El deporte del rugby nació en las islas británicas. Cuenta la tradición que en 1823 un estudiante de la Rugby School, el inglés William Webb Ellis, cogió el balón con las manos durante un encuentro de fútbol y empezó a correr. Desde entonces, esa gracia ... de Webb Ellis (la copa que se entrega en el Mundial lleva su nombre) se popularizó y acabó convirtiéndose en pasión. Y esa locura terminó por reglarse una década después. Ese deporte de la ovalada tardó en llegar a tierras riojanas y su origen puede situarse en la plaza Martínez Zaporta. En concreto, esa plazoleta del Café Moderno se considera como la cuna del rugby en la región.
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Allí, en el corazón de Logroño, se gestó el embrión del rugby en La Rioja con la creación, hace ya cuatro décadas, del Rugby Rioja. Fue en una Semana Santa hace cuarenta años cuando Paco Frutos, junto a Jesús Mari Martínez Echevarría, colgó en su bar, el Comuneros, un cartel que invitaba a la gente a formar un equipo. Y contra pronóstico, a la cita respondieron muchos universitarios como Carmelo Vaquero, presidente desde entonces y hasta el 2010 (ahora presidente honorífico), José Antonio Clavijo, Joaquín Alegre y Augusto Miralles, actual presidente de la entidad, entre otros. Los primeros entrenamientos de estos valientes los llevaron a cabo en el campo de las Chiribitas, en Lobete. «No teníamos nada salvo las ganas de jugar», rememora Vaquero.
A partir de entonces, esos locos por el rugby comenzaron a peregrinar por Logroño y toda su zona metropolitana para desfogar su pasión. El barrio de San Antonio, junto al cementerio, fue su primera parada, aunque la ausencia de vestuarios e iluminación les obligó a buscar otras instalaciones. Por aquel entonces, finales de los años ochenta, se disputaba la primera Copa del Mundo de Rugby en Australia y Nueva Zelanda que ganarían los All Blacks.
El primer encuentro del Rugby Rioja fue un amistoso en Hernani; luego, en San Mateo de ese año, se midieron al Opla donostiarra en la Colonia de Albelda. Arrúbal y Cantabria fueron otros de los campos donde lograban jugar los entusiastas fundadores del club, que lograron una subvención del Ayuntamiento de 200.000 pesetas, destinada al alquiler de los campos, equipaciones, autobuses... José Antonio Clavijo, actual vicepresidente del club, rememora que a esos campos llevaban tubos de agua para formar, con las porterías del fútbol, los «palos» en forma de hache. «Era todo muy MacGyver», bromea. «Jugábamos en descampados donde te podías encontrar cualquier cosa», apunta Vaquero.
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El Rugby Rioja logró entonces introducirse en la liga navarra y su evolución constante le llegó a jugar dos fases de ascenso a la Primera Nacional, categoría a la que llegaría en la temporada 2001-02, veinte años después de su creación. El quince de la uva ascendía tras vencer en un doble enfrentamiento al Ejea aragonés en el campo Javier Adarraga.
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El anexo del antiguo Las Gaunas, detrás de Harinas Azofra; el campo de tierra de La Taconera, en el barrio de Madre de Dios; en el barrio de El Cortijo, Agoncillo... hasta llegar a La Laboral, donde se establecieron durante varias temporadas ya en este milenio. Y para los terceros tiempos, algo tan importante en el rugby como el partido mismo, también debían buscarse la vida. Pero las ganas podían mucho más que los obstáculos.
Hasta que llegó la posibilidad de tener un campo propio. Y el día en el que Irlanda se alzaba en el 2015 con el título del Seis Naciones, el Rugby Club Rioja inauguraba su campo en Pradoviejo. Felipe Royo, Augusto Ibáñez 'Titín III' y Javier Merino, entonces concejales logroñeses, mucho tuvieron que ver en materializar el final de 33 años de peregrinación.
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«Fue un punto de inflexión», recuerda Clavijo. Porque a partir de entonces, el Rugby Rioja creció exponencialmente, creando muchos equipos, e introduciendo en su estructura el rugby femenino, algo impensable para aquellos locos que colgaron el cartel en el Comuneros de la plaza del Moderno. Y que dos jugadoras de ese equipo como Claudia Barrio –actualmente en el CRAT coruñés– y Marta Cantabrana –en las filas del CR Majadahonda madrileño– llegaran a vestir la camiseta de la selección nacional y jugaran en División de Honor fue otro hito de un club que en estos momentos cuenta con casi 70 fichas en Sénior masculino y con cerca de 250 jugadores en una docena de equipos del resto de categorías. Además, un grupo de veteranos juegan los lunes partidillos de 'rugby touch'.
La creación de la Escuelita, con niños desde los tres años, ha sido otro de los saltos cuantitativos y cualitativos de un club reconocido por esos colores rojo y negro. Porque cada año el Rugby Rioja crece en cantidad y calidad, incluyendo al rugby femenino.
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Tanto Clavijo como Vaquero continúan ligados al club. Cuarenta años después. El primero es vicepresidente, el médico ayuda en las categorías formativas del Rugby Rioja. «Nos faltan monitores. Tenemos infraestructuras, tanto de club como de instalaciones. Ahora nos faltan personas que se impliquen un poco más con los chiquillos», demanda Carmelo Vaquero. «Porque la base del club son los chavales, la Escuelita, los sub 12, los sub 14, los sub 18...», sintetiza.
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