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Javier Bragado
Viernes, 13 de mayo 2016, 09:29
Es extremadamente difícil encontrar una nadadora como Jessica Vall (Barcelona, 22-11-1988). De hecho, también es casi imposible encontrar a Jessica Vall debido a su complicada agenda para compaginar su carrera de deportista de élite, su vocación laboral y sus estudios y porque la ... catalana no entrena en un centro de alto rendimiento, sino en un club (CN Sant Andreu). «El secreto es tener la suerte de que marido, familia, amigos y compañeros me ayudan a llevarlo todo. Creo que no existe límite si lo que haces te hace feliz», explica en uno de los escasos huecos de su tabla de horarios antes de competir en los Campeonatos de Europa de Natación en las pruebas de 50 y 200 metros braza.
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Otra de las situaciones que convierten a Vall en peculiar es que su medalla de bronce mundial se compartió con otras dos nadadoras (la danesa Rikke Moller Pedersen y la china Shi Jinglin). El tercer escalón del podio de Kazán se llenó de galardonadas y la catalana saboreó una gloria antes impensable. «Quizás decidí dedicarme a ser profesional hace cuatro años, después de ver los Juegos Olímpicos de Londres 2012», recuerda quien nunca antes había participado en una competición internacional y ahora tiene la clasificación olímpica para 100 y 200 metros de su especialidad. No obstante, el éxito a la hora de exprimirse en la piscina fue casi inmediato.
«El mejor momento que recuerdo es salir a nadar las semifinales del 200 braza en Barcelona 2013. Fue un gran año para mí, sobre todo me hizo pensar que podría llegar más lejos, y cuando pienso aún se me pone la piel de gallina», señala sobre aquel disparo de salida. Un año después, la alegría fue menor. «Quedar cuarta en el Europeo de Berlín 2014 es uno de los muchos malos recuerdos. Era la primera vez que tenía opción a ganar una medalla continental y ver que se me había escapado me dejó bastante triste. Pero siempre intento siempre sacar cosas positivas, incluso de situaciones no tan buenas. Por ejemplo, creo que quedar cuarta me ayudó a luchar mucho más en el 200 dos días más tarde y poder ganar el bronce», explica la experta en remontar sus malas salidas y giros.
Optimista y extravertida, cuesta ver a Vall sin alegría cuando se acerca a la piscina. «Es una sensación casi de hogar. Nos pasamos muchas horas ahí, con muy buenos momentos, así que no es raro que al oler el cloro se me dibuje una sonrisa en el rostro», confiesa quien sorprendió con 25 años en las principales competiciones. «Tengo días malos, ¡como todo el mundo! Pero siempre intento disfrutar. Cuando no lo hago, mi entrenador me lo recuerda», señala para que aparezca un actor principal en su película: Jordi Jou. «Intento ser estratégica y sobre todo dar el máximo de mí. La rapidez de mis rivales no la puedo controlar yo, pero sí que puedo controlar como puedo dar mi cien por cien», revela la bracista sobre los métodos de entrenamiento que planifica sus ciclos con cuidado porque ella tiene más alma de competidora que de luchadora contra el reloj. Durante las jornadas de largos en la piscina se observa otra de las particularidades. «Prefiero nadar por el centro, pero en el club somos muchos entrenando y tengo el vicio de ir por una lado de la calle y volver por el otro. En competición también lo suelo hacer y es algo que debo cambiar porque al final acabo nadando más metros», señala la barcelonesa que todavía debe mejorar la salida y los virajes.
Vall suele lanzarse a la piscina a las seis de la madrugada y nadar durante dos horas. A las tres de la tarde regresa a la pileta y encadena hasta que a las siete empieza el trabajo físico, como el resto de sus compañeros. «Se me pasan muchas cosas por la cabeza, intento estar concentrada con lo que hago (los movimientos corporales), intento nadar lo mejor que puedo siempre, pero sí que es cierto que a veces canto o repaso cosas que tengo que hacer», explica sobre sus pensamientos mientras da brazadas y repasa sus cuentas pendientes para el resto del día.
La diferencia con sus acompañantes de élite en la piscina es cuando no está nadando trabaja como técnica de laboratorio. «Ayudo a otros investigadores a poder encontrar nuevos métodos de análisis para pequeñas moléculas», ilustra sobre su experiencia laboral en el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona. La catalana se licenció en Biología Humana con excelentes notas, ahora completa su formación con un máster de Bioética en la UCAM y el doctorado está en los objetivos. Precisamente, esa dualidad le permite atisbar desde dos puntos de vista las ayudas médicas prohibidas a los deportistas. «Creo que sí se persigue adecuadamente el dopaje o que esa es la intención. Se intenta promulgar el deporte limpio, intentando molestar lo menos posible al deportista», explica. ¿Cree que los deportistas colaboran? «Quiero creer que sí», responde y evita cualquier excusa sobre quien hace trampas: «Creo que todo el mundo es consciente de sus acciones».
Vall sige sonriendo mientras combina la bata blanca con el traje de baño. Londres 2012 permitirá observar si la preparación sigue funcionando y los Juegos Olímpicos de Río se han fijado como la principal meta. Será otra fase especial de la nadadora más particular, la que en un futuro apunta que se concentrará en el campo de sus admirados James Watson y Francis Crick, descubridores de la estructura molecular del ADN: «En la etapa de la vida en la que estoy escogería la natación por delante del laboratorio, pero seguramente de aquí a unos años no contestaría lo mismo». Otra reflexión diferente para una nadadora diferente.
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