eagle pero no obró el milagro. Rahm cumplió con dos putts y se desbordó la alegría. Celebración a lo grande con su familia.
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