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Javier Bragado
Domingo, 26 de julio 2015, 00:05
Brincan. Vuelan. Se retuercen en pelea con la gravedad. Se zambullen sin apenas salpicar. El proceso es simple, pero el resultado desde el trampolín hasta la piscina se gesta más en lo que ocurre en la cabeza de los saltadores que en sus movimientos en ... el aire. «El factor piscológico es el factor más importante», comienza el técnico Enrique 'Quique' Martínez Fuentes. «Todo gira en torno a las capacidades mentales que demuestren tanto entrenando como compitiendo. Hay que tener muy en cuenta que es un deporte donde el factor miedo es crucial. No se trata de no tener miedo sino de saber cuánto miedo eres tú capaz de dominar», reflexiona el hombre que dirige las acrobacias de los hermanos García Boissier.
«No es un deporte con riesgo ni peligroso pero siempre está esa posibilidad remota... Pero existe. A nuestra edad y con nuestra experiencia ese miedo es totalmente controlable y es lo que hace que te vayas superando», añade Nicolás, el mayor. «Influye mucho. Ahora a nuestro nivel y con los años saltando es más respeto», matiza Héctor, el menor de una pareja que competirá en saltos sincronizados desde uno y tres metros en los Mundiales.
Para superar cualquier asunto los saltadores de élite multiplican sus saltos. Rocío Velázquez, quien competirá en solitario desde los trampolines de uno y tres metros considera que lo adecuado es pasar cinco o seis horas brincando al agua de la piscina pero que lo importante es el trabajo mental. «No es un deporte tan cansado pero psicológicamente es muy duro. Es muy, muy técnico y tienes que tener mucha seguridad en ti mismo, mucha concentración. Tienes que visualizar muy bien el salto, la técnica es muy importante y controlar tu propio cuerpo para poder orientarte», repasa la única saltadora española en Rusia. «El miedo es fundamental en este deporte porque hace que estés concentrado y más pendiente de lo que tienes que hacer que de otras posibilidades», resume sereno Nicolás García.
El azar se presupone como lo único imposible de controlar. Las lesiones no son un impedimento. «Cuando eres más pequeño sí que te pegas muchos golpes pero este deporte sí aprendes a base de eso», explica Velázquez. La elección de la maniobra también se efectúa en armonía con los temores. «Cuanto más difícil, más miedo pasas y estás más tenso. A la hora de elegir tus saltos tienes que encontrar saltos relativamente complicados pero que estés cómodos con ellos y lleves tiempo haciéndolos; que estés prácticamente seguro de que te va a salir bien», receta Nicolás García sin perder la sonrisa.
«Si uno no tiene nada de miedo y va a divertirse... Te puedes despistar y puedes jugar con la peligrosidad de la salto», expone Héctor García sobre la compleja relación entre alerta y relajación para el éxito. Desde la escalera hasta el fondo de la piscina se impregnan con la mezcla que acompaña a los deportistas de élite. «Disfruto muchísimo, sobre todo con la adrenalina que te da, sobre todo con cosas que no hace nadie. La sensación de girar y girar mi encantan», recuerda con viveza Velázquez para acudir con optimismo.
«Los entrenadores trabajamos para que el miedo no pase por la mente. Si el pensamiento es negativo las posibilidades de error aumentan, así que intentamos que eso no pase por la mente pero todavía no he visto a un saltador que esté limpio en ese sentido. Siempre tienes una duda detrás y esas dudas obviamente se disipan o se minimizan, pero no desaparecen con el entrenamiento porque hagas una y otra vez, una y otra vez», finaliza Martínez sin esquivar el asunto.
Sin embargo, el dicharachero entrenador termina por revelar el último secreto fruto de su experiencia: «Cuando eres niño el típico valiente que salta de cualquier muro a lo mejor cuando se pone a dar vueltas no es capaz de controlar ese miedo. Al revés, también está el cuidadoso que a lo mejor luego es capaz de ir adaptándose a las dificultades y te encuentras gente que en principio no era valiente y hace auténticas diabluras. La cuestión mental es nuestro punto más importante pero ese es también nuestro gran problema, la verdad».
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